INVESTIGADORES
DI MEGLIO Gabriel Marco
congresos y reuniones científicas
Título:
“Sanculotes despiadados”: la participación política popular en la Buenos Aires revolucionaria (1810-1820)
Autor/es:
DI MEGLIO, GABRIEL
Lugar:
Veracruz, México
Reunión:
Congreso; V Congreso Internacional “Los Procesos de Independencia en la América Española"; 2008
Institución organizadora:
Universidad Veracruzana; El Colegio de Michoacán; Instituto de Investigaciones "Dr. José María Luis Mora"; Instituto Nacional de Antropología e Historia, México; Universitat Jaume I, España
Resumen:
Una de las características clave de la revolución que llevó a la independencia fue, en la ciudad de Buenos Aires, el papel decisivo que cumplió en ella la plebe urbana. Esta ponencia analiza de qué modo se dio esa presencia popular en la política. La plebe o bajo pueblo era una amplia y heterogénea porción de la población integrada por todos los que compartían una posición subalterna en la sociedad de acuerdo a color, su ocupación, su falta de “respetabilidad” –el título don/doña–, su pobreza material, su lejanía de las áreas de decisión política, sus lugares de sociabilidad, su inestabilidad laboral, su movilidad espacial frecuente, sus dificultades para formar un hogar propio, y su situación de dependencia de otros. La participación plebeya fue fundamental en diversos campos. En primer lugar, en las luchas facciosas. Una vez roto el vínculo con la metrópoli en 1810, no hubo más arbitrajes peninsulares para dirimir la pugna por el poder. Por eso, las facciones que se formaron dentro de la dirigencia revolucionaria empezaron pronto a recurrir a nuevos actores: los cuerpos militares y la movilización de miembros de la plebe urbana. Así, la participación de la plebe fue decisiva en ciertas ocasiones para que un grupo desplazara a otro del gobierno. En los primeros años revolucionarios la participación plebeya no estuvo encuadrada, pero a partir de 1815 su contribución a esas luchas lideradas por miembros de la elite tuvo lugar fundamentalmente a través de la actuación en las milicias. Las manifestaciones públicas, en particular las fiestas, fueron una segunda forma de implicación de la plebe en la vida política creada por la Revolución. Mientras que en las luchas facciosas intervino sólo una parte de los hombres, en la participación en eventos que tenían lugar en espacios públicos la mayoría del bajo pueblo se hacía presente, incluyendo a las mujeres. Los lugares de sociabilidad plebeya, pulperías, plazas, iglesias, cuarteles militares y mercados, se fueron impregnando de política. La circulación de rumores, las canciones patrióticas que se entonaban en pulperías y calles, las discusiones sobre medidas gubernamentales y cuestiones bélicas, la lectura de la prensa en voz alta, fueron elementos que se hicieron comunes en Buenos Aires, incluyendo a toda su población en los avatares de la vida política. Otra forma de movilización popular se dio dentro de los cuerpos militares, tanto milicianos como del ejército regular, de los cuales formaron parte muchos de los plebeyos a lo largo de la guerra de independencia. En ellos surgió una práctica inédita en la ciudad: motines militares dirigidos por plebeyos (soldados y suboficiales). Eran episodios de protesta por alguna situación coyuntural, como el reclamo por pagos atrasados, la oposición a algún oficial o la consideración de que no se había respetado un derecho. En los motines militares los dirigentes fueron miembros de la plebe. Pero no fue así en las movilizaciones dentro de las disputas facciosas, en las que los plebeyos fueron conducidos por integrantes de otros grupos sociales: los que fueron denominados tribunos de la plebe. Estos pertenecían en ciertos casos a los sectores medios, como por ejemplo algunos pulperos que devinieron líderes de alcance barrial a través de su papel como capitanes de la milicia y de la influencia social que les daba su posición. La actuación de estos líderes pequeños se ligó siempre con el Cabildo de Buenos Aires –un referente para la plebe, que lo seguía al considerarlo un padre– o con miembros de la elite que lograron convertirse en líderes del bajo pueblo, mediante su actuación militar, su carisma, la buena relación que establecían con los plebeyos, y la defensa de posiciones políticas que éstos apoyaban, como la actitud beligerante contra los enemigos de la Patria. La identificación con la Patria estuvo en la base de la adhesión de la plebe a la Revolución y a la situación por ella creada. La Revolución se proclamó como una regeneración patriótica, y apeló a la identificación de la población con Buenos Aires en contra de sus nuevos enemigos, los mandones. La plebe se sumó entusiasta a la nueva causa y fue apropiándose de sus premisas: cierto igualitarismo político, independencia, enfrentamiento con el rey y sus supuestos soportes locales, los peninsulares. Para los esclavos, la nueva situación fue de a poco identificada con la posibilidad de acceder a la libertad –en algunos casos cierta– y esto acrecentó su adhesión a la causa de la Patria. La dicotomía Patria-Rey fue ganada por la primera y la plebe adhirió a la nueva legitimidad basada en la soberanía popular. Por último, en la participación política popular se expresó también una conflictividad social. En la intransigente identificación plebeya de los peninsulares como enemigos de la Patria existía una impugnación a su posición social, generalmente superior a la de los plebeyos porteños. Mientras la causa de la Revolución fue vivida como una empresa colectiva, dedicada a triunfar sobre sus enemigos, las tensiones sociales se subsumieron en ese conflicto. Al mismo tiempo, la guerra de independencia significó una mejora para muchos miembros de la plebe. Los antiguos integrantes de las castas gozaron de un avance en su posición simbólica como soldados patriotas y para muchos esclavos el formar parte del ejército implicó la libertad. Por su parte, la muchas veces velada tensión racial se evidenció con claridad en una única oportunidad, un motín del tercio de pardos y morenos en 1819, en el cual la animadversión con los blancos se hizo explícita y contribuyó a la movilización de varios vecinos para desarmar el alzamiento. Las tensiones sociales de la época hicieron que un contemporáneo llamara a los plebeyos, con preocupación, “los sanculotes despiadados”. El proceso revolucionario, e incluso la consolidación de un régimen republicano, fueron una empresa colectiva que excedió a la elite que la dirigió. Es decir, la política porteña surgida en 1810 no es inteligible sin la participación plebeya.