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El artículo establece una comparación entre la concepción del lumen agustiniano y el rosminiano. Ambos autores, asumiendo una metafísica de la interioridad, sostienen que Dios da a conocer al hombre la verdad en su mismo interior. Valiéndose de esta verdad, el hombre interior puede juzgar acerca de las cosas de este mundo; asimismo, preguntándose por el origen de la misma, puede encontrar al Ser por antonomasia. Ahora bien, para Agustín dicho lumen se denomina verdad, esto es, el modelo ejemplar de las cosas. En este sentido, se debe afirmar que el concepto de ejemplar encierra una relación con la copia, de la cual se predica que es verdadera cuando es perfectamente semejante a su ejemplar. Así, entonces, es menester distinguir entre la verdad y las cosas verdaderas: la verdad es el ejemplar; las cosas son verdaderas en tanto se adecuan a la verdad, en cuanto participan de la verdad. Tanto Agustín como Rosmini concuerdan en que: 1) en el alma humana reside una luz intelectual que deriva inmediatamente de Dios y que se distingue del alma; 2) que la referida luz se distingue del mismísimo intelecto puesto que esta luz que lo ilumina es inmutable; y 3) que esta luz es connatural al alma: es el elemento ontológico de su misma constitución. La diferencia entre ambos pensadores es la siguiente: Rosmini determina que la naturaleza de dicho lumen es el ser bajo la forma de Idea, la cual es sólo una. En cambio Agustín habla de ideas, formas, especies, razones o reglas. Agustín habla de ideas sin advertir, diría Rosmini, que todo ser, por el hecho mismo de ser, tiene algo en común, más allá de las diferencias: el ser. Por eso es que, para Rosmini, la Idea del ser es aquella por medio de la cual todos los seres, de cualquier especie que sean, se conocen. La Idea del ser es aquella idea a la cual se reducen todas las especies: ella es única, universal, absoluta y, mediante ella, se conoce todo lo que es.

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