INVESTIGADORES
PAGE Carlos Alberto
artículos
Título:
I Gesuiti sardi delle misión del Paraguay
Autor/es:
PAGE, CARLOS A.
Revista:
Theológica & Historica
Editorial:
Pontificia Facoltà di Teologia di Cagliari
Referencias:
Lugar: Cagliari; Año: 2007 p. 385 - 407
ISSN:
1973-6193
Resumen:
Para ingresar a la Compañía de Jesús, en aquellos años iniciales del siglo XVII, había que cumplimentar una serie de difíciles requisitos impuestos por la Iglesia y la propia Orden. No bastaba la larga formación literaria y ascética. Incluso para obtener un destino deseado se debía solicitar formalmente al Padre General a través de las que se conocen como cartas indipetae o Indipetarum. Pero muchos de estos pedidos no pudieron ser cumplidos y no faltaron sujetos que dos, tres y más veces insistieron ante el superior, incluso escribiendo con su propia sangre. Pero no necesariamente debían solicitarlo, pues en la Congregación VIII de 1646 se resolvió que se envíen a las misiones sujetos aptos ?aun sin pedirlo ellos?. El deseo más ferviente de los antiguos jesuitas era seguir los pasos de San Francisco Javier quien despertó el espíritu misional de la cristiandad de su tiempo.  Por solo dar un ejemplo, entre las poco más de nueve mil cartas que conserva el archivo central de los jesuitas en Roma, bien viene al caso la carta escrita por el padre Juan Antonio Manquiano quien lo hace por consejo y dirección del P. provincial, expresando: ?Por la cual suplico a VP por las llagas de Cristo, quiera dignarse consolarme: a lo menos darme licencia de hacer voto (hasta que sea tiempo de ir) que cuanto es de mi parte, no sólo no lo impediré, antes procuraré con todos los medios posibles alcanzar el ir a la parte donde haya mayor trabajo: porque es tanto el amor que siento, que me parece será escrúpulo de no hacer este voto: y así lo hago si fuere voluntad de VP, delante de Dios y de su santísima Madre.             El P. Manquiano tuvo que aguardar 12 años para ver cumplido su sueño. Desde entonces comenzaba la historia de un grupo de hombres que, alejados de su patria, iban a entregarse por la salvación de las almas y para mayor gloria de Dios. Tampoco fue fácil el ingreso a las Indias para los extranjeros, incluyendo los sardos, a pesar de encontrarse incorporados a la corona española en tiempos que los jesuitas conquistaron espiritualmente su provincia del Paraguay. Aquella importante región de Sudamérica que comprendía los actuales territorios de Argentina, Uruguay, sur de Brasil, Paraguay, sur de Bolivia y Chile. Los religiosos que pretendían viajar debían contar con una licencia del superior de su Orden que era evaluada por el Consejo de Indias. Los trámites los realizaba el Procurador de la provincia, elegido en la Congregación Provincial y que tenía como misión más importante en su viaje a Europa la de reclutar nuevos operarios para las misiones. En muchas ocasiones, sino en la mayoría, los jesuitas extranjeros cambiaron su nombre. Lo hicieron desde la expedición de 1616, donde figura por ejemplo el flamento Claudio Royer con el nombre de Claudio Roberto. Hasta podían alterarlo dos veces como su compatriota llegado en 1628 Josse Van Suerck, escrito como Justo de Andrada en las listas de embarque y luego Justo Mansilla en las misiones. De los italianos también podemos presentar varios ejemplos de distinto tipo; se encuentran los que traducen el apellido como Julio Luis Lupo que lo cambia por Lobo; los que usan el segundo nombre como apellido, como Pedro Hortensio Sabalote por Pedro Hortensio; los que lo cambian totalmente como Francisco Broglia por Céspedes, o por simplificación ortográfica Juan Domingo Di Martino por Martínez y por cuestiones de pronunciación como Antonio Macioni por Machoni. Los motivos no sólo eran por el temor de no conseguir su pase, sino también por descuido y poco entendimiento de quienes escribían las listas o incluso trataban de hacerse pasar por españoles para aumentar el número de extranjeros que las cédulas permitían. Otros dicen que se castellanizaban los apellidos para disimular la condescendencia del Consejo de Indias para con los jesuitas, aunque si seguimos el expediente de alguna de estas expediciones comprobaremos lo dilatado del burocrático trámite. Los primeros misioneros extranjeros fueron los italianos P. José Cataldini que se encontraba desde 1586 y Simón Mascetta desde 1608. Cuando hizo su entrada el primer provincial Diego de Torres trajo 16 misioneros, cuatro eran italianos. Ellos fueron el milanés Juan Bautista Ferrufino, el napolitano Marcoantonio D`Otaro, el nacido en Benevento Vicente Griffi y quien fue luego uno de los mártires de Elicuria en 1612, el toscano Horacio Vecchi. Pronto sus nombres resonaron en la región y el mismo gobernador del Paraguay Hernando Arias de Saavedra le escribió al rey el 4 de mayo de 1610 expresando la necesidad de misioneros: ?Y si entre estos Padres viniesen la mitad de ellos italianos, esté VM cierto no se haría mejor efecto, porque los que de esta nación han entrado en esta provincia, así muchos años ha, como de poco tiempo a esta parte, se han señalado en el trabajo, y así son de mucha virtud y ejemplo?. Los alemanes y flamencos llegaron después de 1614, pero nunca van a faltar misioneros italianos que incluso se destacaran notablemente.. En todos los viajes que hicieron los procuradores ?siguiendo a Storni y Kratz- contabilizamos 23 sardos que efectivamente trabajaron en el Paraguay. De ellos 5 fueron de la provincia de Nuoro, 10 de Sassari y 8 de Cagliari. Sacerdotes fueron 18 y coadjutores 5. Finalmente 8 volvieron a morir a su patria luego de la expulsión. También hubo otros 6 que figuran en las listas de embarque pero que no aparecen trabajando en el Paraguay ya que algunos pasaron por Buenos Aires de camino a Chile, que se separó de la provincia del Paraguay en 1625. Otros y como un caso particular, dimiten, como el H. Pedro Pablo Lepori y el P. Antonio Lecca, que lo hacen ambos en 1705 y por motivos que desconocemos. Otro caso excepcional es el del P. Francisco María Bensonio que, aunque nace en Génova su formación es en Cerdeña y trabaja en el Paraguay.