IDH   23901
INSTITUTO DE HUMANIDADES
Unidad Ejecutora - UE
artículos
Título:
Introducción. Géneros y sexualidades, ¿Y músicas populares?
Autor/es:
SILVINA ARGÜELLO; MARIA DE LOS ANGELES MONTES
Revista:
Recial
Editorial:
Universidad Nacional de Córdoba
Referencias:
Lugar: cordoba; Año: 2022 vol. XIII p. 7 - 15
Resumen:
En las últimas décadas, las ciencias sociales han desarrollado un enorme interés por el modo como se producen los géneros y sexualidades, así como por las relaciones de poder de las que emergen y que contribuyen a sostener o desafiar.Y aunque es cierto que los géneros sexuales no son fenómenos meramente discursivos, también es cierto que los discursos intervienen de manera innegable en la producción de masculinidades hegemónicas y feminidades enfatizadas (Connell y Messerschmidt, 2021), por ejemplo. Y, también, que las prácticas a través de las cuales se hace género, con las que se reproducen o se disputan definiciones, tienen una dimensión significante y, en ese sentido, pueden ser leídas como discursos. Esto es así por la doble determinación social de la que hablaba Eliseo Verón (1993): todo discurso es un hecho social ?que interviene en la realidad? y todo hecho social es, en una de sus dimensiones constitutivas, resultado de un proceso de producción de sentido y, por lo tanto, puede ser analizado en clave discursiva1.Entendido así, discurso no equivale a texto o palabra. Discurso es una dimensión de los hechos sociales, su dimensión dialógica y semiótica. Y, como hechos sociales, no pueden analizarse por fuera de las condiciones sociales en las que emergen y de las que toman sentido.Por su parte, las músicas populares son un tipo muy particular de hecho social, porque tienen una penetración enorme en la cotidianeidad de las personas. En la actualidad podemos encontrar miles de personas que no leen diarios, o que no leen libros, pero es mucho más difícil encontrar personas que no escuchen algún tipo de música. Estas músicas les ofrecen relatos y sentidos con los que interactuar, con los que narrar(se) su propia experiencia. Las músicas ingresan a los hogares, a los ordenadores, a los automóviles, a los smartphones, con mucha más facilidad que otros tipos de paquetes significantes. A diferencia de los productos culturales creados para las élites intelectuales, las músicas populares requieren, para su apropiación, de niveles de atención variables y de competencias al alcance de sus usuarios, lo que las vuelve accesibles y adaptables a diversos contextos y usos2. Así, camufladas de inofensivas, las canciones ingresan a nuestra cotidianeidad y desde allí interactúan con nosotros de diferentes maneras, desde que somos tiernos infantes hasta la ancianidad.Resulta lógico, entonces, preguntarnos por su rol en la producción, reproducción o transformación de los estereotipos de género, por ejemplo. Pero, ¿cuál sería su rol exactamente? En principio, y desde un sentido común muy elemental, podemos suponer que las músicas populares ?por ser músicas que narran principalmente afectos, músicas que se bailan y se vivencian en prácticas sociales fuertemente ritualizadas, que se constituyen como la banda sonora de los vínculos sexoafectivos de las juventudes?, son un hilo constitutivo, y constituyente, de las subjetividades contemporáneas y de las relaciones afectivas entre los géneros. Partiendo de esa constatación, parece una verdad de Perogrullo afirmar la existencia de una íntima relación entre géneros, sexualidades y las músicas populares y, sin embargo, la pregunta esconde una trampa: la relación no puede ser una sola.