25 DE MAYO

Mitos en torno a la Revolución de Mayo

El investigador del CONICET Gabriel Di Meglio, especialista en el tema, recupera la historia alrededor de la fecha patria.


Blanco, rectangular, con arcadas, una torre alta con un reloj incrustado en el centro y una cruz en la cúpula: la imagen congelada del Cabildo se replica como una estampita y aflora en la memoria de los argentinos cada 25 de mayo. No sucede lo mismo en otras partes del mundo: en Colombia el emblema de la revolución es un florero, en Portugal un clavel, en Hong Kong un paraguas. ¿Por qué en Argentina se rinde pleitesía a un edificio cada vez que se conmemora un nuevo aniversario de la revolución? Gabriel Di Meglio, investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), hipotetiza al respecto: “Yo creo que se consolidó más por un imaginario que se armó rescatando los testimonios de la época. Porque la foto del Cabildo con las personas y los paraguas nunca existió. Sin embargo, junto con la Casita de Tucumán, el Cabildo es el ícono de la emancipación por excelencia.”.

El imaginario de la gente adelante del Cabildo inmortalizada en aquella postal escolar, dice, comenzó a erigirse hacia 1880. “Pareciera haber sido elegido de manera casual, porque fue donde se reunió la Primera Junta. Las memorias son muy engañosas. Ese día no hubo dibujantes: había testigos pero estaban más preocupados por describir el cambio político que cómo eran las cosas ese día. Cuando se volvió históricamente a la fecha para reconstruir lo que había sucedido fue muy influyente un libro de ficción, de Vicente Fidel López, uno de los fundadores de la historiografía argentina, que escribió el libro Semana de Mayo. Ahí puso por primera vez el tema de los paraguas. Y el primer artista que encontramos que pintó la postal fue un español llamando Nicolás Cotanda, basado en ese texto”.

Di Meglio conoce de cerca el monumento porque, además, dirigió durante los últimos cuatro años el Museo Nacional del Cabildo. Allí vio cómo cada 25 de mayo el lugar se llena de gente emocionada, pero también comprobó que eso mismo sucede todos los días. “En 2017 vinieron 370 mil visitantes, que para un museo pequeño como el nuestro es mucho. Viene gente de todo el país, y la minoría son chicos de escuelas: el lugar atrae mucha gente. Todos le tienen mucha simpatía a este símbolo”.

 

La actualidad de la revolución

¿Cómo se enseña la Revolución de Mayo hoy en las escuelas? Para Di Meglio, hay un peso de la solemnidad escolar, de cómo debe conmemorarse la revolución que reafirma el acto tradicional, el ritual que se traslada con las mismas formas a lo largo del tiempo, “pero lo de 1810 no fue solo una revolución política sino también en contra de las jerarquías sociales y raciales, que tuvo consecuencias muy fuertes en la formación posterior del país”. El historiador advierte que en 1810 fue el comienzo, pero la emancipación continuó durante, al menos, una década. “La Revolución de Mayo inicia un proceso en el cual algunos grupos muy minoritarios querían la independencia, pero la mayoría de los revolucionarios al principio más bien plantean la autonomía dentro del imperio español, es decir, que el rey acepte el autogobierno local. Y ese no es el discurso escolar, que plantea que la Revolución de Mayo es el inicio de la independencia. Digamos que en los festejos tradicionales, el resultado está puesto al principio”.

“Lo que debería enfatizarse hoy –continúa- es lo transformador y también que el proceso implicó un nivel de conflictividad enorme, entre los revolucionarios, conflictividad social y racial. Esa revolución tuvo consecuencias muy grandes a lo largo del tiempo: uno de los problemas que tenemos es que se cree que Argentina vuelve a empezar de nuevo hacia 1880, cuando se consolida el Estado- Nación, pero eso lleva cierta idea de presentismo, eso no es así: lo que falta es explorar más las continuidades de las líneas comenzadas en la revolución, que influyeron hasta el siglo XX y la actualidad”.

