INVESTIGADORES
ESPERON Juan Pablo Emanuel
capítulos de libros
Título:
Heidegger, Deleuze, Nietzsche y la ontología
Autor/es:
JUAN PABLO E. ESPERÓN
Libro:
Pensar con Deleuze. Pensar do otro modo la realidad, la acción, la creación y el deseo
Editorial:
FAIA
Referencias:
Lugar: BUENOS AIRES; Año: 2016; p. 8 - 66
Resumen:
Según Heidegger, la metafísica occidental se constituye y se caracteriza, desde su comienzo histórico, por estar determinada desde una estructura de pensamiento cuyo carácter es la oposición disyuntiva exclusiva que presupone la lógica de la identidad. Dicha estructura está constituida por polos que se oponen entre sí para, luego, fundamentar la reducción de uno a otro. Ello pone en marcha a la metafísica misma y a la propia historia de occidente, dado que, tal estructura de oposición que fue instituida por Platón al establecer dos realidades opuestas en donde una funciona como fundamento de la otra, y donde la verdad opera del lado del fundamento en detrimento del otro, termina por adoptarse en toda la historia de la metafísica, elaborando de la misma manera y bajo la misma lógica la reducción, a saber: de lo múltiple a lo uno (antigüedad griega), de las creaturas al creador (medioevo), y de lo representado a la representación (modernidad). Ello, a su vez, muestra ciertos límites en la comprensión de la realidad que creemos deben ser puestos en cuestión y discutidos. Exponemos, a continuación, esta problemática y, por otro lado, abordamos una posición alternativa al planteo de la tradición filosófica occidental a partir de la recepción deleuziana del pensamiento de Nietzsche. En Deleuze hemos encontrado un original modo de pensar, en el que se muestra una lucha feroz contra toda lógica de oposición metafísica, porque, justamente, esta lógica limita la actividad del pensamiento. Por ello, Deleuze pone todo su esfuerzo en elaborar una ontología de la diferencia y el devenir, esto significa que en la filosofía deleuziana hay un movimiento del pensamiento hacia una liberación del ser de su condición de fundamento que lleva, al filósofo francés, a mostrar que la realidad del ser es retornar como diferente. El problema específico que aquí nos ocupa, entonces, se inserta en el marco general de las discusiones actuales y contemporáneas en torno al problema de la noción de diferencia, en particular la distinción heideggeriana entre la diferencia óntica y la diferencia ontológica, y el lugar que Deleuze le otorga a la filosofía de Nietzsche dentro de este marco conceptual. La filosofía como la literatura y las artes, a diferencia de las ciencias, no han dejado de plantearse desde hace un siglo el problema de lo nuevo, de la novedad, de la posibilidad de crear o de inventar una nueva forma de pensamiento que no sea una repetición más o menos sutil o una interpretación más o menos sugerente de lo ya producido por la filosofía en su historia anterior. Ya en 1806 Hegel había sostenido que la filosofía había llegado a su culminación y se había convertido en ?saber absoluto?, único al que cabe el nombre de Ciencia Verdadera. De allí en más, el marxismo, el positivismo, la filosofía analítica, el kantismo, el estructuralismo, entre otras influyentes corrientes de pensamiento, han proclamado el fin de la metafísica y la muerte de la filosofía, de lo cual se deriva la imposibilidad de la novedad. En este contexto, muchos autores se sumaron decididamente al proyecto cientificista, acrecentando las críticas al perimido proyecto filosófico que quedaba relegado a las escuelas anacrónicas y a la erudición histórica como antecedente de las ciencias o a la esfera estética o literaria sin pretensiones de verdad. En la segunda parte del siglo XX, en el ámbito francés en particular, pareció plantearse para la nueva generación de filósofos una alternativa de hierro entre las lecturas renovadas de la filosofía hegeliana, cuya totalización del saber no solamente comprendía el conjunto de la historia del conocimiento y el sentido de la historia sino que parecía tener la