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La importante brecha entre expectativas y resultados alcanzados por las intervenciones de desarrollo rural ha intensificado en los últimos años el debate acerca del rol de la cultura en los procesos de desarrollo económico y social. En dicho marco, la visión o conceptualización de la cultura ha tendido a moverse entre dos extremos. Por un lado, la visión estructural la considera como un sistema de significados que brinda la base o la infraestructura para la interacción y las relaciones sociales. En el otro extremo, la visión de la maleabilidad de la cultura, la cual - a partir del indudable impacto de las teorías del management apuesta que la misma es una variable más a ser dominada y dirigida desde cierta intervención social. En ambas posturas es posible reconocer visiones esencialistas y reificante de la cultura, donde ésta es cosificada, naturalizada y asumida como un paquete que pasa de unos a otros, o bien es modelada de acuerdo a la voluntad de la intervención social. Algunos intentos de superar estas conceptualizaciones han avanzado hacia una visión de la cultura como proceso, en continua emergencia y regeneración (Appadurai, 2004). Sin embargo, sin un reconocimiento claro del papel activo de los actores sociales en dicho proceso, este entendimiento corre el riesgo de asumir nuevamente visiones reificantes, por las cuales la cultura sería capaz -por sí sola- de regenerarse o reproducirse. Este capítulo apunta a reflexionar sobre la dimensión cultural de los procesos de desarrollo rural, brindando particular atención a la cultura organizacional como espacio fértil de indagación, análisis y aprendizaje. Para ello, la sección uno introduce la discusión sobre cultura y cambio cultural, la cual funciona como marco para la presentación del estudio de caso sobre el proceso social y organizativo generado en el grupo de mujeres hilanderas Tinku Kamayú (Juntas para Trabajar)originado en la localidad de Lampacito, departamento Santa María, provincia de Catamarca. La sección dos presenta la situación inicial o contexto de surgimiento de la experiencia, caracterizando socio-productivamente el área de Santa María y presentando el inicio de la experiencia del taller de hilanderas. La tercera sección da cuenta de la particular articulación de las dimensiones económica, emocional y espiritual en el desarrollo histórico del emprendimiento, dando cuenta de las realidades del apoyo interinstitucional en la historia del grupo y su práctica de trabajo asociativo. La cuarta sección reflexiona sobre las potencialidades y limitaciones de la experiencia asociativa del Tinku Kamayú, mientras que la sección cinco concluye el capítulo reflexionando sobre las posibilidades que conlleva la adopción de una mirada etnográfica a la dimensión cultural en los proyectos y programas de desarrollo. La misma facilita reconocer que en dichos emprendimientos no es sólo la posibilidad de un ingreso económico el motivador clave de la participación, sino también la producción de sentido y capacidades.

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