INVESTIGADORES
GRECO Mauro Ignacio
congresos y reuniones científicas
Título:
Jorobados y subalternos: la representación de los sujetos de las clases populares argentinas, en El Jorobadito de Roberto Arlt.
Autor/es:
MAURO GRECO
Lugar:
Mendoza
Reunión:
Jornada; Xl Jornadas Nacionales de Investigadores en Comunicación. "Tramas de la comunicación en América Latina contemporánea. Tensiones sociales, políticas y económicas"; 2007
Resumen:
Este trabajo se propone analizar la representación de las clases populares, de las décadas del ?20 y del ?30 del siglo pasado, a partir de la lectura ?oblicua y desviada? (Guinzburg, 1981: 11) del libro de cuentos de Roberto Arlt ?El Jorobadito? (1995) El trabajo estará organizado en tres partes: en la primera, luego de exponer tanto qué realizamos como por qué creímos que debíamos hacerlo, así como también las definiciones de ?lo popular? de las que partiremos, desarrollaremos la primera de nuestras dos hipótesis, en los tres apartados que la comprenderán. En la segunda parte del trabajo expondremos la segunda de nuestras hipótesis, relacionada con lo que será la tercera parte del trabajo, donde, más que una hipótesis, desarrollaremos una propuesta de debate al respecto de las relaciones y tensiones entre las dimensiones de ?la cultura? y el adjetivo de ?lo culto?, y las pertinencias o impertinencias de continuar utilizando aquel concepto al momento de hablar de los ?capitales culturales? de las clases burguesas. En relación con la primera de nuestras hipótesis, si entendemos por mito paranoico la mirada burguesa sobre las clases populares que concibe las mismas como peligro y amenaza, y por las lecturas ?populistas? las perspectivas condescendientes para con la ?cultura popular?, no en tanto afirmación de resistencia sino de ?borramiento? de la dominación que la atraviesa, la primera de nuestras hipótesis será que la representación arltliana de lo popular en ?El Jorobadito? está alejada tanto del ?mito paranoico? de las clases burguesas argentinas, como de una mirada ?populista? y plebeyista. La segunda de nuestras hipótesis será que, si desde el 17 de octubre del ?45 -a modo de fecha simbólica-, hasta el 24 de marzo del ?76 -a modo de fecha simbólica- ?lo popular? era relativamente hallable y definible, antes y después de estas fechas las definiciones sobre qué es ?lo popular? y dónde está se vuelven sumamente dificultosas. Por último, la tercera parte del trabajo posee como objetivo proponer la discusión al respecto de la pertinencia o impertinencia de continuar pensando las clases burguesas en serie con los capitales y posesiones a los que remitiría el adjetivo ?culto?. Retomando tanto a Ricardo Piglia (1993) como a Ángel Rama (1984), mientras que el modo que se han dado las clases burguesas para transmitir sus poderes -es decir, saberes- ha sido el mundo letrado de la escritura, la forma en que las culturas populares han hecho lo propio, o sea, combatido los saberes -es decir, poderes- burgueses, ha sido por la afirmación de sus propias tradiciones mediante el mundo popular de la oralidad. En otras palabras: por la tradición oral que adolece de texto. O, al menos, del mismo texto, escritural y letrado, con el que cuentan las clases burguesas. Al referirnos a uno de los medios por los cuales los sectores hegemónicos han conservado y hasta acrecentado su poder, hablamos de textos, por supuesto burgueses, pero también letrados y escriturales, deteniendo, no obstante, allí la serie, la construcción sinonímica. Es decir, no extendemos a las clases burguesas ni a los textos escriturales con los que cuentan más adjetivo que el de ?letrado?, ya que, consideramos, continuar produciendo la serie que asemeja todo ?lo burgués? y dominante no sólo a lo escritural sino también a lo ?culto? es, legitimistamente (Grigñón y Passeron, 1991), reproducir la idea -burguesa, por cierto-, de que ?la cultura? fue, es y será sólo aquello que las clases hegemónicas realicen y posean. Y que, por lo tanto, serán los sujetos integrantes de aquellas los únicos susceptibles de ser elogiados por todo lo que, en nuestra sociedad, comprende el siempre tan bien valorado epítote de ?culto?. De esta manera, en este tercer apartado propondremos la discusión al respecto de nuestra sospecha de que ya no todo ?lo burgués? y dominante es, entendiendo por ?culto? aquello que determinada sociedad, en cierto momento histórico y cultural, considera como las prácticas dignas del reconocimiento social y simbólico que implica catalogar actividades bajo aquel adjetivo. En contrapartida con lo anterior, dado que, pensamos, no todo ?lo burgués? > y hegemónico merece la adjetivación de lo que, social y culturalmente, entendemos y comprendemos dentro de la noción de ?culto?, no todo ?lo popular?, sin negar su