INVESTIGADORES
LUXARDO Natalia
artículos
Título:
El final de la vida como objeto de debate público: avatares de la ?muerte digna? en Argentina
Autor/es:
ALONSO, J., LUXARDO, N., POY, S., BIGALLI, M.
Revista:
Sociedad. Revista de Ciencias Sociales
Editorial:
Facultad de Ciencias Sociales
Referencias:
Año: 2013
ISSN:
0327-7712
Resumen:
Producto de cambios culturales, demográficos y epidemiológicos, y de la profesionalización y los avances en el campo médico, durante el siglo XX se consolidó la tendencia a que la muerte y el final de la vida ocurran bajo la esfera de la medicina en las sociedades occidentales (Illich, 1978; Ariès, 1992, 2000; Seale, 2000).   Una serie de innovaciones técnicas (como la ventilación pulmonar,  la resucitación cardiopulmonar y la nutrición artificial, entre otras) inaugura en los ?50 y el ?60 la terapia intensiva, modalidad asistencial que modificó de manera significativa la gestión médica del proceso de morir (Menezes, 2000; Seymour, 2001; Lock, 2002; Gherardi, 2007). Estas innovaciones permitieron mantener órganos vitales por medios tecnológicos, posibilitando así la prolongación artificial de la vida y dando origen a estatus liminares entre la vida y la muerte, que obligan a repensar las nociones de ?vida? y ?persona? (Kaufman, 2000). En  los años ?60 y ?70, el desarrollo y los avances en el campo de la trasplantología contribuyeron a modificar los criterios mismos para determinar la muerte (Lock, 2002). La posibilidad técnica de prolongar la vida indefinidamente, sumado a la necesidad de preservar la vitalidad de los órganos de los donantes, derivó en el establecimiento de nuevos criterios para la definición de la muerte, determinada hasta ese momento por la detención de las funciones cardiopulmonar o cardiorrespiratoria. En 1968, una Comisión de Harvard planteó un nuevo criterio para definir el final de la vida -la ?muerte cerebral?- que en décadas posteriores fue adoptado en diferentes países. Por su parte, a fines de la década del ?60 surgen las primeras críticas (dentro y fuera de la medicina) al proceso de medicalización y tecnologización de la muerte. La emergencia y desarrollo del movimiento de los hospices y los cuidados paliativos (Clark y Semour, 1999; Castra, 2003; Menezes, 2004), los movimientos a favor de la eutanasia y del derecho a morir con dignidad (Emmanuel, 1994; McIereney, 2000), el mayor énfasis en el respecto de la autonomía de los pacientes (Williams y Calnan, 1996; Lupton, 1997) y el desarrollo de la bioética como disciplina (Rothman, 1991), contribuyeron a cuestionar la forma de gestionar la muerte en contextos médicos y al uso intensivo de tecnología en el periodo final de la vida. Los debates sobre los límites a las tecnologías de soporte vital, el encarnizamiento terapéutico, las directivas anticipadas y, en menor medida, el suicidio asistido y la  eutanasia[1], han conformado la agenda de la discusión pública reciente sobre el final de la vida en Argentina. Durante el año 2011, varios casos particulares cobraron visibilidad en los medios de comunicación (el pedido de la madre para que desconectaran a su hija de dos años con estado vegetativo permanente, la demanda de una joven de 19 años que pedía ser sedada para evitar el sufrimiento) y pusieron en la agenda de discusión pública la forma en que el final de la vida es gestionado en ámbitos médicos, abriendo un debate en buena medida inédito en el país, que culminó con el tratamiento parlamentario y con la sanción de la llamada ley de ?muerte digna? en el Congreso Nacional en mayo de 2012.   El objetivo del artículo es describir y analizar los recientes debates públicos en torno a este proceso que culminó en la sanción de la ley que habilita a los pacientes con enfermedades incurables o terminales a rechazar o suspender procedimientos que prolonguen o sostengan la vida por medios tecnológicos.  [1] El encarnizamiento terapéutico remite a la utilización de técnicas desproporcionados a los resultados que se desean o se pueden obtener en el final de la vida, que prolongan de forma innecesaria la agonía y aumentan el sufrimiento del paciente. Por su parte, la eutanasia es la muerte provocada por un tercero, por medio de la administración de una droga en dosis mortales. En el suicidio asistido la administración de la droga es efectuada por el propio paciente, a quien se le provee la misma para su eventual uso (Gherardi, 2007).