CIS   24481
CENTRO DE INVESTIGACIONES SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Raúl Prebisch: el desarrollo económico como categoría moral
Autor/es:
CARAVACA, JIMENA
Lugar:
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Reunión:
Jornada; Primeras Jornadas de Pensamiento Económico Nacional "Aldo Ferrer"; 2018
Institución organizadora:
AESIAL (FCE/UBA) y Departamento de Economía Política de Centro Cultural de la Cooperación
Resumen:
En el Prebisch del año 1963, ya reconocido internacionalmente, el desarrollo adquiere un explícito componente moral: ?Un orden social exento de privilegios y no sólo de privilegios económicos, sino también del privilegio tremendo de que unos hombres pretendan el dominio sobre las ideas de los demás, sobre las fuerzas creadoras de su espíritu y sobre los sentimientos más profundos de su corazón?. La moralidad asociada al desarrollo no es una novedad del documento Hacia una dinámica del desarrollo latinoamericano. La responsabilidad que Prebisch asignaba a los sectores productivos dominantes en la consecución del desarrollo, ya en 1949, se completaba con un argumento moral. Ya entonces, el fin último del desarrollo a través de la industrialización era ?aumentar lo que se ha llamado con justeza el bienestar mensurable de las masas?. Concepto de creciente complejización, desde sus inicios en la década de 1940 el desarrollo fue incorporando nuevos componentes y continúa hasta la actualidad sumando ingredientes a una receta que parece no llegar nunca al resultado esperado. Una dificultad adicional se presenta ante una particularidad de la noción de desarrollo: es a la vez un concepto teórico y una agenda de política económica. Podemos sostener que siempre existió una moralidad asociada a la idea misma de desarrollo, más allá de cómo el mismo ha sido definido. Es decir, si aceptamos que los valores y contenidos morales son parte estructurante de los discursos y las prácticas económicas, la conceptualización del desarrollo impuso, o al menos intentó imponer, una moralidad que buscó performar prácticas económicas hacia comportamientos que, desde el punto de vista de los actores económicos, resultaban irracionales en la lógica de pensamiento económico neoclásico. Que el sector rural argentino como actor económicamente dominante aceptara los términos de una reforma agraria o la sesión de parte de su renta a favor de ?las masas? suponía la aceptación de llevar adelante una conducta que va en contra de la racionalidad económica entendida ésta en estricto sentido sectorial. Del mismo modo, que los trabajadores dejaran de percibir ajustes salariales por inflación resulta anti económico desde el punto de vista de esos actores. En ambos casos, lo que supuso el desarrollo fue la creación de una moral colectiva nacional que imponía la cesión de beneficios del presente bajo la promesa de obtención unos mayores, y socialmente más inclusivos, a futuro. La moralidad del desarrollo, por otro lado, antes que argentina parece haber sido regional. Y esto responde no sólo a la perspectiva regional que en tanto experto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe Prebisch puede haber tenido. En todo caso, el camino al desarrollo era un camino tan regional como lo era el diagnóstico presentado en el documento ante la Asamblea de la CEPAL en 1949. En 1963 las propuestas de desarrollo incluían la creación de un mercado común regional, el establecimiento de lazos comerciales más estrechos y la coordinación productiva de los países latinoamericanos. Es decir, al problema regional le correspondía una solución también regional. A América Latina le correspondía pensarse a sí misma. Algo de esto ya había dejado entrever Prebisch en su documento de 1949, donde sostuvo que existía entonces un?número exiguo de economistas capaces de penetrar con criterio original en los fenómenos concretos latinoamericanos. Por una serie de razones, no se logra suplir su carencia con la formación metódica de un número adecuado de hombres jóvenes de alta calificación intelectual. El enviarlos a las grandes universidades de Europa y Estados Unidos representa ya un progreso considerable, pero no suficiente. Pues una de las fallas más conspicuas de que adolece la teoría económica general, contemplada desde la periferia, es su falso sentido de universalidad. Ante esta posición, la estrategia nacional no resultaba suficiente; era el sistema interestatal regional e internacional el que tenía que apuntar en una dirección común. Para eso, parte de la solución implicaba que Argentina debía pensarse y actuar como parte de un colectivo latinoamericano y subdesarrollado.