INVESTIGADORES
CIAMPAGNA Maria Laura
congresos y reuniones científicas
Título:
Reflexividad en el trabajo de campo paleoetnobotánico: prácticas de recolección en grupos cazadores recolectores de Patagonia (Argentina)
Autor/es:
CIAMPAGNA MARÍA LAURA
Lugar:
San Miguel de Tucumán
Reunión:
Congreso; XIX Congreso Nacional de Arqueología Argentina; 2016
Resumen:
En esta presentación se aborda la propuesta del simposio -¿Dedicas tu vida a aprender sobre las plantas? ?Es lo más sensato que he oído decir a un blanco en toda mi vida? Reflexiones dislocadas entre humanos y plantas- como un espacio de pregunta y reflexividad sobre el trabajo de campo desarrollado, desde la paleoetnobotánica, sobre las prácticas de recolección en la Costa Norte de la Provincia de Santa Cruz (CNSC), Argentina (Ciampagna 2015). En primer lugar, se analizan encuentros de comunicación, observación y entrevistas con 16 informantes -aún aceptando que el período de tiempo no podría calificarlas de experiencias etnográficas- en dos poblaciones aledañas de la provincia de Santa Cruz, Argentina. Estos encuentros permitieron un primer quiebre de sentidos y significados para interpretar la interacción de las poblaciones locales con las plantas en Patagonia. Los pobladores entrevistados de la localidad de Puerto Deseado y Tellier en su mayor parte tienen ascendencia europea, de los primeros colonos asentados en la zona, mientras que un informante se autodenominó mapuche (Ciampagna 2015). Debido a los tiempos disciplinares de la tesis no se pudo realizar estadías de mayor permanencia así como tampoco establecer lazos con las comunidades tehuelche Kamusu Aike, en la provincia de Santa Cruz (Rodríguez 2010) o la comunidad de El Chalía, en la provincia de Chubut (Castro et al. 2007). Sin embargo, se prevee continuar y desarrollar un trabajo de campo etnográfico.A partir de las entrevistas semiestructuradas y la observación participante a través de las caminatas con algunos informantes se registró, como había observado Molares (2010) en su tesis doctoral en la comunidad mapuche de Lago Rosario y mapuche-tehuelche de Nahuelpan, que en los criterios de reconocimiento y selección de las plantas predominaban las percepciones organolépticas (olfato, el gusto y la vista en el caso de los tintes para infusiones). Es en estas caminatas con los pobladores locales y en sus huertas de Pueto Deseado y Tellier donde se pudo reconocer además, prácticas corporificadas de esas percepciones (Csordas 1999 en Gómez 2008). En este sentido, uno de los informantes distinguió y señaló en el campo dos plantas utilizadas como medicina y condimento respesctivamente: ?té pampa? [Clinopodium darwinii (Benth.) Kuntze] y ?tomillo? [Acantholippia seriphioides (A. Gray) Moldenke], práctica en la que se aproximó a la planta, rompió la hoja y percibió el aroma: ¡éste es el tomillo! Cuando realicé la entrevista a este informante se encontraba con su nieto y ante mi pregunta sobre cómo le enseñaba a reconocer o sobre los usos de las plantas y a identificarlas me contestó que le mostraba la planta, le decía su nombre y usos y que, de tanto andar en el campo con una o dos veces que la veía el niño la reconocía (Ciampagna 2015). En relación a esta última noción del discurso ?de tanto andar en el campo? se observa el aprendizaje a través de la experiencia, la percepción y exploración del entorno como menciona Ingold (1993). A través del discurso como de las caminatas con los informantes se observó lo que Mearleau- Ponty (1975 [1945] en Gómez 2008) menciona ?que el mundo se habita con el cuerpo?, así como Gómez (2008) observa en las prácticas de recolección e interacción de las mujeres tobas en el monte. Se acuerda con Ingold (1993: 142) sobre la noción de ?interacción comprometida? en la que aprender a morar un territorio demanda una participación activa, práctica y perceptiva para adquirir habilidades para la percepción directa de todos los constituyentes del espacio: humanos, animales, componentes animados y no