IDH   23901
INSTITUTO DE HUMANIDADES
Unidad Ejecutora - UE
artículos
Título:
Fragmento sobre el eclipse del alma
Autor/es:
MATTONI, SILVIO
Revista:
Nombres (Córdoba)
Editorial:
Universidad Nacional de Córdoba - Facultad de Filosofía y Humanidades
Referencias:
Lugar: Córdoba; Año: 2013 p. 209 - 219
ISSN:
0328-1574
Resumen:
¿Qué es el alma? Una pregunta así supone la existencia de un elemento que no sea físico, algo no corporal, en la composición de un ente, cuya naturaleza también es un supuesto. ¿Hay algo en un cuerpo que no sea materia? Al menos en la idea de cuerpo se integra un fenómeno inmaterial, el movimiento. El animal, lo animado, es la potencia de moverse integrada en un cuerpo. Y el alma podría ser entonces lo que mueve al cuerpo. ?Psicoanálisis? y ?filosofía?, si bien la primera es una construcción moderna, son dos palabras griegas. Y los griegos inventaron diversos discursos sobre el alma, a partir de la mera sombra que acompañaba la identidad del cuerpo y que se desprendía, se olvidaba y se hundía de nuevo en la sombra cuando el movimiento llegaba a su fin, hasta la difundida postulación de que algo no muere y que después de la cesación del animal ese elemento persistía, porque había existido antes, totalmente exento del mundo natural, donde nada existe que no muera. También los griegos se dedicaron al análisis de la psyjé. Sin desprenderse demasiado de la idea de que ese soplo, esa chispa no corporal, estaba compuesta de materia, sin abandonar tampoco la escisión entre lo físico y lo intangible, se pusieron a dividir la potencia que mueve en base a disposiciones, capacidades y afecciones. Aristóteles resume con afán exhaustivo la tradición especulativa que él mismo proyectaba hacia el pasado cuando dice que el alma tiene una parte racional y otra irracional (olvidemos por un momento la aberración latina de la ratio que aparece en estas traducciones). ¿Qué quiere decir esto? Simplemente que hay facultades o disposiciones que se pueden controlar, a las que el alma ordena. Se trata entonces de facultades que responden a palabras. Esa parte del alma, ?superior? en el platonismo y más allá también, habla. Puede darse a sí misma leyes o sugerencias. Le dice al cuerpo que haga ciertas cosas, que deje de hacer otras. Pero el cuerpo no se mueve sólo por las palabras que pasan, que se le transmiten desde arriba. La parte no controlada del alma tiene su imperio, a espaldas de la parte que habla. Son movimientos principalmente afectivos, a veces necesidades del cuerpo que éste impone a su contraparte incorpórea. Las dos partes del alma compiten por el dominio del cuerpo. Y se diría que esa lucha pone en un escenario inmaterial la escisión previa entre cuerpo y alma. Siguiendo este pasaje o elevación a grados más alejados de la materia, podría pensarse en otro combate, en el interior de la parte del alma que habla, entre ciertas palabras, los imperativos coherentes y bien argumentados, y otras palabras, efectos de causas inexplicables, reactivas, manifestaciones de partes lejanas del alma, quizás mensajes o traducciones parciales de lo indecible que es un cuerpo, quizás mociones del mero organismo, del animal cualquiera, y hasta de lo inorgánico que lo compuso, células, partículas, fluidos, todo ese torbellino ínfimo e infinito que constituye el universo material y que en griego se dice en plural: ?átomos?. Como si en la división misma de alma y cuerpo, y luego en la división entre alma dirigente y alma insumisa, entre lógica de las palabras y absurdo de las palabras, hubiese que buscar aquello que no se puede dividir más. ¿Y no sería eso un ?análisis?? Pero, ya lejos de los griegos, creemos saber que lo indivisible no existe. Su búsqueda fue una historia de la filosofía: aspiración a un saber sobre lo último, el elemento simple, el sustrato material de la división interminable.