INVESTIGADORES
TORRES German Santos Maria
congresos y reuniones científicas
Título:
Educación (hetero)sexual, subjetivación y la materialización de los cuerpos
Autor/es:
TORRES, GERMÁN
Lugar:
La Plata
Reunión:
Congreso; I Jornadas CINIG de Estudios de Género y Feminismos “Teorías y políticas: desde El Segundo Sexo hasta los debates actuales”; 2009
Resumen:
Este trabajo toma como punto de partida un concepto mútifacético y esquivo a definiciones categóricas y unívocas: el cuerpo. Ubicado en el punto de cruce de múltiples intervenciones discursivas e institucionales, el cuerpo aparece como un objeto primordialmente social, antes que como un mero basamento natural y estático sobre el que se imprimirían la cultura y la historia. En este sentido, este trabajo presenta algunas líneas de análisis en relación a la construcción discursiva del cuerpo en una serie de documentos curriculares del GCBA editados en 2007 a partir de la sanción de la Ley 2110 de Educación Sexual Integral. En otras palabras, lo que se presenta es un análisis de las condiciones de posibilidad que han obrado como fundamento y como límite para la materialización del cuerpo; entendiendo por tal –siguiendo a Judith Butler– el proceso por el cual se estabiliza al cuerpo como un elemento dado, natural y pre-discursivo.La Ley 2110 de Educación Sexual Integral, sancionada en octubre de 2006 por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, prescribe la enseñanza de contenidos de educación sexual en todos los niveles y modalidades del sistema educativo de la ciudad. Esta normativa constituye el producto final de una serie de vívidos debates prolongados por casi cuatro años. En ese periodo de tiempo, múltiples líneas de fuerza se pusieron en acción e interacción, en una disputa por el significado hegemónico de la educación sexual. A partir de su definición legislativa, el Ministerio de Educación porteño editó durante 2007 cinco documentos curriculares, distribuidos en todos los establecimientos educativos de la ciudad. Son tales documentos los que se toman como objeto de análisis en este trabajo, prestando atención a las condiciones discursivas que han hecho del cuerpo sexualizado un objeto de saber enunciable e intervenible.Se toman como punto de partida algunos elementos del pensamiento post-estructuralista en relación al discurso y, particularmente, en relación al currículum escolar y al cuerpo. Retomando los aportes conceptuales de Michel Foucault, se concibe a los discursos como prácticas que conforman aquello mismos objetos discursivos que enuncian. En este mismo sentido, el currículum escolar es entendido como un tipo de práctica discursiva particular: una prescripción discursiva socialmente construida que implica no sólo la prescripción de determinados contenidos a enseñar, sino también, y de manera primordial, la prescripción de determinadas identidades a formar. En este caso, se trata de la delimitación de determinados “ideales” de identidad sexual y, concomitantemente, de determinados “ideales” de cuerpos sexuados. El cuerpo, en efecto, es concebido aquí como un dominio de saber producido en el cruce de diversas relaciones de poder, restricciones discursivas y formas de saber. Estos condicionantes hacen de la naturaleza fija y biológicamente determinada del cuerpo un efecto, antes que un fenómeno pre-cultural o pre-discursivamente dado. A partir de estas consideraciones, en primer lugar, se pone de relieve en este trabajo la función de la educación sexual como una instancia explícita de subjetivación. Esto es, el discurso de la educación sexual insiste en una marcada interpelación ética, ofreciéndose como una instancia de delimitación identitaria de l*s estudiantes.[2] La educación sexual se convierte en este sentido, siguiendo a Foucault, en parte de una tecnología del yo: ofrece (prescribe) caminos de conducta deseables, en pos de que cada individuo de construya a sí mismo como un sujeto ético; es decir, sujeto a sí mismo y sujeto a una serie de pautas que prescriben modos de ser y comportarse “como se debe”.De este modo, antes que sujetos de conocimiento, los sujetos de la educación sexual son delimitados como sujetos éticos. Los documentos ponen así el acento sobre la construcción, el conocimiento y el cuidado de sí mismo. En ese proceso, uno de los objetivos de conocimiento y cuidado es –de manera relevante para los objetivos de este trabajo– el cuerpo. En tanto foco primordial de conocimiento y cuidado, el cuerpo aparece delimitado como una