“Escrituras de retorno: La historia recuperada”.

DENISE LEÓN

San Miguel de Tucumán

Jornada; XII Jornadas de Reflexión sobre el Arte; 2002

Instituto de Investigaciones Estéticas de la Facultad de Artes, UNT

  Durante el proceso de modernización y racionalización de las ciudades, se crean también los lugares destinados a la reclusión de aquellos miembros de la comunidad estigmatizados por el mal. La locura, la enfermedad, ocupan lugares y ritos que  si bien nunca podrán suprimir estos males insistentes y temibles,  mantienen al “otro social” a una distancia tranquilizadora. Se construyen casas especiales para asegurar su tratamiento, ya que el mal al secularizarse se trasforma en una cosa médica. Este afán de separación, de exclusión permite, al desplazar fuera de la presencia de los sentidos las manifestaciones del mal, la ilusión de una sociedad trasparente que reduce la densidad de lo simbólico a la narrativa de la trivialidad y la belleza que se espectaculariza en los medios publicitarios.      En nuestro mundo sobremoderno, paralelamente a la prolongación de la expectativa de vida, se  fragua una nueva imagen del sujeto, cuya adquisición básica es su cuerpo. Un cuerpo bello, eternamente joven e incorruptible, que resiste su condición perecedera de materia. En una sociedad vertiginosa donde prevalecen la novedad y la exaltación de la fuerza física, la vejez se transforma en un estigma  que señala nuestros más antiguos temores relacionados con el mal: la enfermedad, la corruptibilidad del cuerpo, el olvido y la muerte.      De todas las entrevistas que me tocó realizar en mi trabajo, creo que, sin duda, la entrevista con Juana Stoppel fue la más difícil. Después de haber vivido una vida increíblemente activa, tanto política como culturalmente,  Juana permanecía recluida en su hogar, sin poder  comer, desplazarse o realizar cualquier tipo de actividad por sus propios medios. Padecía el olvido como una irrupción en la voluntad de recordar, y si bien en la entrevista aparecen momentos de increíble lucidez, los recuerdos llegaban flotando como restos inertes de un naufragio, produciendo en mí una sensación disolvente similar a la de Hamlet: “el hilo de los días parece haberse cortado”.