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La actualización sucesiva del programa de modernización nacional señala la transición desde su enunciación a mediados del siglo pasado, en los marcos del liberalismo romántico, a la orientación particular que asume con el positivismo a partir de 1880 bajo el imperativo del progreso, hasta su cuestionamiento por las tendencias que confluyen en el año 1910. Diversas interpretaciones acerca del proyecto que consolidó la Argentina moderna tienen lugar en la evaluación efectuada en el Centenario. Este momento particular impulsa a definir posiciones respecto al recorrido trazado por la nación, su situación presente y futura; así como se observa en la producción discursiva de la época un intento de construir una imagen del país, donde se reflejan las contradicciones que se desprenden del mismo proyecto implementado.Las categorías utilizadas para articular este programa, entre ellas principalmente la de civilización con toda la carga utópica que contiene el discurso civilizatorio, van a ser reformuladas en relación a la realidad social conflictiva que se experimenta entonces. Existe así una dinámica establecida entre la mediación discursiva y la organización material de la sociedad, la cual se verifica especialmente para la función utópica que posibilita a través de la recreación del imaginario colectivo la concreción de un proyecto político e institucional. El recurso a la civilización como ideal a alcanzar conduce en la práctica un plan de modernización en la Argentina. Existe, además, una inflexión del campo ideológico particularmente notable hacia 1910, donde influye la situación especial que se experimenta en el clima cultural y social. En particular, se analizan las diferentes enunciaciones acerca de la civilización y el progreso en las variantes que presentan Joaquín V. González, Agustín Álvarez, Leopoldo Lugones y las formulaciones utópicas del socialismo y el anarquismo.

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