INVESTIGADORES
MAURIZIO Roxana Del Lujan
libros
Título:
Tras la crisis: El nuevo rumpo de la política económica y laboral en Argentina y su impacto
Autor/es:
MARTA NOVICK; CARLOS TOMADA; MARIO DAMILL; ROBERTO FRENKEL; ROXANA MAURIZIO
Editorial:
Oficina Internacional del Trabajo
Referencias:
Lugar: Ginebra; Año: 2007 p. 137
ISSN:
978-92-9014-852-4
Resumen:
Cambios en la política macroeconómica argentina a la vuelta del sigloMario Damill, Roberto Frenkel y Roxana Maurizio
Este documento presenta y analiza las políticas macroeconómicas
aplicadas en la Argentina en los años noventa y en el período que siguió
al colapso del régimen de convertibilidad a fines de 2001. También
estudia las conexiones entre las políticas macroeconómicas y la evolución
y el desempeño de las variables del mercado de trabajo y de algunos indicadores
referidos a la distribución del ingreso y las condiciones sociales.
Desde 1991, la Ley de Convertibilidad transformó al Banco Central
prácticamente en una caja de conversión. Las restricciones legales
sobre la capacidad del Banco Central de manejar de forma autónoma la
base monetaria determinaron que la liquidez y el crédito doméstico quedaran
sujetos a la evolución del stock de reservas internacionales, esto es,
al resultado del balance de pagos. Además, la configuración macroeconómica
de los noventa combinó la apertura comercial con un tipo de
cambio apreciado que resultó en un déficit comercial crónico y un creciente
déficit de cuenta corriente. Para sostener cualquier tasa positiva de
crecimiento la economía necesitaba un flujo considerable y creciente
de capitales externos.
En una primera fase, de fuertes ingresos de capital, la economía
se expandió al tiempo que crecía la vulnerabilidad a los shocks externos.
La volatilidad de las condiciones financieras internacionales era transmitida
mecánicamente al nivel de actividad doméstica y al volumen de
empleo.
El giro desfavorable en la situación financiera internacional ocurrido
en 1997-1998, tras las crisis del sudeste de Asia y de Rusia, encontró
a la Argentina con un déficit de cuenta corriente alto y creciente, una
moneda apreciada y una perceptible carencia de instrumentos de política
para hacer frente a este conjunto de problemas, dada la rigidez del
esquema macroeconómico adoptado. El riesgo país subió y la economía
se estancó. La crisis brasileña de 1999 también se sumó a la serie de shocks
negativos. Hacia fines de 2000 se inició una corrida contra el peso. Esta
continuó intermitentemente a lo largo de 2001 llevando al régimen
macroeconómico a su crisis final.
A primera vista resulta sorprendente que la crisis y el masivo default
tuvieran lugar en un país que por largo tiempo fue considerado como un
ejemplo del éxito de las políticas del Consenso de Washington. Casi hasta
el final de los noventa, el FMI y la mayoría de los analistas en los merca-
dos financieros consideraron a la experiencia argentina como un caso exitoso
de políticas macroeconómicas y reformas estructurales en el contexto
de globalización financiera. El régimen de caja de conversión argentino
era frecuentemente mencionado como ejemplo de una «solución de
esquina» factible para la política cambiaria de un país emergente.
En la Argentina de la convertibilidad pudo observarse un claro ciclo
en el empleo. La tasa agregada de empleo tendió a subir a principios de
los noventa, luego disminuyó gradualmente hasta ubicarse a fines de
1996 bien por debajo de la tasa de empleo de 1990. Las privatizaciones
y el ajuste fiscal en las provincias tuvieron que ver con este comportamiento,
pero el mayor impacto negativo provino de la reestructuración y
la concentración ocurridas en el sector productor de bienes transables
debido a la apertura comercial y a la apreciación del tipo de cambio.
El fin del régimen macroeconómico de los noventa reunió una serie
de eventos traumáticos que incluyeron una dramática depresión de la
actividad económica, una crisis financiera, el default parcial de la deuda
pública, una fuerte devaluación del peso y un considerable empeoramiento
de las condiciones sociales en el período 2001-2002.
Sin embargo, desde el segundo trimestre de 2002 el PIB ha venido
creciendo a tasas muy elevadas, de entre 8 y 9 por ciento al año. El documento
muestra que los factores domésticos fueron los principales detrás
del punto de inflexión de 2002. La recuperación fue de hecho alentada
por el cambio de precios relativos causado por la devaluación y también
por un conjunto adecuado de políticas que, a pesar de fallas y ambigüedades,
fue exitosa en estabilizar el mercado cambiario y los precios domésticos
y en recuperar los equilibrios macroeconómicos básicos. Entre los
factores detrás de esta recuperación debe destacarse el lanzamiento de un
programa de subsidios de desempleo en el segundo semestre de 2002 (el
llamado «Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados»). Este programa
suministró ingresos a alrededor de 1,8 millones de beneficiarios. La
mejora de los salarios nominales estuvo asociada a la rápida caída del desempleo
y también fue estimulada por una política oficial consistente en
aumentos de suma fija al sector privado determinados por decreto
durante el período 2002-2004.
Hay evidencia significativa de que un tipo de cambio real competitivo
tiende a incrementar la intensidad laboral del producto dado un
determinado nivel de actividad o tasa de crecimiento. De esta manera, la
recuperación del empleo estimuló el consumo privado a través de dos
Tras la crisis: El nuevo rumbo de la política económica y laboral en Argentina y su impacto
efectos: por un lado, incrementando el número de perceptores de salario
y, por el otro, contribuyendo a la suba de los salarios reales.
