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En estos convulsionados momentos, el continente latinoamericano se encuentra -una vez más- intensamente disputado por las potencias hegemónicas y su predominio en las distintas áreas económicas y geopolíticas, y a la vez vive un recrudecimiento de los conflictos internos que se expresan en sociedades duramente divididas ideológicamente. En algunos casos esas diferencias se entrelazan con otras de raigambre histórica, étnica, observándose una cruel violencia contra sectores subalternos, dirigentes sociales, disidencias, y abriendo paso incluso a un golpe de estado como en el caso de Bolivia en 2019 -pero también a gobiernos surgidos de elecciones- de carácter no solo clasista sino racista y xenófobo. Por otro lado, los gobiernos que tienen como mandato electoral combatir o aminorar las consecuencias de la aplicación del neoliberalismo en la región, y por lo tanto reivindican los procesos abiertos en la primera década del siglo XXI en esa línea, se encuentran hoy con un panorama económico muy complejo agravado por las consecuencias económicas y sociales de la pandemia global. En el caso de la Argentina, la herencia del enorme proceso de endeudamiento que tuvo su punto culminante en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional de 2018, constituye una presión y una traba sobre las posibilidades de recuperación de la economía.Tal como ha analizado Bernal-Meza, la autonomía ha sido abordada en la región como concepto, como herramienta metodológica y como estrategia (2016). Tomando esta exhaustiva clasificación realizada por autor, consideramos aquí que la autonomía no solamente es una capacidad y una disposición, ni tampoco un mero instrumento, sino que encierra un objetivo con un contenido histórico particular: la discusión de las asimetrías del orden mundial en función de la protección de la soberanía nacional o regional. A partir de allí es que nos puede aportar a pensar una agenda de la autonomía hoy.

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