INVESTIGADORES
SCHORR Martin
congresos y reuniones científicas
Título:
?¿Más desarrollo y menos dependencia? El actual proceso de transnacionalización de la burguesía argentina?
Autor/es:
SCHORR, MARTÍN Y WAINER, ANDRÉS
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; Segundo Forum de la Asociación Internacional de Sociología; 2012
Resumen:
La ?globalización? financiera y productiva ha estado caracterizada, entre otras cuestiones centrales, por una fuerte expansión de los flujos financieros y comerciales y el crecimiento de las empresas transnacionales. América Latina no ha sido la excepción, sino más bien lo contrario, exhibiendo un sustancial incremento de la presencia del capital extranjero en su territorio. Ciertamente, la presencia de grandes empresas multinacionales en los países latinoamericanos no es una novedad circunscripta al período más reciente, dado que las mismas han estado presentes desde hace más de un siglo. No obstante, el carácter y el peso de las mismas, así como su rol, han variado significativamente en las últimas décadas. En una primera etapa previa a la sustitución de importaciones, la llegada del capital extranjero a la región latinoamericana estuvo motivada fundamentalmente por la necesidad de abastecer la creciente demanda de materias primas y alimentos de los países centrales. Dado que en los países productores de este tipo de bienes se llevaba a cabo un empleo más extensivo e intensivo de la fuerza de trabajo, esto derivaba en una menor composición orgánica del capital que en los países centrales y, por lo tanto, en la posibilidad de obtener un mayor plusvalor y, con ello, una tasa de ganancia más alta que en el centro. Sin embargo, la propia exportación de capital hacia la periferia supuso un aumento de la productividad y una elevación de la composición orgánica, lo cual determinó una reducción en el valor de las mercancías y una caída en la tasa de ganancia que determinó la reversión de los hasta entonces favorables términos de intercambio (Marini, 2007). En el caso particular de la Argentina, este ingreso del capital extranjero estuvo matizado por la alta productividad de la actividad agropecuaria y el fuerte peso de la oligarquía terrateniente. En este sentido, la percepción de una renta internacional a raíz de la producción agropecuaria (Arceo, 2003) le permitió a la Argentina consolidar una poderosa clase dominante local que se asoció sin mayores conflictos al capital extranjero al proveerle este de los medios necesarios para poder comercializar la producción agropecuaria (ferrocarriles, infraestructura, etc.) y los bienes suntuosos que consumía la burguesía local con los ingresos provenientes de las exportaciones. Las dos guerras mundiales y el inicio de los procesos sustitutivos de importaciones permitieron el desarrollo de una burguesía industrial local. No obstante, aproximadamente desde mediados de siglo XX las empresas transnacionales se fueron insertando en los sectores más dinámicos de las economías latinoamericanas, convirtiéndose así, en la mayoría de los casos, en la nueva fracción hegemónica dentro del bloque dominante. Por ese entonces se suponía que las necesidades de desarrollo de la industria local excedían las capacidades de ahorro interno. La inserción de grandes empresas transnacionales beneficiaría a los países subdesarrollados a partir de impulsar una diversificación de la estructura industrial y la transferencia de la tecnología más avanzada, lo cual eliminaría los problemas derivados de la falta de producción local en eslabones clave de la cadena productiva derivados del hecho de de contar una industria ?infantil?, la falta de economías de escala y la mencionada ?insuficiencia? del ahorro doméstico. Más allá de los resultados obtenidos por cada país a partir del masivo ingreso del capital extranjero a mediados del siglo pasado, la situación en las dos últimas décadas es significativamente diferente a la imperante en ese entonces. Si anteriormente las filiales llevaban a cabo la producción de forma autónoma, manejadas por directivos locales, en la actualidad la mayor parte de las directivas sobre el proceso de producción proceden directamente desde la casa matriz, la cual tiene en cuenta las necesidades globales de la compañía, lo cual incluye los procesos parciales de producción de las restantes filiales alrededor del planeta. Hasta mediados de la década de 1970 la rentabilidad de las filiales de las empresas transnacionales dependía, en el mediano plazo, del crecimiento del mercado interno y, dado que por lo general la capacidad instalada superaba la capacidad de absorción del