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Las aplicaciones biotecnológicas han experimentado grandes avances en sectores económicos tan diversos como la salud humana y animal, la agricultura, la tecnología de alimentos, la protección del medio ambiente, los sectores energético y farmacéutico, el sector del petróleo, la fabricación de productos químicos, el tratamiento y fabricación de madera, pulpa y papel, entre otros. En particular, los procesos catalizados por enzimas han sido considerados para su aplicación en la industria debido a sus numerosas ventajas frente a los catalizadores convencionales no biológicos (elevada estereo y regioselectividad, condiciones moderadas de reacción, fácil manipulación, estructura molecular relativamente simple y ausencia de necesidad de cofactores caros) (Bordusa, 2002). A pesar de las ventajas arriba mencionadas, el empleo de enzimas no se ha generalizado en los procesos químicos industriales ya que al ser solubles en agua, su separación de los sustratos y productos es difícil y por ende, no se pueden reutilizar. Además, las enzimas presentan estructuras lábiles e inestables frente a factores físicos (calor, radiación), químicos (oxidación, reducción, disolventes orgánicos, iones metálicos, fuerza iónica, pH) o biológicos (proteólisis, modificación y degradación enzimática), los cuales disminuyen su actividad catalítica y solubilidad a medida que transcurre el tiempo (Illanes, 1999). En particular, la catálisis enzimática en fase heterogénea (enzimas inmovilizadas) ha permitido, por un lado, el uso más eficaz del catalizador al estabilizar la estructura proteica de la enzima y por otro lado, el desarrollo de procesos continuos con todas las ventajas operacionales asociadas, haciendo del proceso biotecnológico un proceso económicamente rentable (Katchalski-Katzir, 1993; Liese et al., 2000; Travascio et al., 2002).