INVESTIGADORES
LUXARDO Natalia
artículos
Título:
Narrativas sobre el cáncer. La experiencia de enfermedad entre población del conurbano bonaerense
Autor/es:
LUXARDO N.
Revista:
Signos Universitarios
Editorial:
Universidad del Salvador
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2005 vol. 24 p. 143 - 156
ISSN:
0326-3932
Resumen:
El propósito de este trabajo es abordar, dentro de un amplio abanico de posibilidades, dos maneras antagónicas de apropiarse de un diagnóstico de enfermedad oncológica avanzada a partir de un  recurso metodológico sumamente utilizado en la antropología médica en el estudio de las dolencias o padecimientos: las narrativas sobre la enfermedad (Kleinman 1988; Good 1994; Garro 2000). Las narrativas constituyen una herramienta de especial sensibilidad para “adentrarnos” en las vivencias, los significados y los sentidos que las personas otorgan a para explicar y entender que les sucede. Específicamente trabajaremos dentro de la denominada “tradición centrada en los significados” cuyo eje  principal  es entender a la enfermedad no como una entidad natural y externa a la cultura sino como un fenómeno significante  que requiere de un marco explicativo (Geertz 1987; Good 1994; Kleinman 1998).  En este mismo sentido señala Good (1994), la enfermedad no deja de ser un fenómeno social construido a partir de la interacción de procesos biológicos, prácticas sociales y significados, ligados a experiencias de vida y enmarcado en determinado contextos. En el caso del cáncer, debemos resaltar el hecho de que se trate de una de las enfermedades actuales que conllevan los más poderosos sentidos y cargas simbólicas,  de acuerdo a varios estudios (Kleinman 1996; Schávelzon 1998, Sontag 1978). Su carácter de aparición “aleatorio”, largamente incontrolable es una amenaza directa a los valores de la sociedad occidental contemporánea. Además tiene un grado de impredecibilidad e injusticia  que obliga a las personas a enfrentarse con la falta de control de  la muerte.  Compartimos con Kleinman (1996) que simboliza nuestra necesidad de darle un sentido moral al “Por qué a mí?” que las explicaciones científicas no alcanzan a contestar por completo. En su dimensión metafórica se conjugan imágenes de una invasión de la víctima por un agresor despiadado que despacio pero sin pausa va consumiendo a la persona desde adentro. Hunt (2000) menciona que los estudios previos sobre el cambio de identidad a partir del cáncer han considerado las adaptaciones cognitivas psicológicas que los individuos  hacen para enfrentar, lidiar con su enfermedad cuando son considerados en el contexto social y cultural mayor se ve que están sujetos a problemas de presión, negociación, deberes y derechos como individuos, al mundo local moral y cultural. Alizande (2002) desde la perspectiva del psicoanálisis señala que la palabra cáncer “opera como un significante que conmueve al psiquismo”, abriendo canales representacionales y afectivos con la consiguiente aparición de  “fantasías” encadenadas: sufrimiento, invasión, agresión, ataque, invalidez, deterioro, muerte. Dicho impacto desestabilizador requiere una reorganización de la dinámica psíquica. Surgen nuevas sensaciones corporales (dolor, alteraciones en los órganos, etc.) que conmocionan el esquema del cuerpo; como señala esta autora “el enemigo ha entrado en la propia carne”, marcando, en uno, el territorio de lo ajeno. Tener cáncer requiere movilizar fuentes para el tratamiento, asistencia para el cuidado, renegociar privilegios y obligaciones adentro de jerarquías sociales y familiares, es decir, como bien señala Kleinman (1996) las posibilidades de que las personas con cáncer tienen para resistir o retrabajar tales asuntos varían de acuerdo a sus posibilidades, fuentes disponibles, en definitiva a la posición que tengan en el sistema. Con relación al material heurístico, los dos relatos con los que trabajaremos han sido seleccionados entre las entrevistas abiertas, extensas y recurrentes tomadas a pacientes con cáncer internados en el Hospital Municipal de Oncología “Marie Curie” (Ciudad Aut. De Buenos Aires) durante el año 2003. En función de mantener la confidencialidad de los informantes, los nombres que utilizamos (Ana y Berta) son ficticios.