Acusaciones, moralidades y desigualdades sociales frente al proceso inicial del contagio por COVID19. Algunas reflexiones para pensar el caso de Salta

GODOY, MARIANA INÉS

Salta

Jornada; Primeras Jornadas Enfermedad, Territorialidad y Desigualdad; 2020

Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades ICSOH-CONICET-UNSa y el PUE CONICET "Territorialidad y poder. Conflictos, exclusión y resistencias en la construcción de la sociedad en Salta"

En esta presentación compartiré algunas hipótesis de un estudio mayor que iniciáramos en abril de este año junto al Grupo de Estudios Socio-culturales del Conflicto de la UNICEN, dirigido por Juan Pablo Matta, sobre las dinámicas sociales implicadas en situaciones de escrache, estigmatización, discriminación, acoso y amenazas a personas sospechadas o confirmadas de COVID-19 y agentes de salud vinculados a su atención. Si bien ese estudio tomó casos de todo el país (a partir de un cuestionario electrónico, relevamiento en medios de comunicación y entrevistas), en esta reflexión intentaré poner en diálogo esa dinámica amplia con casos y situaciones sucedidas en Salta, con la expectativa de echar luz sobre procesos persistentes de desigualdades sociales locales y otros que parecen resultar novedosos a partir de la circunstancia excepcional de la pandemia.Los grupos sociales expuestos al contagio por COVID19 y susceptibles de acusación han variado en distintas etapas del desarrollo de la pandemia. Este dato indica no sólo la importancia de los diferenciales sociales en el tránsito por la pandemia sino también nos alerta sobre la relevancia de la temporalidad de este fenómeno. En una primera fase las acusaciones se dirigen a personas que forman parte de sectores sociales no acostumbrados a dinámicas estigmatizantes o discriminatorias -aquellos que pueden viajar al exterior o también personal sanitario-. En una segunda fase encontramos frente a este tipo de eventos en cambio, a personas pertenecientes a grupos que acumulan históricamente situaciones de vulnerabilidad y por ende expuestos de modo más sistemático a sospechas degradantes contra sus personas: trabajadores migrantes, habitantes de barrios periféricos y de alta concentración urbana, poblaciones de frontera e indígenas. En ambos grupos la dinámica acusadora es similar en cuanto a la atribución de responsabilidad individual a los enfermos por su condición y la probable propagación del virus y la confusión entre enfermedad y criminalidad. Desde la percepción de las víctimas de estos episodios, el sufrimiento individual y familiar es a veces aún mayor que la propia enfermedad. Sin embargo, sospechamos que los primeros encuentran mayor inmunidad moral frente al virus que los segundos, conllevando esto un diferencial de poder entre distintas poblaciones a la hora de afrontar las distintas acusaciones sufridas. Las acusaciones también revelan inversamente, resentimientos velados contra ciertos privilegios de clase.En definitiva, la descripción de este proceso aporta a comprender una configuración sociológica más amplia, retomando la idea original de Mary Douglas (1973) de que las sospechas o creencias en el contagio, actualizan la clase de contactos que se consideran peligrosos, es decir, las consideraciones de peligro pueden llevar al riesgo de profundizar distancias simbólicas ya existentes.Consideraremos asimismo, el tipo de relaciones sociales implicadas en estos procesos acusatorios, de mayor o menor proximidad, de enemistades o disputas previas. Estas se apoyan en la sociabilidad de la vecindad o del espacio corporativo laboral, pero también en las redes sociales y los pasquines digitales locales. Concomitantemente, los rumores, los chismes y las habladurías resultan en mecanismos comunicativos eficaces en la construcción del conflicto y en el cometido de crear personas susceptibles de repulsión moral: ?irresponsables?; ?imprudentes?, ?inescrupulosos?, ?delincuentes?.