CONICET | Buscador de Institutos y Recursos Humanos

Nuestro patrimonio arquitectónico está constituido en su mayoría por edificios de mampostería con un revestimiento que imita la piedra natural. Los materiales como ladrillo, morteros de base calcárea y piedra molida son productos de poro abierto que en contacto con el agua de lluvia y la humedad producen un efecto capilar que permite la infiltración en muy poco tiempo de grandes cantidades de agua. Esto trae aparejados efectos nocivos como el agrietamiento por dilatación o contracción, corrosión de las armaduras con desprendimiento de los revestimientos, eflorescencias y daños salinos por hidratación y cristalización, manchas y vetas de óxido, desarrollo de musgo, moho, liquen y algas y disminución del aislamiento térmico. Para evitar este problema es necesario proteger las fachadas del ingreso de agua, pero a la vez permitir la evapotranspiración. Es así que un buen material hidrófugo debe impedir la entrada de agua líquida en la roca y a su vez permitir el intercambio de vapor de agua con el ambiente. Para lograr una mayor penetración en la superficie tratada, se pueden emplear hidrófugos nanoparticulados que puedan ingresar aún en los poros más pequeños y que además estos productos pueden actuar como consolidantes devolviendo la cohesión al material que la ha perdido (1). La obtención de un material con las propiedades mencionadas podrá emplearse en procesos de impermeabilización y restauración de edificios de alto valor patrimonial.Se sintetizó un producto a partir de tetraetilortosilicato (TEOS) como precursor de sílica. Se encontró una fórmula adecuada para la elaboración de un producto hidrófugo a escala de laboratorio, con tamaño de partícula de 35 nm, estable en recipiente cerrado, alta hidrofobicidad como lo muestra la nula penetración de agua en los materiales tratados, que puede emplearse en superficies a restaurar manteniendo inalterables el brillo y color de la misma, y otorgando protección prolongada en el tiempo.

enviar mensaje