IIDYPCA   23948
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN DIVERSIDAD CULTURAL Y PROCESOS DE CAMBIO
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
La Patagonia Norte en perspectiva binacional: construyendo territorialidad desde la interdisciplina (1958-1976)
Autor/es:
AZCOITÍA, A.; BARELLI, I.; AZCOITÍA, A.; BARELLI, I.; NICOLETTI, M.A.; VEJSBJERG, L.; NICOLETTI, M.A.; VEJSBJERG, L.; LANZA, M; LANZA, M
Lugar:
Milano
Reunión:
Simposio; II Simposio Internacional de Estudios Patagónicos; 2017
Institución organizadora:
Facoltà Scienze Politiche, Economiche e Sociali Via Conservatorio,7 Milano
Resumen:
Dentro del amplio espacio patagónico, la porción norte del territorio posee características singulares como primer espacio conquistado por las armas del Estado (1879-1884) y por su heterogénea composición subregional. Si bien esta diversidad se advierte en un primer golpe de vista en el amplio espacio rionegrino, de la costa a la cordillera pasando por la meseta central, el triángulo neuquino de montañas y ríos impetuosos mete su cuña con el productivo Alto Valle reorientándose en el siglo XX al Atlántico, sin dejar detrás la dinámica transcordillerana de su común historia con la Araucanía chilena. A groso modo, Río Negro puede pensarse como un territorio con fuertes tensiones subregionales internas mientras que en Neuquén, esta tensión se advierte en su búsqueda de integración al espacio nacional desde su singularidad y la perdurabilidad de la idea de aislamiento, de triángulo y de isla que marcaron fuertemente su construcción socio histórica.A lo largo de la historia en Río Negro como puerta y corredor de entrada a la región, emerge la evidencia de la variedad y la excentricidad de su espacio en el que se manifiestan regiones con economías y organizaciones sociales tan diversas: Los Valles, la Zona Andina, la Meseta y la Costa. En Neuquén la montaña compartida con Chile resulta más abierta y porosa que en Mendoza y sus centenares de pasos y boquetes nos habla de una interrelación cordillerana fecunda y continua. En el otro extremo, la costa atlántica rionegrina por su corte y accidentada geografía presenta puertos y abrigos naturales propicios para el comercio exterior y la comunicación, pero fundamentalmente para el espacio neuquino, son el punto de desembocadura de los grandes ríos que surcan su geografía y la escalonada meseta rionegrina. El Colorado, el Negro, el Neuquén y el Limay, fueron asiento de las primeras poblaciones que tras la conquista se transformaron en urbes, sus valles en espacios de desarrollo productivo y su fuerza en fuentes de energía con más provecho para la Nación que para las nacientes provincias norpatagónicas, Río Negro y Neuquén, que comparten procesos comunes en estrecha relación con el espacio allende la cordillera.Caracterizado el espacio, proponemos un recorte temporal que de cuenta de las principales transformaciones del territorio desde el momento clave de provincialización y hasta la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional (1958-1976). En este recorte espacial y temporal norpatagónico, Río Negro centró su repoblamiento en distintos focos y modalidades, en los valles de los ríos al norte, el área andina al oeste, la meseta en el centro-sur y la costa atlántica al este, que pronto constituyeron realidades difíciles de soldar en una identidad común.En Neuquén, siguieron una dinámica triangular desde los lados hacia el interior y sus localidades cordilleranasfueron las de mayor intercambio con la Araucanía chilena. Si bien estas fechas marcan el inició de nuevos procesos, entendemos el tiempo histórico dentro del concepto de localización, es decir como tiempo narrado en el que se desarrollan tramas que dan origen a la historia, tal como el espacio habitado es el espacio construido que da lugar a la geografía (Ricouer, 2006). La densidad histórica es la que nos guiará a través de la tensión entre el pasado territoriano y las preguntas del presente sobre esa etapa clave de la historia norpatagónica. En la conjunción de estas coordenadas inseparables como espacio y tiempo, Antonio C. R. Moraes, concibe a la historia como una apropiación y transformación del espacio terrestre y del medio natural a través del trabajo de las sociedades.La sociedad norpatagónica provincial proviene de una ?sociedad de frontera? de la primera mitad del siglo XX por su movilidad y la ausencia de una clase alta tradicional y poderosa. Su carácter fronterizo no sólo deviene de su alta composición migratoria sino también puede inferirse en la inestabilidad de unas relaciones sociedad-Estado en las que se yuxtaponen una visión crítica del Estado lejano y ausente con un entusiasmo oficialista por las instancias que se muestran capaces de responder a las demandas civiles (Raffo y Bonifacio,2004). La zona cordillera fue la zona ?chilenizada? por excelencia, por ello se transformó tempranamente para el Estado nacional en el "bastión