Ciencias Biológicas y de la Salud

Las travesías oceánicas de las arañas viajeras

Investigadores del CONICET estudian la migración de distintas especies sudamericanas para comprender la evolución de la biota regional.


Existen alrededor de 45 mil especies de arañas alrededor del mundo y habitan en todos los continentes menos en la Antártida. Estos artrópodos, al igual que otros animales como los crustáceos, tienen distintas estrategias de dispersión para colonizar hábitats nuevos y favorecer la supervivencia de la especie.

Una de las técnicas que más usan las arañas es el ballooning, que consiste en volar a través de un sistema de hilos de seda. Martín Ramírez, investigador principal en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN-CONICET) aclara: “las arañas se dispersan todo el tiempo por el mecanismo de soltar un hilo de telaraña al aire y que lo arrastre el viento. Muchas caen al océano, otras son víctimas de depredadores, pero las que llegan a una isla oceánica pueden establecerse y diversificarse en nuevas especies”.

Ramírez junto a Eduardo Soto, investigador asistente en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad De Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), estudiaron cómo las arañas del género Philisca colonizaron la Isla Robinson Crusoe, en el Océano Pacífico, y de qué manera se diversificaron. Esa investigación fue publicada en la revista Molecular Phylogenetics and Evolution.

“Queremos entender el origen de la biota sudamericana. Aplicando las técnicas de los parentescos, las especies recientes, las dataciones moleculares y los pocos fósiles que hay, buscamos lograr una historia que explique la evolución desde el punto de vista de las arañas y relacionarla con otros animales. Si otro insecto tiene una ecología similar, pudo haber pasado lo mismo. Estos estudios aportan un patrón macroevolutivo regional y tienen mucho potencial”, advierte Ramírez.

 

Philiscas insulares y continentales

La Isla Robinson Crusoe pertenece al archipiélago Juan Fernández y se encuentra a aproximadamente 500 km de Chile. Llegar allí es muy difícil, pero la isla posee una gran cantidad de especies endémicas de flora y fauna por lo que despierta un gran interés en los científicos. En Robinson Crusoe habitan 9 de las 16 especies que componen el género Philisca.

“Este género se alimenta de insectos y no hacen tela, viven en el follaje. Para capturar presas usan una estrategia de caza activa y tienen pelos adherentes en las patas que usan para agarrarse de superficies lisas. En continente siempre se busca colectarlas relacionadas al follaje, pero cuando fuimos a la Isla descubrimos que corrían por los troncos, eso nos dio un indicio en cuanto a la ecología de estos grupos. Otro cambio que encontramos en los especímenes de Robinson Crusoe es que los machos tienen los quelíceros –piezas bucales utilizadas para alimentarse, como ‘pinzas’- modificados con proyecciones y creemos que esto se relaciona con la selección sexual”, dice Soto.

En este sentido, el investigador comenta que esta isla es de origen volcánico y por eso es un laboratorio natural con condiciones muy buenas para estudiar la evolución, porque están muy lejanos de otros lugares donde habitan las arañas. Al ser volcánica los investigadores cuentan con datos geológicos e información molecular de las especies para poder comparar cuestiones evolutivas.

“Sabíamos por datos geológicos que el origen de Robinson Crusoe fue de aproximadamente 4 millones de años y se cree que durante 1 millón de años tuvo vulcanismo activo; por eso se estima que durante ese tiempo no vivieron las arañas. A partir de ese momento, estaban dadas las condiciones para que haya vida y encontramos que un grupo de especies de la isla tiene aproximadamente dos millones de años. Eso nos da indicios de que muy probablemente fue solo un evento de colonización, que llegó un solo grupo ancestral y que con el tiempo dio origen a muchas otras especies”, explica el investigador.

Las Philiscas que llegaron a Robinson Crusoe lo hicieron por ballooning y tuvieron una rápida radiación porque la isla tenía muchos nichos vacíos, es decir no había especies con las cuales competir. Por esta razón con el tiempo adquirieron características propias, por ejemplo, gigantismo: son considerablemente más grandes que las que se encuentran en el continente porque se asentaron en ambientes que en el continente son utilizados por otro tipo de arañas como troncos y cortezas.

 

La vuelta al mundo en ocho millones de años

La técnica de ballooning no es la única que tienen las arañas para dispersarse. Ramírez y Soto también estudiaron la ruta de dispersión del género Amaurobioides que habita las costas de Sudamérica, África y Oceanía. Esta investigación fue publicada en la revista PLOS One.

El género Amaurobioides tiene unas 9 especies y son todas pequeñas: miden entre 1 y 1, 5 centímetros. Las arañas de este género se caracterizan por vivir en poblaciones chicas y aisladas, son nocturnas y pueden sobrevivir varios meses sin alimento.

“Este género pertenece a un linaje originario de Sudamérica pero habitan en Sudáfrica, Australia, Tasmania y Nueva Zelanda, y son parientes cercanos de las de Argentina y Chile. Pensábamos que la explicación era la división del supercontinente Gondwana pero eso ocurrió hace 100 millones de años. Usando dataciones moleculares, descubrimos que el género Amaurobioides surgió hace 8 millones de años y no tiene nada que ver con la separación de los continentes”, agrega Ramírez.

Son pocas las especies de arañas marinas y casi todas tienen distribuciones que sugieren dispersiones de muy largo alcance. Es común que los animales costeros viajen asociados a balsas de algas, arrastradas por la Corriente Circumpolar Antártica, que fluye de oeste a este y rodea a la Antártida.

“Se sabe que ciertos crustáceos y otros animales marinos se trasladan así, y creemos que estas arañas llegaron de esta manera. Gracias a sus refugios de tela impermeable están adaptadas a soportar la inmersión, y además vimos que nunca tratan de migrar mediante hilos al viento que es lo que suelen hacer las arañas. En cambio, se agarran con ‘uñas y dientes’ a la roca, seguramente porque saben que si no lo hacen se ahogarán en el agua”, dice Ramírez.

Los investigadores aclaran que Sara Ceccarelli, investigadora del MACN y autora principal del trabajo hizo el análisis biogeográfico tratando de entender cómo fue la ruta de dispersión de Amaurobioides y lo que probablemente sucedió es que los ancestros de este género surgieron en Sudamérica y cuando migraron a Sudáfrica, durante el Mioceno – entre 25 y 5 millones de años atrás -, se originó la adaptación a los ambientes marinos.

Por Cecilia Leone.