INVESTIGADORES
DJENDEREDJIAN Julio Cesar
congresos y reuniones científicas
Título:
La moneda del interior. Circulación y equivalencia del peso boliviano en Santa Fe durante la segunda mitad del siglo XIX
Autor/es:
DJENDEREDJIAN, JULIO / MARTIREN, JUAN LUIS
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; XIV Jornadas de Historia, ?La economía argentina, del comercio virreinal a la nación agroexportadora; 2014
Institución organizadora:
Universidad Di Tella / Instituto Ravignani
Resumen:
Es sabido que, según los criterios establecidos por Mundell y
otros en torno a la definición de criterios de optimal currency area, la posición de un país determinado (o, en
nuestro caso, provincia), ante la perspectiva de ingresar a una unión
monetaria, varía según el grado de integración que su economía tenga con la del
país, o conjunto de países (o provincias) con los cuales compartirá esa moneda
común. Los beneficios de esa integración, traducidos fundamentalmente en una reducción
de costos de transacción, serán así más altos cuanto más se haya incrementado previamente
el intercambio recíproco de bienes; y, a la inversa, los costos (es decir, la dimensión
económica del señoreaje abandonado), serán asimismo menores cuanto más abiertas
sean, recíprocamente, ambas economías.[1] En
nuestro caso, el retraso del logro de una unión monetaria se debió en parte,
como se ha dicho, a cuestiones políticas (la inexistencia, hasta 1862, de un
estado nacional; la presencia de una poderosa fuente de emisión en Buenos
Aires, que competirá luego de ese año con las emisiones nacionales). Pero
también, sin dudas, ese retraso tuvo parte de su origen en dos hechos: el
primero, más conocido, la debilidad del intercambio recíproco entre territorios
que, en realidad, hasta que el ferrocarril impusiera una más firme
especialización regional, competían por enviar al Atlántico (o al único centro
de consumo considerable, la ciudad de Buenos Aires), prácticamente los mismos
bienes: cueros, lanas, sebo; algunos productos textiles. Esa escasa
especialización debía también hacer frente a los condicionamientos de la
geografía: desde los primeros años del siglo XIX, Buenos Aires, único puerto de
ultramar, había ido tallándose, a la par de su enriquecimiento, un amplio
registro de bienes de consumo importados; los mismos incluían, por lo que
parece, la casi totalidad del ajuar de consumo popular.[2] Más
caros y menos vistosos, los productos artesanales del interior no podían
competir allí con los de la industria europea, debiendo buscar salidas
alternativas en países limítrofes. Así, no es extraño que se multiplicaran incluso los intentos oficiales
de ampliar aún más el aislamiento: en las provincias, durante la primera mitad
del siglo XIX, proliferan medidas administrativas orientadas a reservar
porciones del mercado o el manejo de los recursos a los nativos de las mismas,
intentando poner frenos al accionar de los extranjeros, entre los que, por
supuesto, se incluían los nacidos en otras provincias[3].
De por sí, las múltiples aduanas encarecían progresivamente los bienes que se
adentraban hacia el interior; si el tráfico con el Atlántico nunca dejó de ser
imprescindible, aun bajo los altos costos de intermediación impuestos por
Buenos Aires, el que vinculaba entre sí a las provincias del interior, y a
éstas con áreas de circulación monetaria metálica de países como Chile y
Bolivia, tenían un peso considerable. El largo marasmo de Santa Fe, que había
sabido ser la llave maestra del intercambio rioplatense, es una muestra cabal
de esa situación. Y no sabemos, en realidad, hasta qué punto los cambios
experimentados entre los años 1840 y 1870 lograron integrar esas economías: si
bien es evidente que se avanzó mucho en esa dirección, no debe olvidarse que
antes de la llegada del ferrocarril los medios de transporte continuaban
siendo, de una u otra manera, los tradicionales; esa integración incompleta,
por tanto, puede no haber bastado para enjugar los costos de la aceptación de
una moneda común.
