INVESTIGADORES
ACEÑOLAZA Guillermo Federico
congresos y reuniones científicas
Título:
La Minería Argentina: una mirada desde el Centenario de nuestro país (Los libros de Cabral Font y Cía., Barcelona, 1910).
Autor/es:
LUCÍA ARÁOZ, LAURA BELLOS, GUILLERMO ACEÑOLAZA, MATÍAS GARCÍA
Lugar:
San Miguel de Tucumán
Reunión:
Congreso; VI Congreso Argentino y I Latam de Historia de la Geología; 2023
Institución organizadora:
INSUGEO
Resumen:
Nuestro país tiene una larga historia de acontecimientos relacionados a los recursos mineros. Desde nuestra independencia, numerosas actividades mineras se han desarrollado tanto a pequeña como a mediana escala, con la explotación de distintos minerales, rocas de aplicación e incluso carbón y petróleo.La visión de Argentina como un país principalmente agroganadero, no fue siempre así. Antes del descubrimiento de América en 1492, los indígenas utilizaban el oro como elemento meramente decorativo y sin valor comercial. Recién con la llegada de los conquistadores, América se convierte en un objetivo no solo para la obtención de especies, tan valoradas en Europa, sino también por las riquezas en oro, plata y piedras preciosas con las que se encontraron. Esta codicia por los metales y los rumores de riquezas en estas tierras, a la sombra del verdaderamente rico Altiplano Boliviano, llevó a los conquistadores a recorrer el continente hasta su extremo más austral, con la creencia de que estas tierras eran ricas en un recurso muy preciado, la plata, utilizada en Europa como moneda de cambio principalmente. De ahí el nombre que recibió nuestro territorio: Argentina. Esta creencia y las falsas expectativas condujeron desde 1810, a una búsqueda incesante del preciado metal, tan presente en países como Bolivia y México pero tan escaso en Argentina. Incluso, la opinión general era que las autoridades españolas no otorgaban concesiones de las minas conocidas, dando a entender que en esa época se tenía una opinión muy optimista acerca de las riquezas minerales de la región. En 1887, se pone en vigencia la Ley fundamental que regula la actividad minera, es decir, el código de minería argentino. Fue tal el interés en los metales, que nuestras vastas llanuras, tan características y distintivas con respecto a los países vecinos, ni siquiera eran tenidas en cuenta como parte de la riqueza de la región. La ganadería de vacunos y caballares se desarrollaba en libertad por falta de alambrados para contenerlos, y la caza se realizaba principalmente para la obtención de cuero, astas, crines y sebo, siendo la carne generalmente descartada por ser difícil de conservar. De igual modo, la actividad cerealera era incipiente, e incluso hasta el año 1875 se importaba parte del trigoque se consumía internamente. En resumen, durante los primeros añosVI CONGRESO ARGENTINO Y I CONGRESO LATINOAMERICANO DE HISTORIA DE LA GEOLOGÍA129desde la Independencia, nuestro país se enfocó en la búsqueda de yacimientos, principalmente de oro y plata, con el afán de convertirse en un país minero, pero con resultados adversos hasta 1830, época en que cambia el proyecto de país minero a país ganadero para un mejor aprovechamiento de las tierras fértiles y las vías de comunicación fluviales y puertos existentes, siendo la ganadería la actividad económica prácticamente exclusiva hasta casi finales del siglo XIX (Catalano, 2004).A principios de 1900, se tenían registros detallados de pedidos mineros ubicados en distintas localidades del país, además de la incorporación de maquinarias y establecimientos de fundición y amalgamación de los metales.En la localidad hoy conocida como Capillitas, existen vestigios de explotación de cobre y plata realizada por indígenas y luego por jesuitas antes del Siglo XIX (Alderete, 2004). Entre 1851 y 1853 se reanudaron los trabajos de explotación y se construyó el establecimiento de fundición en el Pilciao, ingenio metalúrgico que sigue siendo el más importante de Argentina hasta la publicación del libro de Cabral Font y Cía (1910).Portada y primera hoja del capítulo de Minería Argentina. Detalle de la primera hoja del volumen.El mencionado libro fue publicado en el marco del centenario de la Revolución de Mayo por la casa de comercio catalana Cabral Font y Compañía. Consta de dos volúmenes denominados “Centenario Argentino – Album Historiográfico de la República Argentina” (imprenta de Henrich, Barcelona, 1910), dedicado a las ciencias, artes, industria, comercio, ganadería y agricultura y una pequeña parte a la Minería Argentina. Parte de los datos presentados allí, fueron incluidos también en el Anuario de la Dirección General de Estadística de Buenos Aires, algunos de los cuales se incluyen en este texto. En el capítulo de Minería Argentina, se exponen datos en base a los informes oficiales de la nación y provincias destacando para algunas de ellas, una gran riqueza mineral, algunas aquí mencionadas. Se reconoce que los primeros trabajos mineros de los cuales se tiene conocimiento