capacidad para integrar a sus mismos críticos (marxismo, existencialismo) y el estructuralismo que, proviniendo de la lingüística (humanidades) se proponía como un marco científico capaz de eludir las confusiones y aporías de las ciencias históricas o ciencias del espíritu. Autores como Foucault y Deleuze rechazaron decididamente estas alternativas impuestas por la coyuntura histórica y afirmaron la posibilidad de ?pensar de otro modo?. Esta posibilidad debe distinguirse no solamente de las propuestas mayormente aceptadas del marxismo, el existencialismo (sartreano o heideggeriano) o el estructuralismo sino también sus negaciones: las filosofías de la falta, de la ausencia, de la carencia. ¿Es posible pensar de otro modo? ¿De qué manera? ¿No se está en todos los casos dentro de las alternativas planteadas desde las formas de pensamiento hegemónicas? ¿Cómo dar lugar a lo nuevo en el pensamiento si ya todo ha sido pensado? Problemas análogos se plantean en el ámbito de la literatura: ¿cómo escribir algo nuevo si ya todo parece haber sido escrito? Acaso sólo quepa la posibilidad de cultivar, comentar o enriquecer la obra de un escritor consagrado. Tal sería la función de la erudición o la crítica literaria pero no una nueva escritura. Deleuze no deja de alentar la construcción de un nuevo modo de pensar y de vivir. Sin embargo, advierte que la novedad no consiste en un nuevo elemento o caso particular que se desprenda o desarrolle del sentido de la historia ni tampoco en la negación determinada de los resultados últimos de la historia de la filosofía. Siguiendo a Nietzsche, señala que lo nuevo se identifica con lo ?intempestivo?. De acuerdo con esta perspectiva, lo nuevo nunca está ya dado ni insinuado ni contenido en la historia sino que es el producto del devenir, de combinaciones inéditas o de ?encuentros? aleatorios y contingentes, como los llama Althusser. Para la filosofía, para el pensamiento, lo nuevo consiste en la construcción de un plano que haga posible para una época particular llevar sus fuerzas hasta el extremo de lo que pueden, es decir, que hagan posible la creación. No se trata, sin embargo, de una creación ex nihilo. Siempre se pueden encontrar antecedentes, ejemplos, casos de creación, tanto en el pasado como en el presente, que potencien las fuerzas del pensamiento. Pero estos ejemplos no se encuentran, por lo general, en las figuras que Hegel denominó los ?héroes del pensamiento?, es decir, en los autores que las historias de la filosofía no dejan de citar y estudiar, sino en aquellos otros que han sido enterrados, sepultados, olvidados, reprimidos, ignorados, excluidos del panteón de los héroes. Las incursiones que Deleuze hace en la historia de la filosofía son siempre para rescatar a estos autores ?menores?: Lucrecio, los estoicos, Hume, algo de Leibniz, algo de Kant, Bergson, y sobre todo, Spinoza y Nietzsche. Esta investigación focalizará en el último caso como ejemplo del ejercicio de una nueva manera de pensar. Buscamos comprender qué elementos de los que protagonizan su interpretación, tratamiento y uso del pensamiento de Nietzsche son innovadores para la filosofía actual. ¿Qué tiene de ?intempestivo? este modo de pensar? ¿Qué significa que la filosofía es siempre (in)actual? ¿Qué encuentros se suscitan entre Nietzsche y Deleuze? Por ende, planteado este escenario, en el presente apunte nos proponemos delimitar la cuestión del fundamento y la verdad en la tradición filosófica occidental a partir de preguntarnos ¿qué son y cómo se constituyen tanto el fundamento como la verdad? tomando como eje central la lectura heideggeriana sobre esta cuestión en dos conferencias agrupadas bajo el título ?Identidad y Diferencia? pronunciadas en 1956 y 1957. Luego relevamos algunas conexiones de la recepción deleuziana de la filosofía de Nietzsche expuestas en su libro ?Nietzsche y la filosofía? en donde Deleuze se propone resignificar nociones claves de la filosofía del pensador alemán para mostrar que la realidad del ser es diferir y no fundamentar.