animados.En relación a los nombres vulgares de las plantas, si bien no se pudo registrar en la CNSC denominaciones en lengua aborigen (a excepción del ñamkulawen) sí se observó que algunas de ellas describían alguna característica de la planta que se asemejaba a particularidades de los animales de la zona. Por ejemplo, un entrevistado dice: ?está el palo piche que le dicen que acá no hay. Ese es medicina, mucha gente lo pide, allá tenía un muchacho conocido que le había pedido si me podía conseguir pero no, me habían dado palitos pero no era palo piche. El palo piche es conocido porque la cascarita, porque tiene una cascarita que es bien como la cascarita del piche por eso le dicen palo piche? (Ciampagna 2015).En cuanto a las plantas que además de ser utilizadas como alimento, medicina también eran usadas como leño para combustible, es decir un solapamiento de categorías de uso (Etkin 1994) los criterios de clasificación hacían referencia a si dejaban brasa, la duración de la misma, si producían humo o eran buena cono iniciadoras (Ciampagna 2015).Si bien se puede profundizar en el discurso de 16 informantes a través de las entrevistas en CNSC en las dimensiones analizadas, las principales preguntas que surgen en esta presentación son ¿cómo pensar el registro arqueobotánico (antracológico, carpológico y microrrestos provenientes de artefactos de molienda) y recuperar las prácticas de recolección y procesamiento que involucró la percepción comprometida con el ambiente de los grupos cazadores recolectores de la CNSC? ¿Cómo interpretar las prácticas de recolección de los grupos nativos en el pasado?Otra vía para abordar estas preguntas y que implicó reflexionar sobre imágenes intertextuales que permitieran repensar el registro arqueológico fueron las fuentes bibliográficas de cronistas, viajeros e investigadores del siglo XIX y del siglo XX (42 autores). Cabe hacer referencia que se hizo un análisis crítico y consciente de los distintos objetivos y marcos de referencia de cada fuente así como en el período histórico en el que fueron realizados. En el trabajo de Ciampagna y Capparelli (2012) y en la tesis doctoral (Ciampagna 2015) se describe el análisis sistemático de las citas extrayendo: especie botánica, nombre vulgar, lugar donde es citada la especie, procedencia (nativa o introducida), práctica de recolección, uso, órgano utilizado, procesamiento y agente (edad y/o sexo de la persona que procesa, en caso de ser mencionados). Sin embargo, para esta presentación y como punto de reflexión sobre lo que nos permite romper con marcos de referencia propios, de este análisis me detengo en tres mitos o creencias. Una de ellos registrado por Claraz ([1865-1866] 2008: 159) sobre la historia de una cueva al sur del Limay denominada Peya: ??Los indios cuentan sobre ella una larga historia. Los antiguos, dicen, abandonaron en esta cueva a una vieja que no podía caminar más. Vivía allí de las raíces que llaman peya, y de ahí el nombre. Un día encontró una raíz grande y profunda; no tenía suficiente fuerza para arrancarla. Entonces, orinó sobre la tierra para ablandarla y ¡oh milagro! La raíz se había transformado en un niño, un muchacho, que al día siguiente ya era grande y quiso salir al campo. La vieja le dijo que se fijara en las huellas que tienen esta forma. Unas pertenecen a un pájaro de cuello largo (avestruz) y las otras a un animal cuadrúpedo con cuello largo (guanaco) que eran buenos para comer. Le fabricó también flechas y un arco. El muchacho trajo el primer día un avestruz, el segundo un guanaco y cuidó de la vieja hasta su muerte. Dicen que toda esta historia está pintada en la cueva.? Las raíces vegetales en este caso adquieren una doble relevancia, la de supervivencia para la mujer que no podía buscar otros alimentos y la simbólica como origen de nuevos miembros de la comunidad y la enseñanza de lo que se podía comer y cómo. Para Etkin (1994) los mitos y leyendas pueden servir como disparadores de la memoria de aquellos recursos que no