CIENCIA CON VOZ PROPIA

Santos, perfumes y perlas: la herencia del imaginario medieval

Aunque el Renacimiento buscó presentar la Edad Media como una época de oscurantismo, no son pocas las ideas y tradiciones que perduran hasta hoy.


Por Ariel Guiance*

La Edad Media es una de las épocas históricas más prolongadas y relevantes de la cultura occidental, y al mismo tiempo, uno de los períodos que ha padecido – y, a cierto nivel, sigue padeciendo – de una consideración negativa y hasta despectiva. A nivel general, lo medieval sigue siendo visto como lo atrasado, lo inculto, lo oscuro. Eso es fruto de la imagen que intentaron brindar de sí mismos los hombres del Renacimiento y del Siglo de las Luces. Ellos se entendían como los renovadores del pensamiento, por lo cual todo lo anterior era olvidado y olvidable.

En este sentido, resulta curioso comprobar cómo ciertos modelos ideológicos que se imponen en un determinado momento, pueden llegar a tener una continuidad tan marcada durante siglos.

En esa matriz múltiple y cambiante que constituye la Edad Media, muchos son los temas que se ofrecen a los historiadores para su análisis y comprensión. De la misma manera, muchos son los espacios europeos en donde se desarrolló la civilización medieval, cada uno de los cuales requiere de una indagación localizada, detectando variables históricas regionales y, al mismo tiempo, evoluciones comunes de largo plazo con otras áreas del continente.

En ese contexto, la España medieval se revela como un laboratorio particular de pesquisa, dada la incidencia que tuvo la región en la posterior evolución histórica americana. Los hombres que arribaron a América, claro está, no lo hicieron vacíos de ideas y principios. Sus ideas y principios eran los propios de su tiempo, gestados durante siglos y siglos. De allí la necesidad de conocer ese pasado medieval hispano, parte del cual luego se trasladaría a nuestro continente.

De igual forma, la Edad Media forjó una cantidad de modelos mentales y sociales que, por distintas razones, tienen validez hasta la actualidad. Un caso claro es el que atañe al problema de la santidad. Este es un concepto que, como es lógico, ha ido cambiando con el tiempo, adaptándose a diversos contextos sociales. Desde el mártir de los primeros siglos cristianos hasta el santo místico de la baja Edad Media hay una infinidad de paradigmas intermedios de santidad: el santo eremita, el santo fundador de monasterios, el santo mendicante, el santo vinculado a la nobleza o la realeza, entre otros. Cada uno de esos modelos puede y debe ser explicado históricamente, identificando las causas de su origen, su desarrollo y, en algunos casos, su desaparición.

Otro tanto debe decirse de un sinnúmero de tradiciones religiosas que también se formularon y fueron adaptándose a lo largo de la Edad Media. Algunas de ellas forman un cuerpo especial, al que hoy en día algunos dan en llamar “mitología cristiana”. Se trata de una curiosa simbiosis de ideas populares, algunas, arraigadas desde muchos siglos previos, y principios teológicos, igualmente analizable desde el punto de vista histórico. Así, por ejemplo, en la actualidad se sigue diciendo que las perlas son lágrimas pero pocos saben su sentido. Un hombre de la Edad Media lo hubiera explicado perfectamente: son las lágrimas que derramó Eva cuando fue expulsada del Edén. Éstas cayeron a la Tierra, siendo apresadas por las ostras, que subieron desde las profundidades de los mares. Y allí están, desde el comienzo de los tiempos.

No se trata por tanto, de simples creencias populares sino de creencias a las que se dotó de un contenido doctrinal específico. Otro tanto podría decirse respecto de los perfumes del paraíso – que se vinculan, por lo demás, con la tradición del olor de santidad -, la leyenda del Jesús que fue “tintorero” en su juventud o la convicción de que las piedras preciosas – que no son más que perfumes en estado sólido – se obtienen del cerebro de los dragones.

Con esas y otras herramientas mentales, los hombres de la Edad Media construyeron sus ideales, elaboraron una cultura original y legaron un conjunto de principios y tradiciones que, aunque en apariencia procedentes de una época de atraso y oscurantismo, nos siguen siendo familiares aunque en muchos casos desconozcamos su origen.

* Ariel Guiance es doctor en historia, investigador independiente del CONICET y director del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU-CONICET). Desde hace veinte años, se especializa en el estudio de la historia cultural y de la religiosidad del Medioevo. Además es profesor titular de Historia de la Edad Media en la Universidad Nacional de Córdoba.