de la argentinidad", institucionalizado a través de Parques Nacionales y del sistema educativo nacional junto con el sistema privado confesional implementado por la Iglesia católica a través de la Congregación salesiana.El proceso histórico es entonces el proceso de formación de un territorio que a través de cambios y permanencias construyen la relación de una sociedad con su espacio. ?La valoración de un espacio puede ser aprendida como proceso históricamente identificado de formación de un territorio? (Moraes, 2005 :17).Desde este postulado adherimos al enfoque regional político-cultural, que ?recupera la región, la regionalización y el regionalismo para los estudios que vinculan al espacio con el poder? y a las regiones o los territorios pensados como entidades geohistóricas, como procesos abiertos y contingentes. Así, estas categorías espaciales no ?son?, sino que ?están siendo?. Y este estar siendo, dentro de este enfoque, se vincula especialmente con las escalas intermedias (o regionales), con los movimientos nacionalistas, regionalistas, municipalistas (sub y transfronterizos), con las formas en que se construyen los sentimientos de pertenencia al lugar, con los modos elegidos por los grupos sociales para reivindicar sus formas de organización del espacio o su pertenencia a los lugares. Este enfoque, además, se interesó particularmente por la dimensión simbólico-conceptual del territorio? (Benedetti, 2011:66). Por ello entendemos que son las prácticas del habitar las que constituyen la existencia de los territorios y nos proponemos un primer acercamiento a la Norpatagonia entre 1958 y 1976, a través de diferentes escalas como ?construcciones deliberadas para abordar una realidad relacional y al mismo tiempo, expresiones de la organización de los procesos sociales? (Laurín, 2010:20).Estas escalas serán analizadas desde una perspectiva interdisciplinaria en la que confluyen la historia, la economía, el turismo y la geografía crítica sobre las acciones interinstitucionales que imponen su organización en el territorio norpatagónico como el Estado y la Iglesia, con agencias y actores supranacionales y privados.El Estado administra un espacio delimitado para el ejercicio de poder donde construye políticas públicas referidas a proyectos de desarrollo que articulan sociedades y culturas, dentro de los cuales se encuentran las prácticas religiosas. Ese Estado central, como primer agente de soberanía y argentinidad en los territorios conquistados, impuso jurisdicciones que no siempre acompañaron la dinámica histórica y territorial que describimos. Por otro lado, la institución con la que el Estado interactuó históricamente ha sido la Iglesia católica, cuya territorialidad construida e impuesta desde escalas supranacionales forjó su dominio tanto en el plano material como simbólico. En la etapa de la provincialización de los territorios, la Iglesia católica impuso su propia jurisdicción en diócesis que en el caso de la Norpatagonia coincidió con los Estados provinciales (Diócesis de Neuquén,1961 y Diócesis de Río Negro,1934). Sin embargo, sus Obispos, Jaime De Nevares y Miguel Hesayne, construyeron una pastoral contra hegemónica al Estado central y los estados provinciales, principalmente durante las dictaduras. Durante este período, ambos obispos en función de la escala supranacional de la Iglesia, tendieron sus redes con las diócesis chilenas del sur en encuentros y pastorales migratorias conjuntas. ?La formación territorial articula una dialéctica entre la construcción material y la construcción simbólica del espacio, que unifica en un mismo movimiento procesos económicos, culturales y políticos " (Moraes,2005: 59).En el plano político, ambas provincias norpatagónicastuvieron un proceso de provincialización lento y conflictivo, ya que había que modificar las antiguas estructuras administrativas territorianas y adecuarlas a los nuevos Estados provinciales, que por primera vez elegían a sus representantes provinciales y nacionales. Proscrito el peronismo, el desarrollista Edgardo Castello con su proyecto político sentó las bases del sistema provincial rionegrino para que ayudaran a sanear los antagonismos y la incomunicación regional centrándose en el programa económico PRO 5. Pero en la década del ?70 el interventor Requeijo intentó desplazar el polo de desarrollo provincial del valle a la capital rionegrina, extrayendo recursos del Alto Valle y trasladándolos al aparato burocrático capitalino hasta que con la vuelta a la democracia en 1973, el gobierno justicialista de Mario José Franco volvió a la política planificadora nacional con protagonismo del Estado que reformulara para Río Negro el Plan Trienal. Los gobernadores neuquinos compartieron algunos proyectos planificadores con sus pares rionegrinos pero abrieron políticamente un camino diferente con un discurso fuertemente reivindicativo de la provincia a la Nación a través de la hegemonía del Movimiento