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El agua y las maneras de vincularse con ella en dos localidades rurales del estado de Chiapas, al sur de México, es el modo en que se puede contar cómo los ?tiznados? que viven en la colonia de Tzinil, ?así se les dice a los cortadores-, ?bajan? cada año a cortar la caña de productores del pueblo de Socoltenango, la cabecera de este municipio cañero chiapaneco. Es que la forma y la relación que la gente tiene en su diario vivir con el ?agua? y el ?agüita?, se vuelve central para entender la trama social del trabajo cañero en esta zona de Chiapas, una zona mestiza, donde el agua puede ser recurso y abuela. En esta ponencia intento describir y analizar esa vida mestiza del agua, la coexistencia que la hace ser, a la vez, el anverso y el reverso de su situación: puede fluir, abajo, torrentosa; en ríos y cascadas que la mano humana hicieron distrito de riego para la caña de azúcar. Y al mismo tiempo puede, ?agüita? buena, Agua abuela, hacerse pedir para llegar a través de los sueños a las milpas de arriba. Ella, por falta y por exceso, vive en una espacialidad que la hace correr entre las sierras tzinileras de arriba y las planicies socoltecas de abajo. Esa vida ambigua del agua es su entrelazo con la gente que sedimenta en sus haceres, saberes y nociones locales. Y son esas nociones de los pobladores las que pueden dialogar con una noción como la de ?paisaje de tareas? de Ingold (1993), más acá de los dilemas teóricos. Porque antes de que pueda haber una noción de la ciencia que apunte a disolver dualismos, está esa vida mestiza del agua, sedimentada en saberes locales que las personas usan en sus trabajos y sus días; y en las nociones que la gente moviliza cuando hacen el esfuerzo de darle a entender a esta fuereña cómo es su situación en el mundo en relación a la de los demás, haciendo trabajo de campo.