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El clima reformista en los inicios del siglo XX argentino alimentó un conjunto de proyectos renovadores que con diversa suerte darían su tono a ese momento de transición sellado por la reforma electoral de 1912. Si por una parte venía a rubricar, para sus animadores, una progresión inevitable hacia la senda de transformación ya prefigurada por los padres fundadores de la Argentina moderna, por la otra revelaba un profundo sentimiento de duda respecto a las posibilidades de convivencia entre los criterios del número y de la razón. Es este espíritu de época, arropado por el escenario de crisis de civilización, que apenas comienza a desvelar la Gran Guerra, el que dará su tono al proyecto del Instituto Popular de Conferencias del diario La Prensa iniciado entre julio de 1914 y mayo de 1915. Por una parte dicho emprendimiento puede ser analizado a la luz de los cambios, que como ha estudiado Sylvia Saitta, a inicios del siglo XX transformaron y modernizaron el campo periodístico, hasta esos momentos hegemonizado por diarios decimonónicos como La Nación y la propia La Prensa, frente a los cuales se evidencia la consolidación de un periodismo comercial, masivo y popular como el de Crítica o La Razón. Sin embargo, por otra parte, el Instituto Popular de Conferencias (IPC), se erigió en un espacio de sociabilidad y difusión de conocimiento con dinámicas propias. Es en este último sentido que nos proponemos indagar sobre el IPC, como correa de transmisión de ideas y saberes que apoyado por la circulación de la palabra escrita se erige como mecanismo para la constitución de un ?sentido común social? en torno a ciertos temas en el escenario de la experiencia de construcción de la ?república verdadera?, que delinea una visión de aquello que debería alimentar ?la educación del pueblo?.