INVESTIGADORES
MIKKELSEN Claudia Andrea
congresos y reuniones científicas
Título:
Aporte metodológico a la evaluación del bienestar en la ruralidad bonaerense.
Autor/es:
ARES, S. ; AUER, A. ; GORDZIEJCZUK, M.; RODRIGUEZ, C. ; MIKKELSEN, C.
Lugar:
Capital Federal
Reunión:
Congreso; IX Congreso Nacional de Geografía de Universidades Públicas; 2023
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Buenos Aires
Resumen:
No hay una conceptualización unívoca ni cerrada sobre ruralidad, las acepciones van variando, como expresa Gaudin (2019), según las disciplinas de abordaje, el arco tiempo considerado y los contextos analizados. Es interesante reflexionar en tanto que “No existen identidades exclusivas sino compartidas: los espacios y sus habitantes no son exclusivamente urbanos o rurales sino que suelen tener características de ambos debido a sus múltiples interacciones” (Gaudin, 2019, p.16). Desde 1990 es posible referir a un giro en el modo de estudiar y comprender la ruralidad, vinculada al pluriempleo, la protección ambiental, la interacción con la urbanidad, donde se deja de lado la tradición agrarista para centrarse en el debate ruralista (Urcola, 2011). Esta situación es definida por otros autores (Castro, 2018) como revitalización de las cuestiones rurales, signadas por las reestructuraciones agrarias, el avance del agronegocio, las disputas territoriales y la valorización turístico recreativa, cuestiones que ponen en debate a la urbanidad como única forma de pensar al espacio (Castro, 2018). La noción de ruralidad, como argumenta Abramovay, “se convierte en una categoría territorial, cuyo atributo decisivo está en la organización de sus ecosistemas, en una densidad demográfica relativamente baja, en la sociabilidad de inter-conocimiento, y en su dependencia en relación a las ciudades” (2006, p. 51).En occidente el debate por las ruralidades se ha hecho presente desde hace varios años. Reig Martínez et al. (2016) identifican inquietudes en cuanto a la heterogeneidad adquirida por la ruralidad y la necesidad de implementar enfoques territoriales, integrales, en reemplazo de las perspectivas sectoriales. Estos autores consignan que en la definición de lo rural persiste la importancia de atender a los aspectos demográficos (umbral de población y densidad), incorporando dimensiones como la huella social (evaluada a través de las coberturas artificiales del suelo) y la accesibilidad a servicios públicos de interés general. También sostienen que estos parámetros básicos deben tener como punto de partida la escala local para observar en detalle las diferenciaciones territoriales. Otros temas de interés que mencionan tienen relación con la capacidad de los pobladores para participar de actividades económicas y con el capital social de cada recorte territorial. En base a estos aportes, observamos que ruralidad y bienestar son pilares esenciales y complementarios entre sí y que resulta relevante tener en cuenta sus características en tanto sostienen la selección de indicadores para evaluar las condiciones de la población en cada recorte territorial.La idea de bienestar, semejante conceptualmente a la de condiciones de vida, abarca el aspecto material, objetivo, de la calidad de vida. Las referencias discursivas, los desarrollos conceptuales y teóricos en torno a estas categorías surgen con mayor énfasis a partir de mediados del siglo XX. Es en los años setenta en el siglo XX cuando los debates acerca de las necesidades humanas y las formas de evaluar el bienestar y el desarrollo adquieren un rumbo distinto. Al respecto, Actis Di Pasquale expresa: “Mientras que la calidad de vida se orientó hacia los denominados componentes psicosociales, el bienestar social se centró en aspectos materiales y no materiales de naturaleza económica y social de manera objetiva. Al finalizar la década del 80 [en el siglo XX] la ruptura entre ambos fue completa” (2008, p. 20).La vinculación entre Geografía y bienestar social gana presencia desde la década de 1970, sustentada en la Geografía del Bienestar (Smith, 1980). Smith sostuvo en su obra la necesidad de investigar la vinculación espacio y desigualdades sociales, atendiendo al hecho de que las posibilidades de las personas se relacionan directamente con su localización (Smith, 1980). Por tanto, se entiende que el bienestar social es un concepto multidimensional, refiere a la satisfacción de las condiciones objetivas de vida de la población y comprende dimensiones o dominios tales como educación, saneamiento, vivienda y conectividad (Mikkelsen et al., 2020), entre otras. Es además un concepto complejo de definir de manera única y universal, al decir de Zarate Martin (1988, p. 164) “cada individuo, cada época, cada sociedad y cada lugar han construido sus propios conceptos de bienestar”. En tal sentido, son diversas las estrategias metodológicas empleadas en su medición objetiva, cada investigador/a o equipo de investigación finalmente selecciona sus dominios y variables en relación con la manera en la que definen conceptual y contextualmente al bienestar. Específicamente sobre el mundo rural, De Arce y Salomón (2020, p. 45) afirman que “el término bienestar rural apareció en Argentina como preocupación gubernamental en relación con el despoblamiento y al estancamiento del sector agropecuario en la década de 1950”. En tal sentido, el debate respecto a este concepto empieza a gestarse desde mediados del siglo XX, cuando se ingresa en el anteriormente indicado giro conceptual respecto del espacio rural. Así, desde los años ochenta en el siglo XX se amplía el análisis, dado que se incorpora la atención hacia nuevos actores, desafíos y metodologías. Es una mirada que conduce a pensar en el valor paisajístico-ambiental, la diversificación de actividades, la