En torno a lo real. Arte Argentino en la década del treinta

WECHSLER DIANA B.

Separata del Catálogo Expotrastienda - 08

Expotrastiendas

Año: 2008; p. 18 - 30

Cuando aun resonaban los estertores de la fiebre que había buscado poblar a Buenos Aires de monumentos conmemorativos con motivo del centenario de la Revolución de Mayo, en 1936 se inauguró en la intersección de las avenidas Corrientes y 9 de julio el monumento que se convertiría en uno de los íconos de la ciudad de Buenos Aires: el obelisco. Alberto Prebish, el arquitecto argentino que vinculado a Le Corbusier había sido uno de los responsables de la introducción de la arquitectura moderna en nuestra metrópolis, diseña en conmemoración de los cuatrocientos años de la fundación de la ciudad este neto volumen en el espacio como un emblema de la conquista que la arquitectura moderna haría del centro de la ciudad. Entre tanto, Horacio Coppola tiene el encargo de hacer un registro fotográfico de la ciudad y del nuevo monumento que se estaba emplazando. Coppola es quien junto a Grete Stern había realizado el año anterior la primera muestra de fotografías, presentadas disputando para sí el status de obra de arte, en el espacio de la editorial "Sur" De todas las imágenes que registran esta nueva presencia urbana, la elegida para iniciar este ensayo ofrece aspectos que superan cualquier intención conmemorativa para situar el hecho en una dimensión distinta. Un punto de vista muy bajo, el centro levemente desplazado gobernado por el obelisco y casi ninguna otra referencia urbana deja la superficie de la imagen a un cielo plomizo que se cierne sobre los perfiles recortados de personajes con sombreros y gorras que, por efecto del contraluz esconden sus identidades. La fotografía parece registrar el momento en que llega alguien a quien en apariencia todos miran, se dan vuelta y se abren en dos grupos formando diagonales que descubren el monumento ante el espectador, que es en realidad quien queda ubicado en el sitio del que asiste al develar del icono moderno. Este trabajo podría ser leído entonces, como el registro de una especie de ceremonia secreta, celebrada por aquellos que de manera más o menos anónima abren el camino. Es como el conjuro de los iniciados que celebran silenciosamente el arte y la arquitectura modernos en torno al monumento que, como señaló Adrián Gorelik, busca entronizarlo. Es que es en los años treinta cuando se asiste en nuestro medio a la primera consagración de aquello que por entonces se definiera como arte moderno: poblado por un tipo de figuración en donde la representación de lo real se daba en la disputa entre distintas perspectivas que transitan desde el "retour al ordre", pasando por la "neue sachlichkeit", el "novecento", la "sobre realidad" o el "surrealismo". La participación de los artistas argentinos -entre tantos otros- en la co-producción de estos planteos del arte moderno a través del nomadismo ejercido en las diferentes metrópolis culturales, dio lugar a la emergencia de distinto tipo de figuraciones que reconocen como matrices comunes a las mencionadas, pero que exhiben a su vez las maneras diferenciales con las que nuestros artistas trabajaron sobre los problemas de la representación contemporánea. Este ensayo busca retomar el proceso de consolidación de estas figuraciones de nuevo cuño a través de la presencia de algunos de las figuras del arte argentino de la década del treinta así como su circulación en los espacios de arte.