El segundo de
esos hechos es el grado de extensión del señoreaje ejercido por las provincias
sobre su circulante. Si decimos que éste se componía en forma exclusiva de
metálico acuñado en el exterior, ese señoreaje no existiría, teniendo
relevancia histórica únicamente el cambio de patrón (de plata a oro) impuesto
por el estado nacional, y de especie (de metálico a papel), que le fue
correlativo, afectando ambos de manera homogénea a todo el interior desde la
ley de moneda nacional de 1881. Pero ello no fue así. Además del circulante
metálico, algunas provincias habían ido formando bancos de emisión, los cuales,
compitiendo al principio con las emisiones privadas, lograron, al menos en el
caso santafesino, expulsarlas de la oferta monetaria a papel, concentrando en
sus manos la amplia mayoría de las fuentes del circulante generado localmente,
cuya dimensión, dicho sea de paso, también es aún territorio inexplorado.[4]
Más aún: esas emisiones pronto adquirieron carácter fiduciario. Los bancos
provinciales de emisión, cuando tuvieron entidad y poder suficiente, se
constituyeron de ese modo en actores fundamentales de la economía monetaria
local: y, como tales, en un contexto de permanente penuria fiscal, también
fueron financistas de sus gobiernos. La factura por los costos del cambio
monetario adquiere así otra envergadura: y es por tanto relevante plantear
quién terminó pagándola.
En este paper
buscaremos avanzar en alguna medida en el estudio de la dimensión,
características y evolución del circulante en la provincia de Santa Fe hasta el
momento de la imposición del papel moneda nacional; y en el retrato del
complejo y enmarañado proceso por el cual ese circulante fue finalmente
reemplazado por la moneda papel nacional, en un cambio cultural y económico de
gran magnitud. Por razones de espacio, sólo nos centraremos en presentar una
serie de cotización del peso boliviano contra la onza de oro hasta la
introducción del peso moneda nacional, y en estudiar los problemas derivados de
la larga convergencia hacia un sistema monetario único entre 1873 y 1883. Por
la posición de Santa Fe en el intercambio, podemos esperar que lo que aquí
presentaremos podrá arrojar asimismo luz sobre lo sucedido contemporáneamente
en el resto del interior.
[1]
Mundell (1961); Krugman (1990); MacKinnon (1963).
[2] ?En
la población del campo, sobre todo, las manufacturas de Gran Bretaña han
llegado a ser artículos de primera necesidad. El gaucho anda todo cubierto de
ellas. Tomad sus arreos, examinad su traje, y lo que no está hecho de cuero es
de fabricación inglesa. El vestido de su mujer sale también de telares de
Manchester, la olla en que prepara su comida, los platos en que lo toma, el
cuchillo, el poncho, las espuelas, el freno, todo viene de Inglaterra?. Parish
(1958); los registros de importación de la década de 1860 muestran una alta
predominancia de artículos de consumo de ese tenor, incluso en los envíos que
se dirigen al interior. Ver los varios volúmenes de estadísticas de importación
publicadas, por ejemplo las de 1863 en Argentina. Provincia de Buenos Aires
(1864). Los estudios efectuados sobre inventarios de pulperías rurales muestran
el significativo proceso de diversificación de los artículos en oferta a partir
de la década de 1840. Mayo et al. (2003).
[3] Por
ejemplo, en Tucumán en 1823 se diferenciaban los costos de las patentes para
apertura de tiendas; el forastero debía abonar el doble que el hijo del país;
en Santa Fe, para 1821 ocurría lo mismo con respecto a los derechos a que
estaban sujetos los extranjeros, los americanos y los provincianos nuestros,
con ventajas para éstos; en San Juan, en 1832, se estableció un pago de un 10%
y una patente de 200 pesos a los introductores de mercancías que no fueran
vecinos de la provincia; los sanjuaninos, en cambio, sólo abonarían el 4%. Para
esos y muchos otros casos ver Walter, M.G. (1987), pp. 510-1
[4] Si
bien el tema en sí amerita aún un análisis profundo, Santa Fe y Córdoba
lograron constituir bancos provinciales con derecho de emisión; no las demás,
en las que convivían el metálico y los billetes de banco de otras provincias.
Para el caso tucumano, Sánchez Román (2005).