ruralización de comunidades de origen urbano, en un contexto de intensificación agropecuaria. El espacio rural se convierte para algunos en el ámbito donde se satisfacen distintas necesidades. Por un lado, puede brindar solución residencial por fuera de las ciudades, por cuestiones económicas, manteniendo estos pobladores fuertes vínculos con la urbe. Por otro lado, hay decisiones residenciales más complejas (Trimano, 2015; Ares, 2019), basadas generalmente en la búsqueda de otro género de vida, donde se ponen de relieve el acceso y proximidad con la naturaleza estetizada, las relaciones sociales más intensas, la vida comunitaria, la seguridad personal y familiar o la búsqueda de aislamiento (Trimano, 2015; Muzlera, 2019; Ares, Mikkelsen y Carballo, 2020, entre otros). Por supuesto que el distanciamiento no está exento de obstáculos, observando por ejemplo dificultades para la adaptación (Ares, 2019) y para el desarrollo de la vida cotidiana tales como falta de servicios, poca integración social, aislamiento u otros (Mikkelsen y Ares, 2017; Muzlera, 2019; Ares, Mikkelsen y Carballo, 2020). Estas situaciones pueden incidir de forma negativa en la calidad de vida de la población, pero no se relacionan con el bienestar social.De esta forma, estudiar el bienestar de la población rural -donde coexisten recién llegados y habitantes más antiguos- es un desafío de interés y el objetivo que persigue esta investigación. En un contexto de fecundidad en descenso (Ministerio de Salud, 2023; Peláz et al., 2022) es indudable que la llegada de nuevos pobladores es la fuerza que provoca el acelerado ritmo de crecimiento de algunas localidades menores o rurales del sudeste bonaerense, sobre todo las de emplazamiento costero, así como el avance de la urbanidad sobre la interfaz urbano-rural (Mikkelsen y Velázquez, 2019; Jacinto, 2011; Sagua, 2008; Ares y Mikkelsen, 2014; Bruno, Ares y Lucero, 2021; Ares, 2022). Estos procesos ocurren mayoritariamente sobre recortes territoriales donde hay deficiencias en el aprovisionamiento de servicios e infraestructura básica (Duque-Calvache et al., 2017; Palomares, 2008; Vinuesa Angulo, 2017; Mikkelsen y Ares, 2017; Ares y Parracone, 2021), lo que pone en entredicho el bienestar de las poblaciones. En el sudeste bonaerense intervienen diversas formas de habitar y de usar el territorio rural por parte de actores sociales, con historias, necesidades, intereses y aspiraciones, a veces divergentes, y a veces similares.La región sudeste bonaerense se delimitó mediante la aplicación de un método consistente en la comparación de los Índices de Calidad de Vida en la escala geográfica de los partidos y departamentos del país (Velázquez et al., 2016), sumado a diferentes regionalizaciones propuestas por los organismos gubernamentales e investigadores particulares, sobre la base de estimar un coeficiente de variación que permita evaluar su potencial de discriminación territorial (Ares, Lucero y MIkkelsen, 2020). De esta manera, a partir del uso de la herramienta SIG, se aplicó la función de superposición o recorte, para lograr una región que demuestre un mayor grado de homogeneidad interna. El Sudeste Bonaerense quedó conformado por trece partidos: Balcarce, General Alvarado, General Pueyrredon, Lobería, Mar Chiquita, Necochea, San Cayetano, Tandil, Ayacucho, Maipú, General Madariaga, Villa Gesell y Pinamar. En el marco de esta subregión, la presente propuesta coloca el foco de análisis en la población rural y en las especificidades propias de los grupos que la conforman.Metodológicamente, el índice de bienestar de las ruralidades del sudeste se calculó para los radios censales que integran la región, incluyendo población rural dispersa y aglomerada en localidades con 20.000 habitantes o menos (pueblos pequeños y grandes). Esta decisión se basa en la consideración de la idea de ruralidad ampliada, sostenida por autores como Castro y Reboratti (2008). La metodología propuesta para la medición del bienestar es de base cuantitativa y cuenta con su aplicación previa en otras escalas territoriales, como la nacional y la provincial (Mikkelsen et al., 2020 y Mikkelsen et al., 2018). La evaluación a través de un indicador sintético surge del tratamiento de cuatro dimensiones del bienestar (Educación-empleo; Saneamiento-Vivienda; Tecnologías de información y comunicación y Ambiente), dentro de las cuales se obtuvieron indicadores para su medición teniendo en cuenta la revisión bibliográfica y la disponibilidad de datos a la escala de radios censales de 2010. El procedimiento se basó en la estandarización de los indicadores por puntajes Z y el índice surge por el promedio simple entre ellos. El uso de sistemas de información geográfica ha facilitado la realización de análisis espacial y la construcción de cartografía temática. La aplicación del índice muestra que hay un neto protagonismo de situaciones de bienestar medio para la población rural del sudeste bonaerense (73 % de la población), con una brecha absoluta de 3.76 puntos y una brecha relativa de 2 puntos. En el territorio estas distancias muestran marcados contrastes dentro de algunos partidos con aquellos recortes en condiciones bajas a muy bajas. Se destacan de forma negativa General Juan Madariaga, General Alvarado (único partido que vislumbra en algunos radios censales muy bajo bienestar) y Lobería, con el mayor impacto territorial de las situaciones adversas. En los rangos de índice bajo a muy bajo se encontraba en 2010 casi el 10 % de los pobladores. Los distritos que tienen las ciudades de mayor importancia, General Pueyrredon, Necochea y Tandil, son los que muestran no sólo la preeminencia de las situaciones intermedias sino también las de bienestar más elevado, comprendiendo en esta categoría al 17 % de la población.