INVESTIGADORES
FERREIRO Hector Alberto
congresos y reuniones científicas
Título:
¿Ha sido el continente americano ‘la tierra del futuro’? Hegel y las Américas doscientos años después
Autor/es:
FERREIRO, HÉCTOR
Lugar:
Berlín
Reunión:
Workshop; Workshop "Hegel in/on Latin America"; 2022
Institución organizadora:
Freie Universität Berlin
Resumen:
La superación del principio del miembro de la nación - que en la periodización del Sistema de Hegel remite al momento de las cualidades naturales del espíritu en la Antropología - por el principio del ciudadano - que es, en cambio, específico del estadio de la Eticidad en cuanto forma final de objetivación del “espíritu libre” – señala una profundización cualitativa en el proceso de toma de conciencia de la libertad de autodeterminación como verdadera esencia de todo ser humano. Pero el reemplazo del ius sanguinis por el ius soli no es un fenómeno único de los Estados Unidos: el derecho a ser ciudadano sobre la base del simple hecho como tal que los seres humanos nacen ya dentro de una sociedad dada en algún lugar de la Tierra fue reconocido e incorporado en su respectiva legislación por los países de todo el continente americano a partir del siglo XIX -y todavía en nuestros días sigue siendo a nivel mundial un fenómeno casi exclusivo de esa región. La práctica del ius sanguinis, en cambio, fue y sigue siendo una propiedad esencial del principio del “Viejo Mundo”; en esto, en efecto, Europa comparte en esencia la misma postura que los países de África, Medio Oriente y Asia. En conflicto con la imagen que ha forjado de sí misma, según la cual corporiza el principio universalista del humanismo ilustrado, Europa no fue en los tiempos de Hegel ni se ha convertido realmente desde entonces en un conjunto de Estados constituidos sobre el principio de los Derechos del Hombre (Rights of Men), como los llamó Thomas Paine, es decir, de los derechos que derivan de aquello que define al animal humano como específicamente humano. Por el contrario, Europa continúa hasta hoy reconociéndole a los miembros de sus sociedades numerosos derechos solo sobre la base de su pertenencia a la nación, en cuya autocomprensión juegan en la práctica un rol de relevancia características puramente naturales como la etnicidad - Eric Hobsbawm habla en este contexto general de “nacionalismo étnico”. El vínculo intrínseco entre el derecho a la ciudadanía y el “derecho de la sangre” implica, como uno de sus corolarios inmediatos, la naturaleza eminentemente hereditaria del primero. Así, por regla general los países europeos otorgan su respectiva ciudadanía a personas nacidas en cualquier otro país del mundo si apenas uno solo de sus padres o uno solo de sus abuelos –o incluso, en algunos casos, uno solo de sus bisabuelos– es o fue ciudadano nacional, siempre y cuando no se haya interrumpido a lo largo de las generaciones la “transmisión” de la ciudadanía. En este contexto resuena el eco de la crítica de Marx al carácter “zoológico” de la monarquía hereditaria: “En este sistema, la naturaleza produce inmediatamente reyes, senadores, etc. como produce ojos y narices. […] [L]a dignidad corpórea del hombre o la dignidad del cuerpo humano […] se presenta de forma tal que determinadas –y, por cierto, las máximas– dignidades sociales son las de ciertos cuerpos predestinados[.]” Es justamente una novedad específica de los países de América el haber dejado de concebir el eventual hecho que los progenitores y ancestros de un individuo hayan nacido en otro u otros países como un obstáculo cuasi-zoológico al derecho de ese individuo a ser ciudadano del país en el que él mismo ha nacido y en cuya sociedad se ha socializado. Al menos bajo este aspecto en particular, esto es, para decirlo sin rodeos, por haber logrado dejar atrás ese resabio ancestral de tribalismo - lo cual no es precisamente un acontecimiento de poca relevancia para la Historia Universal -, el continente americano ha resultado ser “la tierra del futuro”.