CONICET | Buscador de Institutos y Recursos Humanos

Las nuevas formas del hambre que caracterizan al siglo XXI combinan el exceso de kilocalorías con la carencia de nutrientes críticos. En un contexto donde la producción de esas kilocalorías crece más rápido que la población mundial, el caso argentino es paradigmático porque afrontará su transición nutricional desde un punto de partida distinto al de otros países del Sur Global. El acceso a proteínas de alto valor biológico -explicadas por el alto consumo de carnes- no evita importantes de diferencias en la ingesta de nutrientes que recogen y potencian las desigualdades sociales imperantes. Se trata de una cuestión donde las transformaciones del sistema productivo que implementa el modelo de agronegocio se combina con fuertes cambios en el vínculo con los alimentos. La apertura neoliberal a finales del siglo XX acelerará estos procesos hasta configurar dietas específicas en lo hogares pobres (con mayor cantidad de carbohidratos simples) y otras propias en los hogares no pobres. En una coyuntura con un 42% de la población por debajo de la línea de pobreza (INDEC, 2020), la desigualdad nutricional es un factor determinante en la reproducción de esta condición a nivel intra e intergeneracional. En especial porque se configura un tipo de comensal que cada vez tiene menos control en la composición de su dieta tanto por factores económicos, culturales, de equipamiento culinario, como por las habilidades necesarias para implementar alternativas por fuera de la propuesta de las grandes empresas alimenticias transnacionales. A partir de un abordaje interdisciplinar que combina la sociología de los alimentos, la nutrición y la ingeniería en alimentos se propone incorporar al sabor-en tanto experiencia sensorial compleja- como un elemento clave para entender la desigualdad nutricional pero también para construir una herramienta analítica que permita volver a incorporar al actor en el vínculo social con los alimentos.

enviar mensaje