mercado, del grado de protección que gozaba el mismo. En cambio, a partir de la década de 1990 la rentabilidad pasó a depender de la relación entre el costo local de producción y el precio del mercado mundial. De esta manera, la inversión extranjera directa sólo se justifica si los costos son lo suficientemente reducidos (esto es, teniendo en cuenta la localización, menores en términos absolutos frente a los de otras filiales en la región o en el mundo) y permiten la exportación o si, a pesar de tener costos más elevados, aún justifican la subsistencia de la inversión para el abastecimiento del mercado interno. Si bien esta última situación es similar a lo que ocurría hasta mediados de la década de 1970, a diferencia de aquel entonces buena parte de los segmentos más relevantes del proceso productivo suelen ser relocalizados debido a los menores costos que se obtienen en otros sitios. La aplicación de un conjunto de reformas estructurales en América Latina a partir de los lineamientos del ?Consenso de Washington? a comienzos de la década de 1990 favoreció principalmente a las empresas transnacionales, dado que permitió incrementar su capacidad competitiva a partir de la posibilidad de localizar los distintos fragmentos de su producción en donde los costos fuesen menores. En este sentido, la transnacionalización del gran capital exige que las distintas fracciones capitalistas alcancen un tamaño adecuado para operar en dichos mercados, lo cual origina un acelerado incremento de la concentración y centralización del capital y otorga al capital extranjero una ventaja competitiva decisiva sobre las fracciones meramente nacionales (Arceo, 2005). Para subsistir en este contexto, y frente a la desaceleración general del crecimiento del mercado, los grandes capitales locales han procurado profundizar su inserción en el mercado mundial y/o regional. En el caso argentino, en un primer momento durante el decenio de 1990 la inversión extranjera directa se dirigió en buena medida al sector no transable -especialmente hacia las firmas de servicios públicos privatizadas, las cuales fueron por lejos las más rentables del conjunto de la economía (Abeles, 1999; Azpiazu, Forcinito y Schorr, 2001)-, mientras que en la segunda mitad de la década la extranjerización también alcanzó fuertemente al sector productivo, principalmente, aunque no exclusivamente, a aquellas ramas que contaban con ventajas absolutas, sobre todo aquellas vinculadas a la producción agroindustrial, minera y petrolera y de otros commodities. Se puede afirmar que, de alguna manera, en América Latina se ha pasado de un modo de acumulación en el cual se procuraba inducir el ingreso de las firmas transnacionales y, eventualmente, el desarrollo del capital nacional a través de una política arancelaria e industrial cuyo objetivo era reproducir la estructura de producción y consumo del centro, a otro en el cual, en un marco librecambista, el crecimiento ha pasado a estar basado principalmente en las exportaciones, las cuales son determinadas por las ventajas absolutas de cada país (Arceo, 2009). Si bien a distintos tiempos y niveles, estas transformaciones han significado cambios en la composición de los bloques dominantes y un reacomodamiento de las distintas clases y fracciones de clase. Al respecto, hay dos procesos que se destacan y que, con mayor o menor intensidad, se han dado en los países más grandes de la región: por un lado, una creciente extranjerización de la economía y, particularmente, de las grandes empresas; por otro lado, cierta ?internacionalización? de empresas locales. La Argentina no ha sido la excepción a este proceso, aunque quizás se destaque sobre el resto por la intensidad y la rapidez del proceso de extranjerización vivido desde la década de 1990, más aún teniendo en cuenta que era uno de los países de la región con mayor presencia de empresas nacionales. Como contracara de este proceso de extranjerización, se observan unos pocos grupos económicos locales que han seguido estrategias de internacionalización con relativo éxito. En el presente trabajo se intenta, en primer lugar, dimensionar el proceso de extranjerización que sufrió la cúpula empresarial argentina en las últimas dos décadas y, en segundo lugar, identificar los casos de internacionalización ?exitosa? de algunos grupos económicos locales y analizar sus rasgos más sobresalientes. La principal hipótesis que guía la investigación es que los impactos de la inserción de países como la Argentina en la globalización no son simétricos y que, lejos de revertir el carácter dependiente de sus economías, tienden a consolidarlo.