También, señala el investigador, es importante analizar concretamente qué cambió en 1810: ver cómo la sociedad de castas deja de serlo, cómo se transformó la economía, cómo se pasó de ser súbditos de la monarquía a ciudadanos de la república, qué implicó la república, por qué nació una literatura como la gauchesca. “Está bien seguir celebrándolo, pero es interesante añadir al discurso tradicional que no solamente un grupo de hombres de las clases altas de Buenos Aires y otras provincias condujo ese proceso sino que tuvo una intervención popular decisiva, y también analizar el papel de las mujeres en ese proceso, que están ausentes de ese discurso tradicional, salvo como dama antigua escolar, y no se sabe aún cuánto cambiaron las relaciones de género en ese entonces. Pero efectivamente hay cuestiones que tienen que ver con el patriarcado que vienen de mucho antes del siglo veinte”.

Di Meglio brega por devolverle cierto largo plazo a la historia argentina. “Es una historia corta pero en los últimos años se enfatizó mucho el estudio desde 1900, faltan más estudios de lo colonial, más a largo plazo y menos cortoplacista. Y se pueden establecer líneas de continuidad desde la revolución, desde lo político hasta lo laboral”.

 

El flechazo con la revolución

En su infancia, Di Meglio también era de los que dibujaba un Cabildo en su cuaderno escolar, se pintaba la cara con corcho para actuar de “negrito” rodeado de compañeros disfrazados con trajes de granaderos, damas antiguas y vendedores ambulantes y, ya de grande, vivía la fecha como un simple feriado de descanso. Hasta que en la Facultad de Historia de la Universidad de Buenos Aires (UBA) se reencontró con la efeméride y convirtió el día rojo en el calendario en su objeto de estudio, centrándose en el rol de las clases populares durante la emancipación. “Estudiar las revoluciones es de lo más atractivo para un historiador, porque son los períodos en los que las cosas más cambian, momentos de transformación enorme. Además, creo que estudiar cómo fue la revolución de mayo fue esencial para mí para comprender la realidad actual”.

El puntapié de su interés en la Revolución de Mayo fue un texto de Tulio Halperín Donghi, en el que el historiador mencionaba el rol preponderante de la plebe en el proceso, pero no profundizaba mucho más en ese punto. “Me quedó flotando esa curiosidad: tenía ganas de estudiar algo de la historia argentina y me terminé enamorando del papel de las clases populares de la Ciudad de Buenos Aires en la Revolución de Mayo, porque sin tener en cuenta la participación plebeya no es posible entender el fenómeno: una de las claves de la revolución es la gran movilización popular”.

Para trabajar el período revolucionario que seleccionó -de 1810 a 1830-, fue fundamental el trabajo de archivo, y también fue su mayor desafío. Porque como la mayoría de la población de la época era analfabeta, los testimonios escritos de las clases populares son muy pocos. Para sortear el inconveniente, Di Meglio se centró en las fuentes mediadas: los discursos de las clases altas sobre la plebe, la prensa de la época y los documentos gubernamentales, policiales y, sobre todo, de la Justicia. “El documento judicial fue la estrella, fue la fuente que mejor me permitió explorar ese universo humano al que de otra forma no me habría sido posible acceder, porque ante cualquier juicio hubo una persona que tomaba declaraciones de víctimas, que justamente eran los que hablaban pero no sabían escribir”.

Al indagar en los archivos judiciales, Di Meglio llegó a dar con un documento inesperado que fue clave para su investigación. “Un día, después de horas y horas en el archivo, encontré en un documento judicial la transcripción de la arenga de un soldado negro miliciano a sus compañeros, durante la organización de un motín. Fue un hallazgo que me permitió reafirmar muchas de las cosas que yo venía encontrando, porque es muy difícil encontrar de manera directa qué le dice alguien del mundo popular a otro: es más fácil encontrar eso cuando los líderes son de las elites”, recuerda. Como en ese entonces aún no existían las cámaras digitales, Di Meglio copió en su cuaderno la arenga casi de forma textual. “Era un episodio totalmente olvidado y pequeñito, pero que daba muchas pistas para entender un proceso político más general. Fue hermoso. De esos momentos de mi trabajo que nunca voy a olvidar. Tuve mucha suerte al encontrarlo”.

 

 

Por Cintia Kemelmajer