Entre los principales pilares de la recuperación económica se
encuentra el fuerte ajuste en el resultado de la cuenta corriente del balance
de pagos y en las cuentas fiscales. La reestructuración parcial de la deuda
pública jugó un papel preponderante en la consolidación de las cuentas
fiscales tras la crisis. Esta involucró una quita significativa en el monto
nominal de la deuda pública así como una reducción importante en las
tasas de interés y una considerable extensión de los plazos de vencimiento.
Además, el gobierno captó parte del efecto ingreso de la devaluación a
través de los impuestos a las exportaciones, lo que también contribuyó en
buena medida a la consolidación fiscal.
El documento examina en detalle las políticas monetarias y cambiarias
del período post-crisis, prestando atención a las relaciones entre el
FMI y la Argentina luego de la devaluación y el default. Se argumenta que
el apoyo del FMI estuvo ausente precisamente cuando hubiera sido más
necesario: en el período posterior a la devaluación, cuando los esfuerzos
para estabilizar la economía eran el centro de la política económica.
Aunque la crítica de la nueva conducción al apoyo que el FMI había dado
a la convertibilidad fuera justificada, esto no daba razón para restar
soporte a la política de estabilización post-devaluación. Al contrario, la
autocrítica que realizó el FMI implica de hecho un reconocimiento de su
parte de responsabilidad por la crisis. Consecuentemente, mayor debería
haber sido el compromiso asumido por el organismo con los intentos de
estabilización. Lejos de ello, las autoridades argentinas tuvieron que confrontar
permanentemente con el staff del FMI para defender su diagnóstico
y preservar sus grados de libertad.
A principios de 2002, por ejemplo, el FMI presionó para dejar que
el peso flotara libremente. Cuando la medida demandada por el FMI fue
aplicada, hubo una violenta disparada del precio del dólar, como era esperable,
y una fuerte aceleración de la inflación. El país no obtuvo nada a
cambio de esa prior action. Poco tiempo después, se aplicó un nuevo programa
de estabilización que mantenía la flotación pero introducía intervenciones
en el mercado de cambios y reforzaba algunos controles a fin
de estabilizar el tipo de cambio. Esta política también encontró la oposición
del FMI, aunque en esta oportunidad las demandas del organismo no fueron
atendidas. Las medidas de intervención y control que fueron aplicadas
pese a la oposición del staff del Fondo resultaron cruciales para la estabilización
del tipo de cambio y la inflación. Claro está que si la política eco-
Cambios en la política macroeconómica argentina a la vuelta del siglo
nómica hubiese seguido la orientación que quería darle el FMI, la evolución
de la economía se habría parecido más a lo que el staff esperaba. La
aplicación de las medidas promovidas por el FMI hubiera transformado
su diagnóstico implícito en una profecía auto-cumplida. Finalmente, a
fines de 2006 el gobierno decidió cancelar por anticipado la totalidad de
la deuda pendiente con el FMI, por más de US$ 10 mil millones.
Hacia fines de 2002 la subida del precio del dólar pudo detenerse y
siguió una fase de apreciación del tipo de cambio. El proceso de apreciación
nominal y real finalizó a mediados de 2003, fundamentalmente
como resultado de una decisión deliberada de política económica. La preservación
de un tipo de cambio real competitivo y estable (TCRCE)
estaba ganando reconocimiento en la orientación de política oficial. El
gobierno comenzó a hacer referencia explícita a la importancia de preservar
un TCRCE en la estrategia económica oficial. A pesar de que los
anuncios no identificaban un objetivo particular de política, las operaciones
del gobierno en el mercado de cambios tanto del Banco Central
como del Tesoro de hecho mantenían el precio del dólar en un rango
entre $ 2,8 y $ 3,10. Esta política cambiaria ha sido llevada a cabo en conjunto
con una política monetaria basada en metas cuantitativas de creación
monetaria que comenzó a instrumentarse en 2003. Desde entonces,
el Banco Central empezó a enfrentar más abiertamente la situación de
tener que lidiar con dos objetivos potencialmente conflictivos: la preservación
de un tipo de cambio competitivo mediante la intervención en el
mercado cambiario, en simultáneo con el cumplimiento de las estrictas
metas de expansión monetaria anunciadas en el programa monetario. A
fin de suavizar las presiones a la apreciación en el mercado de cambios y
alivianar así las necesidades de intervención del Banco Central, en junio
de 2005 se introdujeron controles sobre la cuenta de capital.
En el período de reactivación, el empleo y los salarios se recuperaron
de manera significativa. La tasa de empleo a tiempo completo recuperó
toda la caída sufrida en el período de la convertibilidad, alcanzando
niveles similares a los de principios de los ochenta. Por otro lado, la tasa
de empleo total (excluyendo los planes sociales) alcanzó el máximo observado
en las series disponibles.
La brecha de salarios entre los extremos de la distribución también
se ha reducido, lo que contribuyó a la caída de la desigualdad entre los
trabajadores. Uno de los factores que favoreció este proceso fue la significativa
política de ingresos implementada por el Gobierno Nacional
Tras la crisis: El nuevo rumbo de la política económica y laboral en Argentina y su impacto
desde mediados de 2002 a través de los aumentos de suma fija y los incrementos
del salario mínimo.
En efecto, el índice de Gini de los ingresos de la ocupación principal
cayó 8 por ciento entre el primer semestre de 2003 y el mismo período
de 2006, pasando de 0,472 a 0,435. Sin embargo, a pesar de la reversión
en la tendencia hacia una mayor desigualdad, todavía existe una alta
concentración de ingresos que responde al elevado nivel de desigualdad
que existía antes del cambio de régimen.