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La relación entre el catolicismo y la modernidad es todo un problema, tanto en la Argentina como en muchos otros horizontes, en la época de vigencia del Concilio Vaticano I, desde 1870, hasta las vísperas de la celebración del Concilio Vaticano II. A través del estudio del caso argentino, argüiremos que la relación entre el catolicismo contemporáneo y la modernización puede también pensarse hecha de grises, aunque a veces el tren del progreso marchara demasiado rápido. No faltaron dificultades en este proceso: marchas a destiempo, desatinos, exabruptos trasnochados de quienes con añoranza hubieran preferido hacer retroceder el reloj.Muchos de los rasgos que adoptó el catolicismo desde fines del siglo XIX eran modernos. Así, los congresos eucarísticos, creación de la Europa industrializada de fines del siglo XIX; la propia identificación con la nación que la Iglesia argentina leyó unilateralmente; la creación de los Círculos de Obreros, que venían a dar respuesta a la "cuestión social"; la apropiación de la prensa, y más tarde la radio y las demás industrias culturales; su fuerte anclaje en el tiempo de ocio, el consumo y el deporte, etc. La metáfora de la "fortaleza asediada", con la que se lo ha caracterizado, habla de un catolicismo aislado y sometido al ataque de sus enemigos, y en este sentido no es del todo apropiada para dar cuenta de él, si bien es cierto que solía usarse con frecuencia en la retórica militante de la época.

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