INVESTIGADORES
FERREIRO Hector Alberto
capítulos de libros
Título:
Reflexiones sobre la eventual actualidad teórico-política del romanticismo e idealismo alemanes
Autor/es:
FERREIRO, HÉCTOR
Libro:
Fragmentos de Jena. Escritos sobre las raíces de la filosofía clásica alemana en tiempos de indigencia
Editorial:
Casimiro
Referencias:
Lugar: Madrid; Año: 2024;
Resumen:
Liberados el romanticismo y el idealismo del lastre secular de su vínculo imaginario con la “catástrofe alemana” deviene una vez más posible recurrir a ellos para repensar los problemas teóricos y prácticos del presente y localizar nuevos instrumentos conceptuales para su solución. En este contexto recobran interés numerosos temas que fueron objetos privilegiados de reflexión por parte de los pensadores románticos e idealistas. El romanticismo exaltó la Revolución Francesa como un acontecimiento epocal de reivindicación de los derechos de los individuos contra la opresión de las formas anquilosadas de la religión y la organización estatal. Los pensadores románticos se rebelaron contra el orden burgués en todas sus formas, contra la pauta ubicua de la razón económico-instrumental. Para Kant, lo que es útil e intercambiable no posee dignidad, sino precio. El rechazo romántico de la exhaustiva reducción del mundo a mercancía conduce a la recuperación del valor infinito de la naturaleza, en esa medida, a su “reencantamiento”. En una misma línea, el romanticismo preconiza tendencialmente todos los fenómenos no cuantificables, aquéllos que no permiten ser calculados en términos mercantiles: la corporeidad, el erotismo, la pasión, la imaginación y la fantasía, el arte y la poesía, lo telúrico, la diversidad individual y cultural. El idealismo, por su parte, busca una síntesis entre la concepción ilustrada del mundo material y la visión pre-moderna del mismo. El resultado de esa mediación es la explicitación de las estructuras del propio espíritu humano presentes en su comprensión del mundo, toda vez que para el idealismo el mundo es siempre la teoría de la mente humana sobre el mundo. El pensamiento ilustrado pudo por ello confundir la filosofía de la naturaleza de los idealistas con una visión de lo material viciada de antropomorfismo, más próxima a la mística y a los bestiarios medievales que a las ciencias naturales de la Edad Moderna. El idealismo, por el contrario, encuentra en esta suerte de principio antrópico de toda teoría un factor de liberación moral y política. La toma de conciencia de que es el sujeto el que crea sistemas de sentido y que, por tanto, éstos deben reflejar en sí mismos su origen humano, implica el corolario de que con las teorías –sea cual sea el ámbito de la realidad que ellas busquen explicar– se trata en verdad de dispositivos de ordenamiento para el conocimiento y la acción construidas por la propia subjetividad humana; en esta medida, en su origen no se encuentran datos brutos de un supuesto orden natural que debe, por tanto, ser respetado sacralmente, sino la propia comunidad de sujetos vivientes. Aunque haya dejado tras de sí y olvidado el proceso de mediaciones que le dio origen, aunque se presente, pues, como replegado sobre sí mismo y, en esa medida, como la suma de re-presentaciones de un orden encontrado en el mundo, cada sistema de ideas contiene el conjunto de prácticas subjetivas inferenciales que lo constituyeron y que fueron realizadas por múltiples sujetos en plexos históricos concretos. El idealismo consiste en explicitar a la subjetividad actuando en el objeto y, con ello, en conminar el peligro de la mutación de las teorías en ideologías. El fundamento último de la libertad descansa para el idealismo menos en el orden determinado que funciona como condición de posibilidad del ejercicio de la libertad que en el modo de autoconcepción de la propia subjetividad. A partir del mundo de las autoconcepciones del sujeto –para Hegel se trata del ámbito específico del sujeto que ha devenido por ello mismo absoluto– derivan luego, como sus corolarios prácticos, las formas concretas de ordenamiento social y político. Si bien asume en sí numerosos motivos románticos, el idealismo aspira también a una mediación de esos elementos con las contribuciones teóricas de la Ilustración, con la que guarda entonces una relación menos crítica que el romanticismo. Fruto de este espíritu más ecuménico y menos orientado a la ruptura, defiende una concepción más pacífica de la racionalidad capitalista y el mundo burgués. Hegel reivindica así el rol positivo del mercado con su división social del trabajo y una concepción menos revolucionaria y más reformista de la vida política. El neoliberalismo contemporáneo se concibe a sí mismo como el sistema que resulta naturalmente del principio de la libertad negativa. Una tesis central del idealismo alemán es que para que sea posible el ejercicio de la capacidad de decidirse autónomamente por diferentes metas es necesario el marco efectivo de la libertad positiva. Sin la presencia de un orden racional con poder coercitivo sobre los miembros de la sociedad para regular su conducta, la libertad negativa de esos miembros, a primera vista disminuida y parcialmente cercenada por aquel orden, no es en la práctica posible. El “Estado mínimo” al que aspira el liberalismo negativo resulta en formas más o menos veladas, más o menos explícitas, según el caso, de opresión para un número creciente de individuos que interactúan bajo su régimen. Las estructuras heredadas de ordenamiento de la interacción de los miembros de una comunidad dada -el respectivo statu quo-, por un lado, y, por el otro, el nuevo orden que resulta ya de la propia conducta de esos miembros sobre la base de sus talentos innatos, sus diferentes elecciones de vida, su esfuerzo personal y no por último el azar y la contingencia tienen como efecto natural para algunos individuos la potenciación de su capacidad de ejecutar acciones libres; para otros, en cambio, el debilitamiento y contracción de esa capacidad. Es precisamente a contrarrestar la posibilidad de que cristalicen desequilibrios y obstáculos para el ejercicio de la libertad individual de cada cual a lo que apunta la teoría del Estado de las filosofías que, como el romanticismo e idealismo alemanes, privilegian la libertad positiva por encima de la libertad negativa.