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El presente artículo propone el abordaje de los derechos de las plantas a partir de dos miradas diferentes: la de la producción filosófica eurocéntrica y la de la producción de dos ontologías latinoamericanas. La elaboración europea sobre los derechos de las plantas proviene de un proceso previo, de carácter capitalista y colonialista, de escisión de lo humano respecto a lo que no lo es. A partir de ello, se han diferenciado verticalmente los dominios de las plantas, animales, humanxs, espíritus y lugares, dando lugar a clasificaciones fijas y jerárquicas. El malestar civilizatorio como síntoma y las sensibilidades biofílicas y fitofílicas como respuesta ética deben ser comprendidas en este marco. Por otra parte, las propuestas de las ontologías latinoamericanas respecto a los derechos de las plantas son indisociables de una comprensión más amplia y antigua que es la de los derechos de todx sujetx a partir de su conexión intersubstancial y transversal. La relación de lo que es humano con el resto de los seres es comprendida como un vínculo de carácter multidimensional, diverso y plural. En esta dinámica, las plantas poseen un importante papel, pues su peculiar agenciamiento permite la conexión con otras formas de existencia, mientras que, de manera aún más intensa y específica, las ?plantas de poder? resultan actoras e interlocutoras privilegiadas. Tomando nuestra propia investigación etnográfica en torno al caso de la ayahuasca en las tierras bajas del Perú y de la coca en las tierras altas de la Argentina, proponemos una reflexión que es al mismo tiempo ontológica, política y jurídica. Al hacerlo, promovemos una antropología centrada en una simultánea descolonización de las plantas y la integración de las mismas en una única esfera de derechos junto a lxs sujetxs humanxs y las otras formas de existencia.