ICSOH   24899
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Porque mis voces son espadas penetrantes?´: silencio, melancolía y honra de la mujer violentada en dos comedias barrocas
Autor/es:
MARCELA BEATRIZ SOSA
Lugar:
San Salvador de Jujuy
Reunión:
Jornada; XIII Jornadas Regionales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales; 2019
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Jujuy-Unju
Resumen:
Este trabajo1 pretende aportar otra mirada al debate actual sobre violencia de género y procesos de (in)visibilización e (in)visualización asociados históricamente a la representación de la mujer en la producción cultural de Occidente, a partir de lecturas de un restringido corpus del teatro barroco español que, obviamente, desconocía las categorías culturales vigentes, pero que presenta interesantes antecedentes del fenómeno. No olvidemos que el teatro del Siglo de Oro ha sido considerado tradicionalmente como un agente propagandístico de la ideología del absolutismo monárquico y de las dinámicas de (re)producción del sistema heteropatriarcal.Según nuestra hipótesis, ciertas estrategias retóricas propias de los dramas de honra (conyugal o villana) consolidaban e incentivaban la invisibilidad de/sobre lo femenino. Recordemos que la honra era el pivote ?aparte del amor- sobre el cual se sustentaban todas las comedias pues, como bien decía Lope de Vega en su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609), "mueve con fuerza a toda gente". Es decir que la temática de la honra, en tanto estima pública u opinión, era un ideologema que atravesaba la sociedad del 600 y el teatro recogía, como una caja de resonancias, su principal función como dispositivo social de inclusión/exclusión. De este modo, las personas vivían obsesionadas por el reconocimiento del otro y por cualquier factor que pudiera provocar la deshonra; a este respecto debe señalarse que la mujer era un componente especialmente vulnerable de esta ecuación ya que la pérdida de su pureza significaba, ipso facto, la deshonra de sus deudos quienes, según leyes tácitas repetidas secularmente, debían lavar la mancha con sangre.