se consumen frecuentemente pero son importantes en momentos de hambruna. El segundo, sobre la roca del gualicho, en la Meseta del Somuncurá mencionado en Claraz ([1865-1866] 2008:84) y ampliado por Atilio Namuncurá refiere a la importancia de la leña para los grupos cazadores recolectores ?En la orilla occidental (o sur occidental) de la pequeña laguna se ve un montón de madera seca. Los indios dicen que debajo de él yace una piedra, que esa piedra es una vieja (yahmoc) y que esa vieja es, sin duda una diosa. Ella es la dueña de estos campos y de los animales que viven en ellos. Antes de llegar a dicho punto, cada uno arranca una rama seca, la lleva consigo y la coloca en el montón como ofrenda (?). Se acercan al montón con respeto, no cabalgan frente a él, sino que lo rodean en un semicírculo diciendo una oración a la vieja (?). Me pidieron insistentemente que también ofreciera algo, lo que hice?.Por último se hace referencia al mito del origen del fuego, uno de los que constituye el Ciclo de Elal (Bórmida y Siffredi 1969-1970). ?Se dice que sólo el Piche (armadillo), la Chingue (zorrino) y el Gato pajero tenían fuego. Eran tres que tenían fuego y eran amigos. Hacían de comer asado y churrasco con el fuego. Elal también estaba y dijo: ?Me parece que siento olor a humo: ¿cómo puede ser eso? ¿De dónde viene ese olor a humo? Yo no conozco nadie que tenga fuego. Sin embargo la Chingue tenía olor a humo, y Elal dijo ?Esta mujercita tiene olor a humo, eso de fuego. Ella dijo ?No, si no tenemos nada, nada tenemos. Cuando hacían de comer, tapaban el fuego para que no se viese el humo. ?No, no, nosotros no tenemos nada, nada, nada ... ¿Qué fuego vamos a tener nosotros?, ? insistía la Chingue. Entonces Elal dijo: ?Yo voy a buscar, voy a ver quién es el patrón. Ellos tienen su patrón que es el ´Aan(o)´ (Piche). Elal fue a caminar y encontró al Piche haciendo fuego tapado. Le preguntó ?¿Vos tenés fuego?. ?Yo no tengo nada. ? ¡Cómo no! ¿Por qué no me dan un poco de fuego, un poco de carboncito quemado? ?No?dijo el Piche?, si no tengo nada. ¿Qué te voy a dar yo? ¡No tengo nada...!. ?Vos tenés. Dame por favor. ¿No ves que la gente está comiendo carne cruda? ¡Dame, por favorcito!. No había nada que hacerle, el Piche estaba empacado. Entonces Elal se enojó, le pegó una patada y lo tiró lejos. Y ahí estaba el fuego; carbón quemado de leña de calafate. Elal se llevó el fuego, dejando al Piche sin él. Se lo llevó a los demás paisanos que así pudieron comer carne asada. Y Elal dijo?Ahora estás listo, ahora no va a tener más fuego y nosotros vamos a tener. Cuando Elal le sacó el fuego al Piche, le cortó el lomo por no habérselo querido dar, por eso tiene esas rayas en el lomo. Después el Piche se fue al campo y no volvió más junto a los paisanos. La Chingue y el Gato pajero también se fueron. Ahora el Piche come peritas y la Chingue cucarachas (Bórmida y Siffredi 1969-1970: 213-214).El análisis de cada uno de estos relatos fragmentarios de la oralidad de grupos tehuelches registrados en momentos de profunda transformación (incorporación del caballo, contacto y colonización, inserción en la vida del Estado-Nación), así como de las interpretaciones de Fernández Garay y Hernández (1999) y Hernández (2003) permitirá hacer nuevas preguntas sobre los vínculos entre las plantas y los componentes humanos y no humanos. Sin embargo, vale la aclaración, como mencionan Citro y Gómez (2013) que las transformaciones históricas de estos grupos a parir de la misma dinámica de su población, así como por la interrelación con otros grupos, la conquista y dominación por el Estado hegemónico deben ser dimensiones tenidas en cuenta en la construcción del otro. ?La antropología es un mecanismo de los más importantes para dislocar nuestra propia subjetividad? (Da Matta 2004:178). Es interesante y relevante para abordar nuevas preguntas la dialéctica entre la antropología social y la arqueología. Se profundizará este nexo a través del registro arqueobotánico recuperado en CNSC.