INVESTIGADORES
GAIADA Maria Griselda
congresos y reuniones científicas
Título:
Rilke y las lágrimas de un niño
Autor/es:
MARÍA GRISELDA GAIADA
Lugar:
Facultad de Humanidades y Artes - Escuela de Filosofía (UNR)
Reunión:
Congreso; XIII CONGRESO NACIONAL DE FILOSOFÍA - Facultad de Humanidades y Artes - Escuela de Filosofía (UNR) - AFRA; 2005
Institución organizadora:
Asociación Filosófica de la República Argentina
Resumen:
En primer lugar, el trabajo se propone desarrollar algunas de las ideas principales del escritor praguense Rainer María Rilke (1975-1926). Luego, el modo en que las mismas aparecen magistralmente expresadas en uno de los más escalofriantes relatos de la consagrada pluma del escritor argentino Manuel Mujica Láinez (1910-1984).             A lo largo de su obra narrativa, epistolar y poética, Rilke expresó como pocos la ominosa experiencia de la angustia (antes de que la filosofía de la existencia hiciera de ella la base de sus teorías). La angustia atraviesa las densas líneas de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de un modo autobiográfico y a la vez universal. Quizás la obra que más esfuerzo le llevó hasta sumirlo en extremo agotamiento, fue aquella en la que se adentró en las profundidades de su atormentada infancia, sometida a las ridiculeces de su madre empeñada en vestirlo de mujer. Son en estas anotaciones en las que desfilan sus antepasados a través de imágenes fantasmagóricas, que grávidas de animismo, llenan las líneas de un relato tan descriptivo como poco argumentativo. Porque, sin duda, para Rilke es la infancia el baluarte de la repristinización de la experiencia, el tesoro precioso en el que debe indagar el poeta en busca de versos con estilo propio. Esto mismo es lo que recomienda, cuando apenas tenía 28 años, al joven Kappus en las Cartas a un joven poeta. Claro está que no se trata de repetir la infancia, de puerilizar la adultez, sino de acceder al modo en que los niños captan las leyes profundas de las cosas y de la Naturaleza misma. Sólo los niños pueden jactarse de acceder a la esencia descarnada de las cosas que los rodean, sin intelectualizarlas, elidiendo los ardides de sus formas. De ahí la necesidad de volver a la infancia, de contender el mandato de "llegar a ser grandes", tal como lo expresa en las Elegías Duinesas. Según esto, el niño es un protagonista central de las ideas rilkeanas, y si en el ciclo de la vida se empieza siendo niños, es necesario también morir como niños. Porque si la infancia encierra lo más singular e insustituible de la existencia, del mismo modo la muerte ha de ser tan propia que cada uno ha de madurar en vida un fin exclusivamente personal. Y he aquí la analogía con el cuento "El hombrecito del azulejo" de Manuel Mujica Láinez, pues es un niño quien en su "sabia incomprensión" descubre al extraño baldosín que logrará salvarlo de una muerte impersonal