Popular Neuquino y en la equiparación de los intereses de los empresarios locales con los intereses provinciales. A partir de esa equivalencia buscaron exponer las nuevas obras públicas y los nuevos objetos del paisaje regional como prueba de progreso y prosperidad general. La identificación de los sectores dirigentes del MPN con los actores socioeconómicos dominantes se puso de manifiesto incluso bajo los regímenes autoritarios de 1966-1973 y 1976-1983. En la formación de identidades nacionales, ya que tomamos una perspectiva binacional,encontramos un campo propicio para el análisis simbólico de un territorio que podemos llamar "patria" y que como señala Moraes, es "la especificidad histórica de la espacialidad del nacionalismo? (2005:58). Por ello pensar un espacio "binacional" va más allá del análisis de relaciones estatales entre naciones y se adentra en el entramado simbólico y material de una construcción territorial en base a un espacio compartido que cambia y se resignifica con el tiempo. El territorio ya sea entendido como Estado de la Nación o como el proceso histórico de formación de un lugar, pone el énfasis en los procesos económicos y políticos desde el concepto de apropiación y producción del espacio geográfico (Moraes, 2005: 59).La historia socioeconómica norpatagónica de la etapa provincial reconocen antecedentes en los Planes Quinquenales de la etapa peronista, en los que predomina una actividad específica de cada subregión direccionada por el Estado.Esta lógica continúa en el Programa Comahue, formulado por el gobierno nacional entre 1961 y 1965 con el financiamiento de organismos internacionales pero buscando la interrelación de los diferentes ?polos de desarrollo? subregionales. Pero la década del ?70 no representó solamente una etapa de discontinuidad institucional, sino que fue también un momento de dura crítica y crisis de los modelos de Estado y de mercado interno de los ?60. Solamente la posibilidad de financiación externa y la continuación de la extracción de recursos energéticos bajo un esquema dependiente del Estado nacional, permitieron sostener la expansión de los estados provinciales, sin poder desarrollar, por otra parte, un aparato productivo local.Si bien el estudio de lo ?binacional? no debe agotarse en el análisis de las relaciones entre los Estados, esta es una dimensión del problema que tampoco se puede obviar ya que, sin determinarla, condiciona irremediablemente el escenario en el que se despliega el entramado simbólico y material que configura el espacio compartido. En este sentido, en lo referido a las relaciones entre argentino-chilenas durante el período en cuestión, debemos señalar que el golpe de 1955 implicó un quiebre en el acercamiento impulsado durante el gobierno de Juan Domingo Perón (1946-1955), el cual se materializó tanto en la ruptura de acuerdos comerciales establecidos con el gobierno de Carlos Ibañez del Campo (1952-1958) como en una creciente tensión fronteriza que finalmente eclosionó en el incidente del Islote de Isnipe (1958). Pese a la creciente influencia castrense que se desplegaba en las distintas esferas estatales, el retorno de gobierno civiles, en el marco de la democracia proscriptiva implantada entre 1958 y 1966, junto con un contexto regional prolífico en proyectos de integración, permitieron inscribir los vínculos binacionales en un escenario dominado por la cooperación y la idea de que el desarrollo constituía un imperativo que se alcanzaría en forma conjunta. El golpe de junio de 1966 implicó un cambio dramático en la política exterior, con una dictadura que priorizó el cercamiento a su par brasileña, con la cual compartían tanto el alineamiento con los Estados Unidos, como la idea de conformar una alianza militar sobre la base de la existencia de ?fronteras ideológicas? (Rapoport, 2005; Zapata y Zurita, 2005). En este escenario, el gobierno chileno comprendió que debía aliarse con los gobiernos democráticos que subsistían en la región para evitar aislamiento político en el Cono Sur (Medina Valverde, 2004, Valenzuela Lafourcade, 1999). Sin embargo, a principio de los setenta comenzó a evidenciarse un clima de distensión y acercamiento que se profundizó con la asunción del dictador Alejandro Agustín Lanusse (1971-1972). Este nuevo contexto favorable para las relaciones binacionales se inscribía en el abandono de la estrategia de las ?fronteras ideológicas? y su reemplazo por el ?pluralismo ideológico?, el cual no sólo se proponía abrir mercados en la región sino también equilibrar su capacidad de negociación frente a la política expansiva de seguida por la dictadura brasileña (Rapoport, 2005; Zapata y Zurita, 2005). Este acercamiento hacia Chile se mantuvo prácticamente inalterable hasta 1977, año en el que el conflicto por el canal del Beagle irrumpió en la agenda diplomática binacional, configurando un delicado escenario que estuvo muy cerca de derivar en un enfrentamiento armado.