INVESTIGADORES
BENITES Maria Jesus
artículos
Título:
Entre el asombro y el espanto: un acercamiento a la Relación de Fray Gaspar de Carvajal por el Río Grande de las Amazonas.
Autor/es:
BENITES, MARÍA JESÚS (COMPILADORA VOLUMEN)
Revista:
Telar. Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos
Editorial:
IIELA. Facultad de Filosofía y Letras. UNT
Referencias:
Lugar: San Miguel de Tucumán - Tucumán ; Año: 2008 vol. VI p. 54 - 74
ISSN:
1668-3633
Resumen:
En 1539 Gonzalo, el menor de los hermanos   Pizarro y en ese momento uno de los hombres más ricos del Nuevo Mundo,  llegó a Quito, con el objetivo inicial de descubrir el llamado País de la Canela. Los datos brindados por expedicionarios e indígenas daban noticias “certeras” de su existencia.  Pero Pizarro preso de una febril ambición sumó otro móvil a su empresa: el descubrimiento y exploración de un reino rico en oro, plata y piedras preciosas. La leyenda original de una laguna (la de Guatavita), en cuyo lecho yacía una cantidad inconmensurable de oro generó unos de los mitos más persistentes y trágicos del proceso de conquista y colonización: El Dorado. Ambos, el País de la Canela y la laguna del Hombre Dorado estaban ubicados en algún punto de la gran selva oriental, más allá de la cordillera, más allá de los volcanes y por debajo del Ecuador.  Pizarro partió a fines de febrero de 1541 con una tropa cercana a los 280 hombres. En el valle de Zumaco, luego de un mes de grandes padecimientos, se unió a ellos Francisco de Orellana junto con 23 compañeros que había reclutado en Guayaquil. Los expedicionarios caminaron durante meses hasta llegar a la confluencia de los ríos Coca y Napo con los bastimentos prácticamente agotados, y pesando sobre ellos la desilusión y amargura: el soñado país de la canela no era más que un grupo de árboles dispersos.                       En esta instancia el estado de la tropa es crítico, surge la propuesta de navegar el río en busca de sustento. Para ello Pizarro ordena la construcción de un bergantín. Orellana se ofrece para ir río abajo en la precaria nave y buscar provisiones; Pizarro, en tanto debía caminar, con los hombres que se encontraban en mejores condiciones físicas, por la ribera hasta que el primero regresara o enviara alimentos. El plazo para el retorno eran, a lo sumo, doce días. Pero Orellana jamás volvería ... En este trabajo me acerco a la escritura de un testigo invalorable del viaje: la Relación escrita por el fray Gaspar de Carvajal, de la orden de Santo Domingo quien acompañó, entre enero y septiembre de 1542 a Orellana en su discurrir por el Río.  Si bien el texto de Carvajal es el más completo y  único testimonio  directo del viaje permaneció inédito hasta 1894 año en que el estudioso chileno José Toribio Medina lo incorporó a su obra Descubrimiento del Río de las Amazonas. Una primera versión de la Relación  de Carvajal es transcripta, con algunas modificaciones y agregados, en la Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano de Gonzalo Fernández de Oviedo. La problemática sobre las representaciones textuales del espacio, es el centro de mi interés ya que en el relato éste se constituye en una dimensión determinante. El vínculo emocional es evidente en la Relación de Carvajal: por un lado la escritura, en este caso más que en ninguno de los textos revisados,  está subyugada al gesto narrativo, por otro esa vivencia en el nuevo espacio geográfico está mediatizada por el miedo. La escritura refleja una oscilación entre el asombro y el espanto ante lo desconocido.