INVESTIGADORES
PIZZOLITTO Romina Paola
capítulos de libros
Título:
Bioplaguicidas. Uso, eficacia, regulación y mercado
Autor/es:
PIZZOLITTO R. P.; DAMBOLENA J.S; ZYGADLO J.A.
Libro:
Bioplaguicidas
Editorial:
Universidad Nacional de Córdoba
Referencias:
Lugar: Córdoba; Año: 2017; p. 157 - 176
Resumen:
En los próximos años la producción agropecuaria y las áreas de cultivo deberán ser incrementada significativamente para poder cumplir con las necesidades de una población humana con una elevada tasa de crecimiento (Pavela, 2016). El aumento de las áreas de producción agropecuaria tampoco se ve como una solución, ya que la desaparición de las áreas naturales trae consigo problemas en la provisión de agua dulce, perdida de diversidad biológica y desertificación. Entre las variables a utilizar para cumplir con estos propósitos tenemos conservación de la calidad de los suelos y mejorar el acceso tecnológico a los productores agropecuarios entre otras, pero la ventaja que más destaca es mejorar la gestión de manejo de las plagas que afectan a los alimentos a lo largo de toda la cadena de producción. Una de las etapas en la producción de alimentos es su almacenamiento, en esta fase más de 37 especies de insectos descriptos como plagas de granos almacenados pueden deteriorar el material biologico con el agravante de actuar como agentes de dispersion de microorganismos (Herrera et al., 2015; Soujanya et al., 2016). Asi más del 40% de los alimentos producidos se pierden por la acción de diferentes plagas (Chandler et al., 2011). Para lograr este objetivo la industria química comenzó a incursionar en el tema de los plaguicidas. En 1932 se produce el 2-metil-3,5-dinitrofenol considerado el primer herbicida orgánico, dando de esta forma comienzo al uso de los herbicidas sintéticos en la producción agrícola. A partir de 1945 con los herbicidas: ácido 2-(2,4-diclorofenoxi) acético (2,4-D) y 2-metil-4-cloro-fenoxiacético (MCPA) se amplia las sustancias a utilizar en las granjas para el control de las malezas. En 1934 se descubrió la actividad fungicida de los ditiocarbamatos y bis-ditiocarbamatos y posteriormente se desarrollaron los fungicidas de contacto y en 1976 surge el cimoxanil el primer fungicida sistémico. En 1939 P.H. Muller descubre el DDT (dicloro difenil tricloroetano), el primer insecticida sintético, con estos nuevos productos el éxito en la producción se incremento lo cual condujo a la investigación para el desarrollo de nuevas moléculas sintéticas bioactivas. Actualmente en el mercado existe aproximadamente unos 900 productos químicos para el control de las plagas que afectan la producción agrícola (Gross, 2014, Harding & Raizada, 2015; Chandler et al., 2011). Aunque hay que reconocer que gran parte de la producción agropecuaria se vio incrementada por el uso de estos productos químicos (organoclorados, organofosforados, carbamatos y piretroides), también se debe mencionar que su empleo esta asociado a las siguientes problemáticas:i) El mal manejo en las dosis de aplicación dejan residuos que contaminan el agua y el suelo.ii) La falta de controles trajo problemas de salud en los trabajadores rurales durante la manufactura, la manipulación y su aplicación.iii) Aplicaciones cuyas dosis no fueron racionalmente elaboradas fueron creando poblaciones de plagas resistentes o bien resultaron en la formación de plagas secundarias.iv) Efecto sobre organismos beneficiosos que resultaron en la perdida de productividad, ejemplo polinizadores. Esto llevo a los consumidores y organizaciones de agricultores a ejercer una mayor presión sobre los gobiernos en el control por el uso de los plaguicidas sintéticos, tanto por la salud de las personas que forma parte de la cadena de cosecha, acumulación y transporte de la producción agropecuaria como por los consumidores que no quieren los residuos de estas sustancias en los alimentos. En el marco de tal situación los gobiernos respondieron a estos problemas con medidas reglamentarias, asi a partir de 1972 se prohíbe la utilización del DDT y desde 1996 la EPA de Estados Unidos establece el termino de plaguicidas de ?riesgo reducido?, reevaluando los niveles de seguridad para la presencia de residuos de plaguicidas en los alimentos. En este marco global, la OMS declara al 2,4-D agente carcinogénico y estos productos comienzan a ser revisados desde un punto de vista toxicológico en los diferentes países y hoy los plaguicidas químicos sintéticos son los productos químicos mas regulados y controlados (Isman, 2006; Chandler et al., 2011; Cai & Gu, 2016), asi surge en 2001 la regulación de la comunidad europea 1107/09 que prohibe productos con potencial capacidad de cancerigenos o teratogenicos (Pelaez & Mizukawa, 2017). Estas disposiciones generan una mayor presión para el control de las plagas en los almacenes o silos de acopio de granos u otros alimentos, donde no se puede aplicar plaguicidas que dejen residuos y que puedan dañar a futuro a la poblacion, es en esta fase de la producción agropecuaria donde los bioplaguicidas toman mayor importancia. De cualquier manera, pocos son los nuevos productos bioactivos para el control de las plagas. La razón de esta situación son i) no hay una cantidad suficiente de nuevas moléculas bioactivas evaluadas a campo y ii) los elevados costos de registros para los nuevos productos.