CONICET | Buscador de Institutos y Recursos Humanos

La posición de Spinoza en relación con la modernidad es de frontera: está dentro, pero traza una paralela a las concepciones dominantes, cuando no una oposición. Ha sido descripto, en ese sentido, como el precursor de la ilustración radical (Israel), como el traidor a la tradición judía de pensamiento (Cohen), como una anomalía salvaje (Negri), como ?el judío renegado que nos dio la modernidad? (Goldstein). Pero más allá de su pertenencia al moderno siglo XVII o su afinidad con otros pensamientos del tipo, en Spinoza anida un núcleo que no puede digerirse del todo por la modernidad dada, hasta su actualidad. Este núcleo está compuesto por tesis que no son marginales, sino centrales en la argumentación: la destitución del juicio, en favor de la comprensión; de la voluntad como facultad, en favor de la volición; la primacía de la corporalidad y del deseo, en la definición subjetiva; una prototeoría de la ideología, en la inversión de esclavitud y emancipación, en tanto fines supuestos del sujeto (o dicho en otras palabras, el anclaje corporal del error). Estas tesis dificultan cuestiones centrales de la modernidad contemporánea: la suposición de un agente libre y consciente, que sabe a ciencia cierta de sus fines e intereses, que tiene propiedad sobre su cuerpo y una identidad perenne en el tiempo, por lo que es responsable de sus actos y sujeto de contratos, por tener libre disponibilidad de sí. Esta destitución del sujeto deriva en Spinoza de la afirmación del impersonal Dios. El impersonal como una totalidad infinita, en la que todo se da como su autotransformación, desestabiliza las identidades que reconocen en sí mismas el primer punto de su explicación. En el último tiempo, la discusión sobre el impersonal alimentó debates interesantes para una teoría crítica: ¿sería una alternativa a las políticas del reconocimiento y la identidad? (Grosz, Sharp, Matheron, Braidotti, Butler, Lordon, Lloyd, Gatens, Montag). Rastrearemos esa posibilidad.

enviar mensaje