PREMIO NOBEL DE QUÍMICA 2016
Las máquinas más pequeñas del mundo
La investigadora Sandra Mendoza explica los alcances del descubrimiento de la síntesis de ingenios mecánicos moleculares.
Los Dres. Jean-Pierre Sauvage, Sir J. Fraser Stoddart y Bernard L. Feringa fueron los tres ganadores del Premio Nobel de Química 2016 por el diseño y desarrollo de máquinas moleculares. Se trata de máquinas más de mil veces más pequeñas que el ancho de un pelo.
“Cuando hablamos de máquinas moleculares nos referimos a moléculas discretas diseñadas para poder cumplir distintos trabajos al ser sometidas a diferentes estímulos externos controlados, como por ejemplo radiación de una frecuencia dada, cambios de pH o de temperatura. Las tareas que pueden cumplir estas moléculas pueden ir desde el transporte de líquidos en magnitudes mucho mayores al tamaño de las moléculas hasta el almacenamiento de información”, explica Sandra Mendoza, investigadora adjunta del CONICET en el Departamento de Electromecánica de la Facultad Regional Reconquista (UTN).
El desarrollo de las máquinas moleculares fue posible con el aporte de los tres ganadores. En 1983, Sauvage dio el primer paso al lograr vincular dos moléculas en forma de cadena llamada catenane. Por su parte, Stoddart en 1991, desarrolló un rotaxano: una estructura molecular capaz de moverse. Finalmente, Feringa en 1999 diseñó y sintetizó un motor molecular. Estos elementos mínimos, relacionados unos con otros y capaces de moverse y transmitir el movimiento fueron los que permitieron conformar las máquinas más pequeñas del mundo.
Según se indica en el comunicado de premiación la miniaturización de la tecnología puede dar lugar a una revolución. Los ganadores de 2016 miniaturizaron máquinas y llevaron a la química a una nueva dimensión. Este descubrimiento probablemente se aplique para el desarrollo de nuevos materiales, sensores y sistemas de almacenamiento de energía.
“Son sistemas que derivan de lo que ya ocurría en la naturaleza, que está llena de ejemplos de máquinas moleculares. Lo novedoso es poder imitar estos fenómenos naturales en el laboratorio. Eso abre puertas para poder diseñar sistemas diminutos y controlados que trabajen a gusto cumpliendo distintas funciones”, concluye la Dra. Mendoza.