en el territorio posteriormente definido como Argentina, fue llevado a cabo por los indígenas, quienes explotaban algunos yacimientos de manera artesanal y en general, con técnicas superficiales. La llegada de los jesuitas introdujo algunas mejoras en la explotación y estudios más formales pero con su expulsión por parte de la corona española, algunas de estas locaciones quedaron perdidas hasta que más adelante fueron redescubiertas y explotadas por la misma corona pero aun así, con intervalos intermitentes de laboreo. Algunos de los indicios que se tenían a fines del siglo XIX, de la esperada riqueza minera, era el conocimiento de que en el interior de Catamarca, Córdoba, San Luis y La Rioja existían señales del uso de minerales por parte de los indígenas para la fabricación de diversos elementos con “cobre endurecido” y con características similares al acero, por lo que se supone que eran conscientes de las riquezas minerales que había en la región habitada.En la época del centenario se consideraba que la minería argentina estaba “en su infancia”, aún cuando los inicios de tal actividad datan de los siglos XVI y XVII en Famatina y Uspallata. Se consideraba que las principales dificultades para el despegue de esta “industria minera” eran la falta de inversiones y las dificultades para transportar el material, generalmente desde grandes distancias hasta a las abundantes redes ferroviarias. Sin embargo ya destacaban como ventaja, la ubicación de vetas en las “faldas de la montaña a considerables alturas” que simplificaban el proceso de extracción de los minerales. En ambas localidades, la explotación comenzó a principios de 1800, aunque se cree que habría sido en 1596 según información provista por jesuitas expulsados, con gran afluencia de mineros de otras regiones, principalmente de Potosí, que llegaron a trabajar en las minas de oro y plata de Uspallata por el año 1638. Durante la época del centenario, Famatina continúa siendo una re las regiones mineras más destacadas del país, con la explotación de distintos distritos mineros como Mejicana, Cerro Negro entre otros, para los cuales se tenían datos de producción y métodos de laboreo. Catamarca contaba con un total de 318 minas de plata, oro, cobre, hierro y plomo registradas, algunos con algún tipo de explotación o inversiones.En el caso de la provincia de Salta, se mencionan los altibajos en la explotación de las minas de plata de las montañas del Acay, cuando en 1670 los establecimientos de fundición y amalgamación fueron destruidos por los calchaquíes alzados contra la dominación española, pero con un retorno a la actividad muy beneficioso en 1692. Mientras que el distrito San Antonio de los Cobres era considerado muy rico cobre, oro, plata producidas tanto en laboreo de minas como de aluviones. Para la provincia Tucumán se remarca la escasez de datos mineros, aunque se reconocía la presencia de actividad desde 1865, cuando los indios (así denominados en el libro analizado) explotaban las sierras de Quilmes, a las que abandonaron a raíz de las pesadas contribuciones impuestas por las autoridades españolas. Además, se explotaban depósitos de magnesia y sal común para el consumo en la misma provincia como también existían denuncias de minas de cobre y plata pero ninguna que fuera explotada.San Juan es una de las provincias mineras más antiguas del país, de donde los españoles extraían oro del yacimiento Gualilán desde 1750. Más de cien años después, en 1860, se realizaron grandes descubrimientos de minas en la provincia, con cerca de 500 denunciadas, por lo que se consideró que debido a sus enormes riquezas mineras solo necesitaban de capital para su explotación. En San Luis, la minería tuvo sus inicios en 1640, año en que se descubrió una veta de oro en el cerro Rico, además de la famosa mina Payen con cobre aurífero, y posteriormente Curicó y Carolina, esta última a manos de España a partir de 1793.En resumen, se destacan algunas de las minas más antiguas son la Payén, junto con Curico, Rico y La Carolina (San Luis) de donde se extraía cobre rico en oro; el distrito La Mejicana (Famatina, La Rioja) de donde se sacaba oro, plata y cobre, San Antonio de los Cobres (Salta), con varias minas muy ricas en cobre y oro que ya explotaban los indios en terrenos de aluvión. En cuanto a otro tipo de explotación minera, se mencionan datos de extracciones de carbón, ligninas y esquistos bituminosos no así “verdadero carbón de piedra” en Mendoza, San Juan, La Rioja y Neuquén, mientras que el petróleo apenas se menciona en Cacheuta (Mendoza), Salta y Jujuy.La mayoría de los yacimientos que actualmente están en funcionamiento no habían sido descubiertos y las zonas mineras también fueron cambiando con el avance de las investigaciones. Todos estos datos, dan cuenta de lo poco avanzada que se encontraba la minería en la Argentina en su primer centenario y el largo camino por recorrer hasta llegar a la posición en la que nos encontramos en nuestros días.