profunda raigambre e histórica tradición de cultura definida y atravesada por la oralidad, resultaría no ?culto?. Es decir, carente de las positivas valoraciones que significa catalogar un consumo o práctica de ?culta?.Este trabajo se propone analizar la representación de las clases populares, de las décadas del ?20 y del ?30 del siglo pasado, a partir de la lectura ?oblicua y desviada? (Guinzburg, 1981: 11) del libro de cuentos de Roberto Arlt ?El Jorobadito? (1995) El trabajo estará organizado en tres partes: en la primera, luego de exponer tanto qué realizamos como por qué creímos que debíamos hacerlo, así como también las definiciones de ?lo popular? de las que partiremos, desarrollaremos la primera de nuestras dos hipótesis, en los tres apartados que la comprenderán. En la segunda parte del trabajo expondremos la segunda de nuestras hipótesis, relacionada con lo que será la tercera parte del trabajo, donde, más que una hipótesis, desarrollaremos una propuesta de debate al respecto de las relaciones y tensiones entre las dimensiones de ?la cultura? y el adjetivo de ?lo culto?, y las pertinencias o impertinencias de continuar utilizando aquel concepto al momento de hablar de los ?capitales culturales? de las clases burguesas. En relación con la primera de nuestras hipótesis, si entendemos por mito paranoico la mirada burguesa sobre las clases populares que concibe las mismas como peligro y amenaza, y por las lecturas ?populistas? las perspectivas condescendientes para con la ?cultura popular?, no en tanto afirmación de resistencia sino de ?borramiento? de la dominación que la atraviesa, la primera de nuestras hipótesis será que la representación arltliana de lo popular en ?El Jorobadito? está alejada tanto del ?mito paranoico? de las clases burguesas argentinas, como de una mirada ?populista? y plebeyista. La segunda de nuestras hipótesis será que, si desde el 17 de octubre del ?45 -a modo de fecha simbólica-, hasta el 24 de marzo del ?76 -a modo de fecha simbólica- ?lo popular? era relativamente hallable y definible, antes y después de estas fechas las definiciones sobre qué es ?lo popular? y dónde está se vuelven sumamente dificultosas. Por último, la tercera parte del trabajo posee como objetivo proponer la discusión al respecto de la pertinencia o impertinencia de continuar pensando las clases burguesas en serie con los capitales y posesiones a los que remitiría el adjetivo ?culto?. Retomando tanto a Ricardo Piglia (1993) como a Ángel Rama (1984), mientras que el modo que se han dado las clases burguesas para transmitir sus poderes -es decir, saberes- ha sido el mundo letrado de la escritura, la forma en que las culturas populares han hecho lo propio, o sea, combatido los saberes -es decir, poderes- burgueses, ha sido por la afirmación de sus propias tradiciones mediante el mundo popular de la oralidad. En otras palabras: por la tradición oral que adolece de texto. O, al menos, del mismo texto, escritural y letrado, con el que cuentan las clases burguesas. Al referirnos a uno de los medios por los cuales los sectores hegemónicos han conservado y hasta acrecentado su poder, hablamos de textos, por supuesto burgueses, pero también letrados y escriturales, deteniendo, no obstante, allí la serie, la construcción sinonímica. Es decir, no extendemos a las clases burguesas ni a los textos escriturales con los que cuentan más adjetivo que el de ?letrado?, ya que, consideramos, continuar produciendo la serie que asemeja todo ?lo burgués? y dominante no sólo a lo escritural sino también a lo ?culto? es, legitimistamente (Grigñón y Passeron, 1991), reproducir la idea -burguesa, por cierto-, de que ?la cultura? fue, es y será sólo aquello que las clases hegemónicas realicen y posean. Y que, por lo tanto, serán los sujetos integrantes de aquellas los únicos susceptibles de ser elogiados por todo lo que, en nuestra sociedad, comprende el siempre tan bien valorado epítote de ?culto?. De esta manera, en este tercer apartado propondremos la discusión al respecto de nuestra sospecha de que ya no todo ?lo burgués? y dominante es, entendiendo por ?culto? aquello que determinada sociedad, en cierto momento histórico y cultural, considera como las prácticas dignas del reconocimiento social y simbólico que implica catalogar actividades bajo aquel adjetivo. En contrapartida con lo anterior, dado que, pensamos, no todo ?lo burgués? > y hegemónico merece la adjetivación de lo que, social y culturalmente, entendemos y comprendemos dentro de la noción de ?culto?, no todo ?lo popular?, sin negar su profunda raigambre e histórica tradición de cultura definida y atravesada por la oralidad, resultaría no ?culto?. Es decir, carente de las positivas valoraciones que significa catalogar un consumo o práctica de ?culta?.