INVESTIGADORES
VOMMARO Gabriel Alejandro
capítulos de libros
Título:
“Manifestar una opinión. La comunicación política y la cualidad del pueblo”
Autor/es:
GABRIEL VOMMARO
Libro:
Comunicación y espacio público
Editorial:
Imago Mundi/UNGS
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011; p. 169 - 174
Resumen:
En estas notas indagamos brevemente las implicancias de un fenómeno habitual en la Argentina reciente: la existencia de formas de clasificación de las manifestaciones públicas de movimientos sociales, de grupos corporativos, de partidos, de grupos religiosos, que hacen hincapié en la cualidad de los manifestantes, y en especial en sus verdaderos intereses a la hora de participar de un acontecimiento de este tipo. ¿Se trata de personas que han decidido libremente intervenir en una acción de la que comparten sus principios? ¿Son, en cambio, individuos que, sin importar sus convicciones ni su fe establecen, mediante un simple cálculo, que la participación es más rentable en virtud de su interés? ¿O, por fin, estamos en presencia de una masa manipulada mediante artilugios irracionales y prerracionales dispuesta a asentir cuando sus dirigentes lo deciden y a negar cuando éstos le piden que lo haga? Estas opciones presentadas aquí de manera tan simplificada tienen en teoría social y en teoría política sus defensores en términos conceptuales: racionalistas, utilitaristas y culturalistas podrían adscribir a alguna de ellas en términos que las vuelvan más complejas y ajustadas a las teorías generales. Pero estas preguntas son también motivo de diferendo en la práctica, en especial cuando se trata del conflicto por definir, en lo que hemos llamado el “espacio de la comunicación política”, el sentido de una manifestación: ¿se trata, en verdad, de una manifestación popular –tanto en el sentido del demos como en sentido de la plebe ¬– o es sólo una demostración de fuerza de un grupo de “acarreados” o de “egoístas”? Afirmamos que la lucha por la significación de una manifestación y del grupo movilizado cobra especial relevancia en épocas en que se vuelven centrales los medios de comunicación, que son tanto actores como espacios de manifestación de opiniones y de construcción de sentidos colectivos, escenas de aparición de diversas opiniones de actores más o menos heterogéneos y forma de amplificación de una opinión manifestada. En la era de la política mediática, muchas veces las manifestaciones son hechas para ser televisadas, y por tanto siguen las reglas estéticas de la televisión, tratan de reproducir sus tiempos y sus concepciones sobre lo que merece ser mostrado. Pero al mismo tiempo deben pasar por el tamiz de lo que se muestra y se dice sobre ellas y sobre sus participantes en los medios, de modo que el significado de una manifestación es objeto en disputa entre los manifestantes y los demás actores del espacio de la comunicación política. Tanto lo que dicen los periodistas como lo que dicen los “opinadores” profesionales, los dirigentes partidarios y la opinión pública, convocada a través de formas más o menos técnicas de expresión de sus preferencias, termina entonces por redondear lo que efectivamente significa un acontecimiento político producido fuera de los medios. Por otro lado, en nuestro argumento es central el hecho de que, por un lado, en la Argentina de la post transición democrática, la cuestión de las formas legítimas de participación política fue atravesada por un doble imperativo –la independencia respecto de los partidos y la política, y la pacificación e individualización de la vida democrática– que proveería los principios dominantes para juzgar las relaciones establecidas al interior del campo político y entre éste y su fuente de legitimidad: el demos. Por otro lado, que durante ducho período lo popular asociado a los sectores populares –los trabajadores– perdería esa cualidad de mayoría virtuosa que, en parte a regañadientes, habían terminado por aceptar casi todos los actores políticos y periodísticos al dar por sentado el carácter mayoritario del peronismo, basado en su capacidad de movilización de los trabajadores. Así, afirmamos que, en la era de "la gente", el “clientelismo” tiende a ser el estigma de toda manifestación de los sectores populares en la era de las políticas focalizadas, de las formas moralizantes de percibir la política y de los esquemas individualistas de apreciación de la relación entre los ciudadanos y los partidos; pareciera ser, así, que ninguna manifestación de la calle puede resistir al campo de lucha de la “manifestación de papel” si es a priori sospechada de ser motivada por intereses espurios, pequeños ilegalismos y hasta formas de corrupción organizada.