INVESTIGADORES
VOMMARO Pablo Ariel
artículos
Título:
La participación juvenil en los movimientos sociales autónomos. El caso de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTDs)
Autor/es:
VÁZQUEZ, M. Y VOMMARO, P.
Revista:
Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales Niñez y Juventud
Editorial:
CEANJ - Alianza CINDE-Universidad de Manizales
Referencias:
Lugar: Manizales; Año: 2008 vol. VI p. 485 - 522
ISSN:
1692-715X
Resumen:
<!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> Analizar las formas que asume la participación juvenil supone tener en cuenta, fundamentalmente, el modo en que se produce la socialización política de los jóvenes y las jóvenes en determinado contexto histórico, social y, por supuesto, político. De modo que para analizar las formas de participación, debemos considerar tanto los vínculos como las representaciones que éstos construyen acerca de un cierto tipo de régimen político de gobierno, al igual que el modo en que éste favorece, estimula o interpela a los ciudadanos y ciudadanas en general, y a los jóvenes y a las jóvenes en particular, a involucrarse con los asuntos públicos. Para el caso argentino, se vuelve fundamental señalar que durante la década de los noventas se produce un conjunto de transformaciones políticas que se traduce en una creciente y persistente crisis de representación (Novaro, 1995; Nun, 1995; O´Donnell, 1997). Según Novaro (1995), 1989 es el año que expresa más claramente el cierre de la etapa de transición hacia la democracia y la frustración de las expectativas ligadas con aquélla, especialmente en cuanto a la posibilidad de que se asentaran las bases para la formación de una democracia de partidos estable. La vuelta de la democracia había aparecido como una oportunidad para “restituir la política en su lugar” (Merklen, 2005: 32). En este contexto, se definieron los contornos de la “buena política”, que tenía como actor principal al ciudadano o ciudadana, cuyo acto político por excelencia es la participación electoral a través del voto y cuya representación debía ser articulada a partir de los partidos políticos (Merklen, 2005). Sin embargo, la idea de que la democracia pondría “la política en su lugar”, mostró rápidamente sus limitaciones. Por un lado, a partir del “abismo creciente entre las opiniones e intereses de la gente y las instituciones políticas, la muy baja estima en que se tenía a los políticos y la política, y en especial a los procedimientos partidarios para seleccionar candidatos y tomar decisiones y a cierta sensación general de que las expectativas depositadas en los representantes habían sido, y volverían a ser una y otra vez, defraudadas” (Novaro, 1995: 96); por otro, tal idea se evidenció en la emergencia de modalidades de organización colectiva y participación política por fuera de las vías institucionales de implicación con la política, dando cuenta de la formación de nuevos repertorios de movilización social y actores político-sociales. Asimismo, éstas muestran los límites del concepto de ciudadanía como forma de implicación en la vida pública (Merklen, 2005).