INVESTIGADORES
ISON Mirta Susana
congresos y reuniones científicas
Título:
Competencia Social y Resiliencia en niños
Autor/es:
ISON, MIRTA SUSANA; MORELATO, GABRIELA SUSANA
Lugar:
Mendoza
Reunión:
Congreso; IV Congreso Mundial sobre Talento en la Niñez.; 2004
Institución organizadora:
Escuelas Libres de Investigación Científica para Niños (ELIC)
Resumen:
COMPETENCIA SOCIAL Y RESILIENCIA EN NIÑOS Resumen  Este taller sobre competencia social y resiliencia en niños tiene por objetivo presentar las ventajas del entrenamiento en habilidades sociales y su influencia sobre la capacidad resiliente de un niño.     La comunicación interpersonal es una actividad esencial de los seres humanos, en tanto estamos impregnados por lo cultural. Pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en interacciones sociales, y ello requiere cierto grado de destrezas. Como afirma Caballo (2000) si un individuo no sabe comportarse en forma habilidosa en su trato con los demás, no debe buscarse una actividad más solitaria para que funcione mejor. Simplemente podría aprender habilidades sociales que, o bien no posea en esos momentos  o bien su manifestación se encuentra obstaculizada por otros factores como la ansiedad, pensamientos negativos, sentimientos de baja autoeficacia, entre otros. La niñez es sin duda un período crítico en el cual se aprende un amplio repertorio de  habilidades para la interacción social. Durante el proceso de socialización, el niño aprende los primeros comportamientos interpersonales y la modalidad de afrontar distintas situaciones, organizando  los patrones de respuesta cognitivo-afectivo-social. En esta tarea intervienen como agentes socializantes no sólo los padres, sino también los docentes, el grupo de pares, el núcleo social donde se desenvuelven, los medios masivos de comunicación, entre otros. Interactuar con otros, por lo tanto, implica poner en juego un conjunto de habilidades sociales, en un contexto dado, de un modo específico, socialmente aceptable y valorado, que sea mutuamente beneficioso (Combs y Slaby, 1977). Meichenbaum, Butler & Grudson (1981) sostenían que las habilidades sociales deben considerarse dentro de un marco cultural determinado debido a que los patrones de comunicación presentan una variabilidad intercultural e intracultural.  Factores tales como la edad, el sexo,  la clase social y el nivel de educación inciden en el desarrollo de las destrezas sociales. A su vez, el grado de eficacia mostrado por una persona variará de acuerdo a las diferentes situaciones. Arkowitz (1981), sostiene que tanto el contenido como las consecuencias de las conductas interpersonales deberían tomarse en cuenta para definir las habilidades sociales. Por consiguiente, no puede haber un criterio absoluto de habilidad social; las conductas socialmente habilidosas deberían evaluarse en cuanto a la efectividad de su función en una situación determinada. Es importante realizar las especificaciones conceptuales de ambos términos, competencia social y habilidades sociales, que en múltiples trabajos han sido usados como sinónimos, contribuyendo a crear una notable confusión conceptual. El término habilidad es utilizado para indicar que la competencia social no es un rasgo de la personalidad, sino un conjunto complejo de conductas verbales y no verbales adquiridas a través del aprendizaje. Sin embargo, definir una conducta socialmente habilidosa, no es una tarea sencilla, porque requiere tener presente una serie de aspectos relevantes acordes con el ámbito sociocultural en el que se desenvuelva la persona La competencia social se refiere al nivel general de eficiencia del individuo en el área de las relaciones interpersonales. Este término presenta una connotación evaluativa por hacer referencia  a la calidad  de la adecuación  de la persona a una tarea específica (Arón y Milic, 1993).  Sería pues, una estructura cognitiva y comportamental  más amplia, que englobaría habilidades y estrategias concretas, conectada con otras estructuras motivacionales y afectivas dentro del funcionamiento psicológico personal (Trianes y Muñoz, 1997). La competencia social está relacionada con los procesos de autovaloración y autopercepción personal. Si el individuo evalúa que su desempeño social es adecuado o se ajusta a sus expectativas de autoeficacia, incrementará sus expectativas de éxito en las relaciones interpersonales, procesos  que sustentan al concepto de resiliencia. Según Suárez (1997), la resiliencia habla de una combinación de factores que permiten a un niño, a un ser humano, afrontar y superar los problemas y adversidades de la vida. Para Grotberg (1997), está ligada al desarrollo y crecimiento humanos incluyendo diferencias etarias y de género. Identifica diferentes factores que ha organizado en categorías que atañen al apoyo, a la fortaleza intrapsíquica, a la adquisición de habilidades interpersonales y de resolución de conflictos. Los factores de resiliencia  actúan de un modo interactivo y posibilitan hacer frente a las adversidades e incluso salir fortalecido de ellas. Esta autora diferencia factores de resiliencia de los factores protectores: indica que los factores de protección, resguardan del riesgo, es decir que funcionan para neutralizarlo y son identificables con la inmunidad al peligro. Un niño inmune al riesgo no necesitaría desarrollar resiliencia. Por otra parte, los factores de resiliencia enfrentan el riesgo y generan un proceso dinámico entre el individuo y el medio. Grotberg aporta una mayor comprensión y conocimiento empírico de los factores que protegen al sujeto de los efectos de las malas condiciones del ambiente humano y social a fin de diseñar métodos prácticos de promoción de dichos factores, para asegurar un desarrollo favorable que prevenga la aparición de las enfermedades físicas o mentales.