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En ecosistemas fuertemente restringidos por recursos del suelo, la comunidad vegetal y sus microorganismos están limitados por N y, estos últimos, también por C. Sin embargo, en pastizales áridos el conocimiento de cómo afecta las diferencias específicas, en cuando a tasas de crecimiento relativas (TCR), la competencia entre pastos por N y con microorganismos es incipiente. El agregado de C podría favorecer a los microorganismos que inmovilizarían N en detrimento de los pastos. Realizamos un estudio de tres años en un área clausurada al ganado doméstico en la Estepa Patagónica. En dos inviernos consecutivos (0 y 12 meses) generamos parcelas (1m2) con fertilización con: 330gC.m-2 (C lábil; sacarosa); 2gN.m-2 (NH4NO3); 2gN.m-2+330gC.m-2 y sin fertilización (controles). A los 6, 18 y 30 meses de la primera fertilización extrajimos muestras de suelo para medir biomasa total y específica de pastos, en dos profundidades (0-10cm y 10-20cm) e incubamos muestras de suelo para medir emisión de CO2, como proxy de actividad de microorganismos. A los 18 meses la aplicación de C redujo 1,5 veces la biomasa total (en 0-10cm). Esta diferencia estuvo asociada a la menor biomasa de las especies con altas TCR (Poa ligularis y Bromus pictus). Además, la emisión de CO2 fue tres veces mayor que en los otros tratamientos. Estos efectos desaparecieron a los 30 meses. Inferimos que en la estepa ante el enriquecimiento de C y N lábiles, los microorganismos responden inmovilizando el N, lo que afecta a las especies de pastos con mayores requerimientos de nutrientes (especies con altas TCR). La falta de crecimiento de raíces entre 0 y 10 cm también podría deberse a un efecto inhibitorio de la sacarosa, aunque no existen antecedentes de este efecto. Que los efectos no perduren en el tiempo demuestra que el sistema es resiliente a este tipo de perturbaciones.