CIENCIAS EXACTAS Y NATURALES

La enseñanza del Calbuco

Gracias al conocimiento científico y al trabajo de recuperación de registros previos se pudieron prever las consecuencias de la erupción y tomar medidas para proteger la vida de personas.


Por Iván Petrinovic*

El volcán Calbuco (41.33°S-72.61°O) se ubica en Chile, en la margen sur del Lago Llanquihue, a tan sólo 30 kilómetros de la ciudad de Puerto Montt e hizo erupción el pasado 22 de abril, tras 43 años de inactividad. Se registraron erupciones, de mayor magnitud a la actual en 1893 y en 1961.

Este último episodio tomó por sorpresa a la Red Nacional de Vigilancia Volcánica dependiente del SERNAGEOMIN (Chile), ya que según sus reportes no hubo precursores que pudieran anticiparla con suficiente tiempo y que sirvieran de base sobre la cual tomar medidas de prevención y mitigación. Esto, a pesar de ser un volcán monitoreado permanentemente por la Red y que cuenta con una diversidad de metodologías propias de un observatorio volcanológico de última generación.

Con menos de 50 minutos de antelación, el volcán comenzó a dar indicios ciertos de que había magma ascendiendo y fracturando roca -a través del registro de sismicidad característica-, lo que dio lugar al establecimiento de alerta roja en el área. Pero la clave para construir el mapa de peligros durante la erupción y tomar las medidas de restricción y evacuación fue principalmente en base a los antecedentes eruptivos previos del volcán.

Así, el análisis volcanológico de detalle de los productos volcánicos de las erupciones 1893 y 1961, más las descripciones escritas y relatos verbales de los habitantes, permitió durante la última década reconstruir con mucho detalle los procesos ocurridos durante estas erupciones. Los resultados de estas interpretaciones quedan plasmados en un mapa geológico y en una secuencia de depósitos volcánicos ordenados según su edad y su magnitud.

De esta manera se determinó que en 1893 ocurrieron avalanchas volcánicas, corrientes piroclásticas y flujos de detritos en una erupción que se prolongó por varios meses. Igualmente en 1961, tuvieron lugar corrientes piroclásticas y lahares.

Las avalanchas volcánicas son producto de la rotura y deslizamiento de gran parte del cono volcánico, que forman una gran masa de rocas que viaja a altas velocidades. Las corrientes piroclásticas son mezclas incandescentes de partículas fragmentadas por explosiones volcánicas, lo suficientemente densas como para no ser expelidas a la atmósfera y que fluyen desde el cráter hacia los bajos topográficos a muy altas velocidades. Finalmente, los flujos de detritos que ocurren durante erupciones volcánicas, comúnmente denominados lahares, son una mezcla de partículas fragmentadas suspendidas en agua que viajan también, a elevadas velocidades.

Fue en base a este conocimiento geológico que se tenía del volcán que se pudo establecer el mismo día 22 de abril un radio de restricción de 20 km y la evacuación de más de 4 mil personas, en previsión de lo que finalmente ocurrió: columnas de cenizas de más de 10 mil metros, caída de abundante material fragmentado en las inmediaciones del volcán y corrientes piroclásticas y lahares fluyendo por los valles fluviales que descienden del cono.

Como en cualquier rama de la ciencia, la volcanología requiere conocer acabadamente el objeto de estudio para luego prever su comportamiento. Y éste estudio no es siempre extrapolable a otro volcán, ya que como en todo objeto natural, prima la diversidad. Cada volcán tiene sus peculiaridades que requieren ser conocidas. Las metodologías de vigilancia volcánica clásicas y las basadas en nuevas metodologías (cambios topográficos del volcán, toma de muestras de gases y aguas, sismicidad, cambios de temperatura in situ o por monitoreo satelital, etc.) no pueden por sí mismas garantizar la toma de decisiones en situaciones de crisis si no son acompañadas por un profundo conocimiento de la geología del volcán y de sus erupciones previas.

En conclusión, si el Calbuco no hubiera sido estudiado en detalle y no hubiera habido mapas geológicos de alta resolución con información interpretada y confiable sobre los procesos ocurridos en el pasado, no se hubieran podido aplicar las previsiones adoptadas. Este es el gran mensaje que nos dejó a los volcanólogos la erupción 2015 Calbuco: los datos derivados de aplicaciones tecnológicas son siempre útiles, pero deben estar sustentados por la geología y el conocimiento científico del volcán. Antes de interpretar a nuestros volcanes desde un satélite o desde una secuencia numérica, debemos conocerlos mucho más de lo que los conocemos.

*Iván Petrinovic es investigador independiente del CONICET en el Centro de Investigaciones de Ciencias de la Tierra (CICTERRA, CONICET-UNC) y se especializa en el estudio de volcanes andinos. Es geólogo graduado en la Universidad Nacional de Córdoba y doctorado en Ciencias Geológicas en la Universidad Nacional de Salta.