BECAS
LEITON Diego Martin
congresos y reuniones científicas
Título:
Arqueología, políticas del paisaje y genocidio
Autor/es:
DIEGO LEITON
Reunión:
Jornada; Jornadas de Comunicaciones; 2011
Resumen:
Los procesos genocidas, tal como ha sido planteado en los últimos años desde las ciencias sociales, no se limitan únicamente al aniquilamiento masivo de diversos colectivos humanos o al exterminio de una fuerza social dada; más bien, ello asume un lugar particular en la realización de los proyectos modernos que se han propuesto re-construir las relaciones sociales hegemónicas a partir de la destrucción y modificación de otras, que estructuran aquella sociedad a la cual el genocidio va dirigido (Feirstein 2000). En este sentido, en un proceso genocida, lo que se busca no es únicamente la desarticulación de una fuerza social dada y/o la producción masiva de muerte de un grupo social en particular, sino principalmente el desarme del conjunto de la sociedad, y la construcción de relaciones sociales nuevas y distintas.Si pensamos las prácticas genocidas como destrucción y re-construcción de relaciones sociales, éstas no culminan con el exterminio material de una fuerza social o colectivo humano. Entra en juego también otra etapa, que Feirstein (2007) ha llamado "realización simbólica" de las prácticas genocidas. Ésta se relaciona con la necesidad de que el proceso que comprende el genocidio sea pensado, concebido, argumentado y explicado de una determinada manera y no de otra. Esta parte del proceso se torna fundamental ya que, si el genocidio culminara simplemente con el exterminio material de quienes practicaban una forma de relación social en particular, esa relación podría ser retomada por otras personas. Pero, si en paralelo, toda una pluralidad de mundos y relaciones sociales quedan también desarticuladas y resignificadas por el proceso, es la sociedad en su conjunto la que queda afectada. En este sentido, la construcción del sentimiento de inseguridad, de caos, de terror, e incluso de triunfo y victoria, y los mensajes represivos impuestos por el ejercicio de ciertas formas de poder y control, contribuyen en su conjunto a producir sentidos relacionales de individualidad, alienación social entre los sujetos y experiencias traumáticas de miedo, que2contribuyen a fortalecer y reproducir los efectos de las realizaciones materiales de las practicas genocidas.En la producción de estas realizaciones, asumen un lugar particular el despliegue de un conjunto de técnicas que son relacionalmente constitutivas de las prácticas genocidas. La producción masiva de muerte es una de ellas; pero también otras prácticas se han constituido en técnicas del exterminio de relaciones sociales, como la desaparición forzada de personas (Vega Martínez 1997, 1999). En este quehacer, la sustracción y sometimiento de los cuerpos comprende un proceso que se despliega ordenadamente para producir la identificación, el debilitamiento y la eliminación de los sujetos, en tanto corporalidades que encarnan en sí las relaciones sociales que pretenden ser destruidas. De este modo, la desaparición desencadena un proceso de desmantelamiento y disociación de todas aquellas tramas relacionales y de sentidos inscriptas, incorporadas y anudadas en los cuerpos de los sujetos, que pasan a ser objetos del hacer desaparecedor. Este proceso rompe, quiebra intempestivamente los lazos que anudaban al sujeto a su mundo vital y relacional, produciendo efectos sociales y psicológicos complejos en las personas. La desaparición, en este sentido, se perfila como una catástrofe para el sentido, supone procesos que han provocado disociaciones entre las palabras y las cosas, vacios para el encuentro. Lo que ha roto este proceso, dura, se extiende y no puede ser reemplazado (Gatti 2008).Pero esta particularidad y "lógica" de la desaparición forzada, puede también pensarse en relación a otras formas de materialidad que también han sido objeto de la desaparición en contextos genocidas, en tanto que también encarnaban relaciones sociales y sentidos particulares. Así, la sustracción, apropiación, destrucción y ocultamiento de diversos bienes, documentaciones e incluso lugares, produjeron rupturas de diversos tipos en las relaciones de significación que encarnaban tales materialidades (Del Bel y Medina 2009; Leiton 2009; Leiton, Giusta y Bertotti 2009;). En este sentido, hay una producción social y política ya no sólo de cuerpos como espacios sociales, sino también de objetos y lugares a los cuales se les designan condiciones, identidades y se los vincula a ciertas categorizaciones sociales y relaciones negativizadas y estigmatizadas. Así, las prácticas sociales genocidas operan, al mismo tiempo que se constituyen, en torno las propias materialidades y categorizaciones que produce social y políticamente.Partiendo de estas conceptualizaciones generales, en este trabajo se busca realizar, a modo de ejercicio teórico-metodológico, una primera aproximación a los efectos sociales y simbólicos que produjeron en las experiencias de vida de los vecinos del barrio Villa Muñecas (Dpto. Capital, Tucumán), la constitución de un viejo pozo de aprovisionamiento ferroviario de agua (conocido como Pozo de Vargas) como un sitio de administración de muerte en un contexto de genocidio y su3posterior desaparición, en tanto se trata de un lugar histórica y relacionalmente constituido, que formaba parte de la vida social vecinal.