superficie pasiva y biológicamente determinada, sometida a los designios de un psiquismo individual, racional y autónomo.De este modo, el análisis señala que la enunciación del cuerpo se funda en una dicotomización entre lo “subjetivo” y lo “corporal”. En ello, el cuerpo es erigido como el complemento subsidiario de una subjetividad en construcción. En esta dicotomía mente/cuerpo, el cuerpo aparece como un objeto naturalmente dado, con determinadas funciones y procesos, y sujeto a mutación sólo a partir de los cambios propios de su naturaleza biológica siempre igual a sí misma. Lo cambiante, lo mutable, lo modificable será, por tanto, no el cuerpo sino la subjetividad de cada estudiante, sometida a un proceso de construcción en el que están implicados deseos, actitudes, vínculos intersubjetivos, comportamientos y valores sociales. El cuerpo, antes que un efecto contingente, dado en el entramado de relaciones de saber-poder, es enunciado como un objeto dado, biológico y natural. Y, en condición de tal, aparece como el blanco necesario de las reflexiones éticas de un individuo instado a trabajar sobre sí mismo para construirse en un sujeto sexual y moral.Dados estos elementos, este trabajo busca poner de relieve, en segundo lugar, la conformación del cuerpo sexualizado como un cuerpo heterosexualizado. A la hora de delimitar el dominio de enunciación del cuerpo, el acento biologicista se constituye en el acento predominante. Entendido como uno entre otros tantos discursos de heterosexualidad –al decir de Monique Wittig– el discurso biológico ofreció (léase: impuso) las líneas de representación necesarias para volver enunciable al cuerpo en el marco de la educación sexual. En efecto, el currículum de la educación sexual plasmado en los documentos analizados define al conocimiento de las diferencias biológicas (funcionales, anatómicas y hormonales) entre hombres y mujeres como parte del conocimiento del propio cuerpo y, por tanto del proceso de subjetivación y sexualización.En este sentido, la delimitación de los cuerpos en los contenidos de la educación sexual opera un recorte sobre determinados órganos sexuales y funciones reproductivas, delimitándolos como naturalmente femeninos y masculinos. A partir de la definición de determinadas partes del cuerpo como “sexuales” se producen, en una sinécdoque violenta y restrictiva, los cuerpos inteligibles de varones y mujeres. Antes que fundarse en la descripción de una realidad dada, tal recorte de lo corporal constituye una operación discursiva productiva, a la vez que restrictiva. En este sentido, según los planteos de Beatriz Preciado, los órganos sexuales constituyen no tanto órganos de reproducción sexual sino, antes bien, “órganos productores” de los cuerpos humanamente coherentes; es decir, de los cuerpos heterosexuados, en tanto únicas superficies inteligibles y vivibles. En otros términos, en esta estructuración normalizada y excluyente de lo corporal se ponen en juego criterios que imponen la heterosexualización de los cuerpos, las identidades, los deseos y las prácticas sexuales.Particularmente, es el cuerpo de las mujeres el que aparece fuertemente marcado por esta matriz de inteligibilidad. Las prescripciones curriculares definen al cuerpo femenino conocible trazando una línea cíclica que va de la menarca, la menstruación y la ovulación, hacia la fecundación, el embarazo, el parto y, finalmente, el amamantamiento y los cuidados del bebé. Si bien los métodos anticonceptivos forman parte de los contenidos a enseñar, en definitiva, en la enunciación del cuerpo femenino se impone la ecuación mujer = madre (según la formulación de Ana M. Fernández). La fundamentación biologicista del cuerpo asigna así al cuerpo “femenino” el imperativo de la reproducción. De este modo, a partir de la fijación de determinados caracteres gonádicos y funcionales no sólo se biologiza al cuerpo sino que también se lo sexualiza según una matriz, normalizante y excluyente, de heterosexualidad obligatoria. En síntesis, el discurso oficial de la educación sexual ha supuesto y construido tanto la materialización del cuerpo como basamento biológico/natural  y complemento subsidiario de una subjetividad autónoma, así como la biologización de parte de los contenidos a enseñar y de las identidades a formar. Estas condiciones se constituyen en los parámetros normativos y normalizantes que hacen de la educación sexual una educación heterosexual; y de los cuerpos sexualizados, cuerpos heterosexualizados.