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En la contemporaneidad de el exceso de información, de su disponibilidad casi irrestricta en la red, y la potenciación de la apropiación indebida de la misma, genera prácticas de acumulación de fuentes fragmentadas así como la promoción de consensos sobre perspectivas teóricas, fundamentalmente producidas en el Hemisferio norte, que hace del "estado de cosas post-modernas (léase post-ilustración)" en vez de un diagnóstico un axioma con valor de recomedación. Decretado el fin de la Historia, de la Política y de la Modernidad misma, la ética pasa a ser una cuestión arbitraria, y los actos una cuestión de la decisión individual y autorreferencial. El ensayo reclama atención e interés acerca de la función representativa del lenguaje y un abordaje histórico del vínculo autor-obra, estética y ética. Asimismo, denuncia la crítica serial, su complicidad con un horizonte posthumano, reclamando que la ética y la responsabilidad sean restituidas en el arte , la literatura y el discurso que se ocupa de ellos.