PROGRAMA NACIONAL CIENCIA Y JUSTICIA

De selfies y delfines: un biólogo del CONICET asesora a la Justicia para dilucidar los casos del último verano

Luis Cappozzo y su equipo investigan los causantes de muerte de 23 ejemplares de delfines en la costa argentina, ocurrida en febrero pasado.


Las fotos inundaron las redes sociales y los canales de televisión: varios turistas, en el último verano en Santa Teresita, posaban para sus cámaras sosteniendo un delfín franciscana como si se tratase de un trofeo. El animal, a los pocos minutos, fallecía por estrés. También nos enteramos de la muerte de 23 ejemplares de esta especie en las costas de San Clemente del Tuyú. Pero pocos hablaron de quiénes son esos delfines, catalogados como una especie insuficientemente conocida por organismos internacionales que se dedican a la conservación de especies. Desde 2008, gracias al aporte un grupo de científicos que incluyen al equipo de trabajo de Luis Cappozzo, fueron considerados especie vulnerable.

Cappozzo, doctor en Biología, investigador independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y jefe del Laboratorio de Ecología, Comportamiento y Mamíferos Marinos del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”, junto a su equipo, se encarga de estudiar distintos aspectos de este delfín –cuyo nombre científico es pontoporia blainvillei-: la mortandad en las redes de pesca, la presencia de contaminantes en sus tejidos, su reproducción, entre otros. “Fui consultado por el Departamento de Delitos Ambientales de la Policía Federal porque la Fiscalía General de la Nación nos pidió si podíamos actuar en una eventual pericia para conocer la causa de esta muerte masiva de delfines. Hubo una denuncia penal al respecto. Dentro de las 24 horas siguientes viajamos a la zona, obtuvimos muestras de algunos ejemplares. Nuestro objetivo es hacer un peritaje de esas muestras para poder establecer las causa de las muertes múltiples. Entre nuestras hipótesis están el uso de redes de pesca, la presencia de marea roja, y potenciales vertidos de tóxicos en la costa como causantes de muerte”. Aunque aún no hay resultados, el trabajo lo llevan adelante en el marco del Programa Nacional de Ciencia y Justicia lanzado por el CONICET.

 

Del laboratorio a la Justicia

¿Cómo se enmarcaron en dicho programa? A fines de 2015, Cappozzo recibió la convocatoria del CONICET, que estaba dirigida a todos los investigadores que desarrollaron o podrían desarrollar algún trabajo relacionado a la Justicia. El biólogo respondió a la convocatoria porque el laboratorio que dirige presta ese tipo de servicios desde el año ´90: hizo necropsias a delfines, ballenas, estudió casos de mortandad masiva de organismos marinos, realizó evaluaciones de impacto ambiental ante problemas vinculados con el medio ambiente, y en cuestiones vinculadas al impacto costero, a la pesca. Lo último que había realizado Cappozzo fue asesorar al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación con los contenidos de para el espacio en Tecnópolis de Pampa Azul, política estratégica del Estado que busca conocer, preservar y hacer uso racional de los recursos marinos. Pampa Azul permite conocer la biodiversidad, investigar y poder utilizar ciencia y tecnología para una mayor soberanía en el mar, “para que cualquier persona –explica el biólogo- del mundo pueda comprender la importancia de nuestro mar argentino, que significa un tercio del territorio nacional y con la reciente resolución de la ONU extendido en 1,7 millones de km2 más”. Hasta que apareció este caso. “Somos los CSI de los delfines y ballenas de la playa”, bromea Cappozzo. Es que su equipo reúne más de treinta años de experiencia en especies del mar argentino.

En materia de asesoramiento ligado a la Justicia, Cappozzo trabajó arduamente para que la Península Valdés, por ejemplo, ingrese en la Declaración de Área Protegida del Ministerio de Turismo. Para ello, en 1998, confeccionó un completo informe en el que recopiló leyes, historia, geología, biología del lugar y armó un documento que el Gobierno presentó a la UNESCO. En 1999 declararon la zona Patrimonio de la Humanidad. “Lo hice a pedido de la entonces Secretaría de Turismo –dice-, trabajé doce años en Península Valdés y fue la satisfacción más concreta de mi carrera”.

Otros trabajos, en el área privada, lo llevaron a viajar a Chile, contratado por una consultora italiana, para hacer un relevamiento de biodiversidad, porque una empresa constructora quería emplazar un emprendimiento turístico en una zona marítima, muy cerca de una salmonera.

Entonces, aunque ya reunía mucha experiencia en su laboratorio, el reciente caso de la muerte de los delfines franciscanos en la costa es el primero que, para Cappozzo, se enmarca como un trabajo de asesoramiento directo a la Justicia. “Me da satisfacción que sea a través del CONICET”.

“De los miles de científicos que forman parte de la carrera del investigador, hay muchísimos más que se pueden empadronar para facilitar la base de datos para asesorar a la justicia y por ende, brindar servicio a la sociedad”, asegura Cappozzo. Hasta el momento, son ochenta los científicos que ya se sumaron al Programa. ¿Cuál es la importancia, a su entender, de que más científicos se sumen? “Cualquiera que llegue a su casa, se siente en el sillón a ver TV después de cenar va a ver distintas series de abogados, superhéroes donde el denominador común es que en el ámbito de la justicia se requieren pruebas. Y lo cierto, es que es la ciencia, en la mayoría de los casos, la que da las herramientas contundentes para resolverlos. Nada más y nada menos”.

 

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